Las mujeres en casa, los hombres en las cantinas
0“Los hombres llegan a las 10, 12 de la noche y nos quitan el sueño, en ocasiones nos llegan a pegar o muchas veces nos maltratan frente a nuestros hijos.” Las mujeres de Ixcán se han organizado contra la venta de licor en el pueblo, pues se convierte en un arma usada por los hombres, en su contra.
Por Rolanda Gacía
TeleSur/ CMI Guatemala
Cada vez que paso en una de las calles públicas del casco urbano, de Playa Grande Ixcán, Quiché, ha sido común encontrarme con compañeras mujeres que apresuran viajar en sus comunidades, porque algunas por diversos compromisos institucionales y personales, frecuentemente se ausentan en sus hogares. Para muchas es normal que después de una intensa jornada de trabajo, la mayoría ocupan el resto del día pensando en el hogar y aprovechan el tiempo para reencontrarse con los hijos e hijas, por ejemplo quienes tienen que viajar en alguna comunidad corren para atrapar el transporte que los dirige hacia sus casas; es decir que todas actúan preocupadas por la familia.
En la misma calle, por las tardes también me he encontrado con algunos compañeros hombres que dicen sentirse motivados, porque ha llegado el momento del descanso y la convivencia entre amigos. Es fácil para mí deducir lo que ocurrirá posteriormente, porque a una cuadra están las cadenas de cantinas, lamentablemente frecuentado por ellos. Entre copas y romances los llamados jóvenes y esposos hacen de esos sitios como su paraíso; porque dado un paso a esos lugares todo se convierte en una fiesta, intensificándose los fines de semana.
La primera historia refleja una de las causas inmediatas de la sobrecarga de tareas hacia las mujeres, que la sociedad y nosotras mismas la hemos asimilado. La segunda, es la ilustración del libertinaje de hombres que no les conmueve el cansancio de sus esposas, hermanas o madres, su hombría está sobre toda acción que atenta contra su ego patriarcal.
En este país es usual que los hombres se liberen de parranda en parranda, y de otros tipos de libertinajes, enraizados en su modo de vida. Sin ánimos de culpar a los compañeros, todos se desarrollan con tales cualidades que lo cultivan y lo perciben como una necesidad masculina, excluyendo entre sus prioridades el intenso trabajo reproductivo, que mantiene esclavizadas a miles de mujeres en los hogares.
Señalaba una de las madres de 10 hijos, en su esfuerzo de participar en los espacios sociales, ella siempre va acompañada de tres de sus hijos pequeños:
“No es que las mujeres no nos guste la diversión o porque preferimos cuidar a los hijos, que bueno seria si fuera nuestra voluntad, es porque nadie nos ayuda, por eso que no tenemos tiempo para salir y peor cuando los hijos no reciben la atención de sus papás o cuando toman mucho, prefieren a la madre”.
Agregó que cuando en su comunidad las mujeres buscan alguna diversión las señalan de malas madres, malas esposas, incluso en el hogar las recriminan por eso.
Es preciso retomar estas historias porque el libertinaje provocado por el consumo del alcohol no solo se traduce en la diversión exagerada, sino una mayor parte de la fuerza física de los compañeros se dispersa en las cantinas, sin resultados alentadores, es más acrecientan la sobrecarga de responsabilidades en las madres. Historias recientes dan cuenta que las mujeres en muchos casos son violentadas.
“Los hombres llegan a las 10, 12 de la noche y nos quitan el sueño, en ocasiones nos llegan a pegar o muchas veces nos maltratan frente a nuestros hijos.” asegura una de las mujeres organizadas del municipio de Ixcán.
”Con cervezas, licor y cantina no hay nada en la cocina,” es una de las principales consignas que ha surgido a raíz de la proliferación de cantinas en el casco urbano, predominándose en cada evento de reivindicación. Aunque la lucha de las mujeres en Ixcán ha trascendido en la propuesta de una norma para la regularización de las bebidas alcohólicas, las autoridades municipales han omitido acciones a favor de la normativa.
Pero la recarga de actividades hacia las mujeres nadie la regula sino proviene del Estado y de las familias, porque al momento en que las mujeres nos equilibremos del trabajo reproductivo, entonces tendríamos el tiempo de dotarnos de capacidades dignas, donde ambos sexos podremos participar en las actividades domésticas y recreativas, sólo así lograremos dignificarnos y los hombres evitarían visitar frecuentemente las cantinas, porque serán educados con el peso de sus hijos e hijas, y sus obligaciones ya no será un salir del paso, sino un deber, motivado y legislado por el propio Estado.