¿Soplan vientos de fronda?
0Los siguientes días y semanas determinarán si en Guatemala se vive una disputa entre las élites o un tiempo de rebeldía. En este contexto, qué hace o qué puede hacer la izquierda determinará, también, su futuro inmediato.
La expresión “soplan vientos de fronda”, se refiere al período de levantamientos que se dieron en Francia a partir de 1648 por las disputas entre la burguesía y aristocracia francesa contra Ana, la reina regente, y el cardenal Mazarino quienes gobernaban en aquel entonces; en otras palabras el trasfondo fue una disputa de élites. Pero esa expresión también se utiliza para referirse a un estado de rebeldía y agitación generalizada.
Los siguientes días y semanas determinarán si en Guatemala se vive una disputa entre las élites o un tiempo de rebeldía. En este contexto, qué hace o qué puede hacer la izquierda determinará, también, su futuro inmediato.
El amplio rechazo al presidente y la vicepresidenta expresado en plantones alrededor de la casa presidencial, las multitudinarias manifestaciones del 25 de marzo y 2 de mayo en distintas ciudades; la masiva marcha el primero de mayo y la protesta motorizada del 3 de mayo, son expresión de que la ciudadanía está harta y anhela un cambio. Cuán profundo o superficial pueda ser el cambio, depende de cómo actúen diversos sectores y fuerzas en esta coyuntura.
Algunos columnistas ven como una virtud que las manifestaciones se hayan desarrollado, supuestamente a partir de la convocatoria de unas pocas personas y que éstas hayan sido convocadas a partir de las redes sociales. Sin embargo, lo cierto es que ese descontento se ha venido incubando desde hace años; lo único que necesitaba era la gota que rebalsara el vaso. La convocatoria circuló por varios medios y desde diversas direcciones. Algunos columnistas ven como una virtud que las manifestaciones se hayan desarrollado, supuestamente a partir de la convocatoria de unas pocas personas y que éstas hayan sido convocadas a partir de las redes sociales.
Quizá el cambio que se exige –la renuncia de Pérez y Baldetti- tiene, a la vez, su principal debilidad en su principal fuerza. Es decir es lo suficientemente amplia para posibilitar que diversos sectores la acuerpen; pero al mismo tiempo no va más allá de esa demanda. El movimiento ciudadano que se ha expresado en las distintas manifestaciones no tiene un planteamiento alternativo más allá de la renuncia de los gobernantes (que de darse, sería el congreso dominado por el PP y LIDER el que nombraría a la persona para finalizar el período) no cuenta con una dirección común, ni existe una forma organizativa que permita la continuidad.
Por eso algunos medios, al subrayar la espontaneidad y la ausencia de conducción como una virtud, en realidad están celebrando que esas manifestaciones no se constituyan en una fuerza social y política que cuestione al sistema. Desean que se depure el sistema de los corruptos más evidentes, pero sin cuestionamientos ni cambios de fondo. Por eso algunos plantean que lo que hay que hacer es que se desarrolle el “debido proceso” y esperan que la ciudadanía tenga la memoria corta y olvide que fueron los mismos partidos corruptos los que eligieron a las cortes y magistrados.
No obstante, lo importante de este movimiento es que significa el inicio del rompimiento del consenso de las clases dominantes, en particular en sectores que anteriormente no se han movilizado: los sectores medios y urbanos. La idea de que lo que beneficia a los sectores económicamente poderosos, beneficia a todas y todos, se está resquebrajando. A la vez, se está posibilitando el inicio de convergencias de distintos sectores. Sintomático fue la participación, en la manifestación del primero de mayo, de universitarios sancarlistas y landivarianos. Eso desde luego implica, para los movimientos sociales, la revisión de las formas de articulación y participación. En particular porque los habitantes de las ciudades, sobre todo los más jóvenes, están encontrando las motivaciones para romper con la apatía. Recordemos que esa juventud es la juventud de la postguerra, la que no vivió las luchas de los años setenta, ochenta y noventa.
La derecha, que tiene un muy un agudo sentido de supervivencia, por el momento ya ha trazado su estrategia: Los medios de comunicación, sobre todo los monopolios informativos, buscan minimizar la información sobre las protestas y sobre todo que no se dé a conocer los cuestionamientos al sistema político. Y los partidos políticos no quieren que el descontento crezca porque eso cuestionaría a los mismos partidos y sería muy desgastante que inicie un gobierno con un alto nivel de cuestionamiento. En tanto, que los empresarios aunque han expresado su rechazo a la corrupción –porque no hacerlo los llevaría a que se les cuestione- tampoco están interesados en que crezca el descontento.
Ante este panorama inédito, ¿cuáles son los retos para la izquierda? En primer lugar, estar en las calles para escuchar, aprender, dialogar y ser parte de la lucha. Eso implica no quedarse con los esquemas, sino dar lectura a lo que está sucediendo y abrirse a las enseñanzas y posibilidades de la realidad, que pueden ser mucho más diversas y aleccionadoras que cualquier definición preestablecida.
En segundo lugar, salirse del cronograma electoral. Es decir, las protestas y los giros que pueda tomar la coyuntura no se pueden reducir al estrecho marco del cronograma electoral; tienen su propia dinámica y hay que estar en esa dinámica. Mantener la atención a lo que sucede cada día porque pueden desarrollarse iniciativas novedosas, pero también tener presente de que ya hay fuerzas conservadoras que están tratando de sacar provecho político. Además, las actuaciones de diversos actores en tiempos de crisis pueden develar la verdadera posición, más allá de los discursos. Concentrarse en las campañas electorales y olvidarse de lo que está sucediendo en el contexto sería el peor error de la izquierda, lo que llevaría a profundizar su aislamiento.
Tampoco se puede sobredimensionar los hechos. La alternativa al actual dominio de la derecha no surge de la espontaneidad. Pueden crearse condiciones que podrán aprovecharse, pero la alternativa aún debe de tomar forma. Además, los partidos de izquierda no cambian de la noche a la mañana, todavía les falta un importante camino por recorrer, si es que quieren recorrerlo. Las candidaturas más importantes ya están definidas, solo hacen falta las de relleno; lo que se pudo unir, que no es mucho, ya se concretó. La fragmentación es el principal lastre y para superarla se requiere un enorme salto cualitativo que difícilmente los partidos de izquierda están en capacidad de dar. Ojalá y las mentes más lúcidas puedan ver que en este momento la disputa principal no está en las urnas, sino en las calles; y den pasos ágiles y necesarios para tender puentes hacia los pueblos y los movimientos sociales.
Afortunadamente, la izquierda no se reduce a los partidos políticos. Y para esa otra izquierda, los mayores retos están en encontrar el rumbo para que se profundice la conciencia de que el problema va más allá de la corrupción de éste gobierno. Sino que el problema está en el sistema que se basa en la impunidad y la corrupción. Lo importante es cómo convertir la indignación en confluencia para actuar y cómo darle a esa confluencia, en lo inmediato, las formas necesarias para construir articulaciones más permanentes. Recordemos que son los pueblos los que con su participación posibilitan y sellan los cambios en una sociedad. Por ello, todo lo que se pueda avanzar en conciencia y articulación, es ganancia.
Todavía queda camino por recorrer para cambiar la correlación de fuerzas y romper el control del bloque dominante. Pero esta coyuntura posibilita lo que expresáramos anteriormente: la política debe ser cotidiana. También abre la posibilidad de procesos de toma de conciencia entre los jóvenes, particularmente los jóvenes urbanos, tanto de sectores medios como de sectores empobrecidos, si se tiene la sensibilidad para escucharlos y asumir sus demandas. La Historia ha lanzado el desafío, toca recoger el guante. Como escribiera José Martí el 5 de diciembre de 1891: “Es la hora de los hornos, en que no se ha de ver más que la luz”.
Iximulew, 5 de mayo de 2015.
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