La sentencia: un cuento en memoria de Ramiro Choc
1Estas líneas fueron escritas en 2010, con ocasión de la sentencia espuria que concluyó un juicio político donde nunca se comprobó la participación de Don Ramiro Choc en los delitos que le imputaron: usurpación agravada, robo al Estado y detención ilegal. Sin embargo, fue condenado a 8 años de prisión, que meses después fueron reducidos a 6, tras el proceso de apelación. Seis años de encierro para un espíritu libre, para un padre, hijo, hermano, compañero, agricultor, constructor, pescador, cuidador del bosque y sus secretos, traductor, mediador, guía, luchador incansable por la madre tierra: ¡Un auténtico prócer de la Ixim Ulew!
Con infinita admiración y amor para mi Maestro, Don Ramiro Choc.
La Sentencia
-un cuento basado en hechos de la vida real-
Por Rocío García
Hace apenas unas lunas que andaba, entre ríos y montañas, socorriendo los males cotidianos de aquellos pueblos donde no hay maestro, ni médico, ni cura tan siquiera. Lo buscaban porque sólo él era capaz de juntar a gente y material para distribuir el trabajo y hacer en tres horas el puente del Río Claro, que hubiese podido costar tres días sin su labor.
Lo buscaban porque era capaz de neutralizar una tragedia entre familias, como el día que Macario y Maclovio estuvieron a punto de agarrarse a machetazos porque el primero encontró al segundo encaramado en su mujer, como él mismo decía… y sólo él fue capaz de recuperar la honra de la dama involucrada y volver las relaciones familiares y los lazos comunitarios a su cauce.
Lo buscaban porque, según decían, se enfrentó a la mismita muerte el día que con sus manos improvisó una camilla y se llevó en la espalda a la Chabela, la hija de doña Tona, con una hemorragia que la comadrona no pudo contener.
Por eso lo buscaron el día que vinieron aquellos ingenieros de la capital, a decir que ahí merito, donde estaban las casas, era un área protegida y que la ley decía que ellos eran usurpadores y que reñían con la ley viviendo ahí. Lo fueron a buscar para consultarle.
–Pero, ¿cómo? –preguntaba Macario–, si allí nos dio permiso el Tzuultaq´a, cuando veníamos huyendo del ejército, si aquí tengo mi milpa.
–¿Cómo? Si ahí nacieron nuestros hijos –decían el Maclovio y la Esperanza.
–¿Cómo? Si ahí enterré a mi madre –decía doña Tona, la mamá de la Chabela.
–Si allí fue donde hicimos el puente que ahora dicen que va servir para el turismo.
El tramo que uno hace en tres horas a buen paso, en tres cuartos de hora lo hizo él para ir al pueblo a averiguar si era cierto y dejó muy clarito a la autoridad que la gente no tenía a dónde irse, y no tenía por qué irse.
Sábado en la noche era cuando llegaron la policía y el ejército a sacar a la gente de sus casas. Quién sabe en qué momento se volteó la tortilla y la gente, defendiendo a sus hijos, sus cosechas, sus animales, sus casitas, agarraron a unos cuántos policías y amenazaron con quemarlos.
A Felipe, el patojo que más rápido corría, lo mandó un anciano hasta la otra comunidad a buscar al que siempre ayudaba, a rogarle que viniera sin tardar a ver lo que pasaba.
Apenas se calzó las botas de hule y salió corriendo. Menos mal que llegó, si no segurito que queman a esos policías.
Pocos días habían pasado del incidente cuando el amigo decidió ir a hacer unos mandados a la capital… Ni de la cabecera había salido la camioneta, cuando subieron unos soldados a bajarlo y se lo llevaron… Registraron su mochila… ¡Nada!, apenas un suéter, la Biblia y un libro de Engels… ese libro… motivo suficiente para despertar las suspicacias conservadoras, suficiente para que hasta el presidente de la República le dijera terrorista…
–¡Usurpador!, dijeron los finqueros;
–¡Depredador!, dijeron los ambientalistas…
Manipulador, comunista, guerrillero, hasta borracho y mujeriego, le dijeron en la prensa. ¡Que se aplique el Estado de derecho!, pedían todos …
Un año pasó en el bote hasta que pesó más el miedo a la bulla del populacho y se vieron obligados a entablar el juicio. De usurpación, detención ilegal y robo al Estado se le acusó. Una semana tardó el juicio, en el juzgado departamental… y allá llegaban cientos de gentes diferentes cada día, para acercarle café caliente, tamales fríos, dibujos coloridos de las niñas y los niños, tortillas hechas por las mejores manos, rosarios conjurados con la esperanza de las abuelas, el abrazo y la risa de los amigos.
Los testigos dijeron que él llegó cuando el relajo ya había estallado, y que le llamaron para ver si él podía mediar entre partes, que la medición del terreno era imprecisa y que no podían llamarle usurpadora a la gente que vivía en el sitio… ¡Y menos a él que hasta era de otro municipio…!
Cuando le tocó declarar, se dirigió primero a la audiencia y después al tribunal que lo juzgaba, invocó la fuerza y la verdad de sus antepasados y luego procedió a pedir que no encarnaran en su persona los males que a esta sociedad le ha llevado más de cinco siglos enredar.
Absortos audiencia y tribunal, se fija la sentencia para el día siguiente. Al llegar el nuevo sol, miles de gentes en la calle, proclamaban su nombre y exigían su libertad, esperando en las calles aledañas, las gradas, los pasillos y la sala del juzgado…Treinta páginas leyó juez inexpresivo hasta que por fin sentenció:
–Ciertamente no se le puede culpar de usurpación, porque usted no vive ahí donde fue la molotera; no se le puede culpar de retención ilegal, porque los policías ya estaban retenidos cuando usted llegó a ver lo que pasaba; no se le puede culpar de robo, porque no hay bienes desaparecidos.
¡Pero este tribunal le encuentra a usted culpable!
¡Culpable de usurpar Historia oficial con la memoria colectiva!
¡Culpable de retener ilegalmente las enseñanzas de sus antepasados!
Y, sobre todo, ¡Culpable de robarle al capital la posibilidad de expandirse por este territorio!
¡OCHO AÑOS DE PRISIÓN PARA USTED, RAMIRO CHOC!
Un relato que deben conocer todos los guatemaltecos y no ocultarlo en las escuelas, donde se educan los ciudadanos del mañana. Don Ramiro (QEPD) nos deja un legado de pasión, hombría y ejemplo de amor ala patria y a los guatemaltecos, que muchos desconocen. La justicia humana no se vio, pero la justicia Divina, dará a quienes lo merezcan el castigo por esta injusticia. Don Ramiro Choc, descanse en paz, que habrá quienes sigan su ejemplo. Un fraternal abrazo a la familia.