Semillas rebeldes y conocimientos ancestrales
0Texto y fotografías: Andrés Ruiz
Entre el 15 y el 18 de octubre se realizó el XII Encuentro Nacional de Agroecología en el municipio de San Pedro la Laguna y en la cabecera departamental de Chimaltenango. Al mismo tiempo se realizó el primer Encuentro de Sabios y Sabias de las Semillas y Otros Saberes Tradicionales que sumo al encuentro de este año a personas de pueblos indígenas de México, Centroamérica, Ecuador y Colombia. Este intercambio fue posible gracias a la organización y el trabajo de la Red por la Defensa de la Soberanía Alimentaria en Guatemala, REDSAG. El encuentro buscó el intercambio de experiencias, pero también reconocer las amenazas comunes en la región a la autonomía de los pueblos a través del ataque a su soberanía alimentaria y definir estrategias comunes para su defensa.
La producción agrícola en Guatemala
Desde tiempos coloniales, Guatemala fue descartada como fuente de metales preciosos, por lo que la acumulación de capital estuvo íntimamente vinculada con el acaparamiento de las tierras productivas y la imposición del trabajo forzado a la población indígena. Tanto en la época colonial cuando la repartición de indios legalizaba el trabajo forzado de los pueblos en los latifundios concedidos a los terratenientes criollos como después de la Reforma Liberal cuando se expropiaron muchas de las tierras comunales se estableció el salario, los pueblos se han visto forzados a trabajar la tierra, mientras otras tareas han estado reservadas para los mestizos. Es por eso que hoy hablar de campesinado y de comunidades agrícolas es casi lo mismo que hablar de pueblos indígenas.
En la actualidad, los bajos salarios que los agro-exportadores pagan solo temporalmente a los jornaleros les permiten tener costos de producción muy bajos y poder competir en el mercado mundial frente a otros productores. Aunque la industrialización ha ido abriéndose paso lentamente, aún persiste y se reproduce un sistema racista y explotador que obtiene su ganancia en el margen entre sus costos de producción y los precios de mercado. Aunque la oligarquía no puede controlar los precios internacionales, si puede mantener bajos los salarios y costos de producción en el país y así garantizarse una ganancia. Para que sean posibles estos intensos niveles de explotación durante momentos claves de la producción agroindustrial, la oligarquía agraria debe garantizarse el control de la institucionalidad del Estado y de esa forma dejar sin apoyo técnico a las familias campesinas que quedan con un pequeño margen para formarse e innovar en sus formas de producción.
El control del Estado les permite detener las iniciativas que favorezcan el desarrollo del campesinado guatemalteco como en su momento lo fue la Reforma Agraria del gobierno revolucionario de Jacobo Árbenz y más recientemente la iniciativa 4084 Ley de Desarrollo Rural Integral que topó con las fuerzas más reaccionarias de la oligarquía criolla. Al mismo tiempo, buscar la introducción de métodos de producción agrícola que rompen con la tradición de los pueblos como la introducción de semillas transgénicas y agro-químicos. Esta política excluyente expulsa del campo hacia la ciudad a muchos trabajadores y obliga a otros a buscar integrarse a otras economías para lograr la subsistir a través de la migración.
¿Qué es la agroecología?
Una de las principales condiciones para la supervivencia de una sociedad, es el acceso a alimentos. Conforme la sociedad va creciendo esto va implicando un esfuerzo cada vez mayor, por lo que los gobiernos deben encontrar mecanismos para garantizar este derecho a toda la población, pues además es uno de los principales indicadores de éxito para un sistema político y un régimen de gobierno que logre la estabilidad.
En Guatemala, esta condición tan básica es aún un anhelo al que el Estado no ha sabido responder, según datos de UNICEF en 2017, 4 de cada 10 niñas y niños menores de 5 años presentan desnutrición crónica. En parte esto se debe a que en la repartición internacional del trabajo, Guatemala se ha convertido en un país agro-exportador, es decir que exporta productos agrícolas a los grandes mercados como Estados Unidos y la Unión Europea, e importa otros productos manufacturados o procesados. Dentro de esta lógica y asumiendo este rol, los gobiernos de Guatemala han buscado la seguridad alimentaria a través de la compra a gran escala de granos y otros alimentos básicos, que son repartidos de forma asistencialista a la población. Si bien este enfoque permite intervenir en momentos críticos como emergencias ambientales, también contribuye a generar una dependencia en la población. Al mismo tiempo, esta forma de compra es una ventana abierta para actos de corrupción como la inflación de los costos, el desvío de los alimentos o la politización de su entrega.
En las comunidades campesinas esta lógica de producción para el mercado ha ido permeando las formas ancestrales de producción a través del ingreso de agro-químicos como fertilizantes, pesticidas y semillas alteradas o transgénicas. A la larga, esto genera dependencia de las comunidades más los costos de los agro-químicos, va reduciendo la capacidad productiva de la tierra y reduciendo el valor alimenticio de los productos agrícolas. La idea del monocultivo, lleva a que las familias campesinas se inclinen por uno u otro producto y que luego dependan del precio de venta en el mercado para suplir todas sus necesidades y que deba vender lo mejor de su cosecha para terminar consumiendo lo de menor calidad. Además, las vuelve más vulnerables al cambio climático y compromete su soberanía y seguridad alimenticia.
La soberanía alimentaria buscar romper con esta lógica de mercado y convertir la parcela de monocultivo en una unidad productiva autónoma, diversa y orgánica. En lugar de priorizar el costo de venta de la cosecha, el enfoque agroecológico busca tener cultivos diversos como frutas, hortalizas, entre otros, en un mismo espacio que permitan una dieta diversa y balanceada. La adecuada asociación de las plantas permite que el suelo, en lugar de empobrecerse, aumente su riqueza en nutrientes y de esta forma proporcione alimentos libres de químicos y de alta calidad nutricional.
Al dejar de depender de los agro-químicos, los costos de producción se reducen, lo cual resta presión a la hora de comercializar la cosecha. Este enfoque deja en un segundo plano los estándares del mercado y prioriza el consumo de productos de alta calidad nutricional para la familia campesina, mientras deja abierta la puerta a la comercialización de los productos excedentes de forma directa o luego de su procesamiento. La agroecología es una herramienta para alcanzar la soberanía alimentaria de las familias campesinas, pero sin comprometer a la Madre Tierra, la biodiversidad o generar dependencia del mercado.
Semillas rebeldes y conocimientos ancestrales
La agricultura de los pueblos ha sido un proceso lento de perfeccionamiento constante con prácticas cotidianas como el mejoramiento natural de las semillas a través de la selección artificial, es decir de la selección de los mejores frutos para sembrar en la siguiente cosecha, la observación de los ciclos de la lluvia y el aprendizaje de las propiedades de las plantas. A través de años de estas prácticas, los frutos de las semillas se fueron perfeccionando y ganando valor alimenticio.
El maíz en sus distintas variedades permite obtener cosechas en distintas condiciones climáticas, con distintos ciclos de lluvia e incluso en distintas épocas del año. Al maíz se suele sumar el frijol que aporta nutrientes a la tierra que el maíz aprovecha y el ayote, que cubre el suelo para conservar la humedad cuando la lluvia disminuye. Estos tres cultivos asociados suelen acompañarse de otras hierbas como el chipilín que permiten diversificar la dieta y que en su conjunto se conocen como milpa que más que una planta es un sistema de cultivo altamente perfeccionado.
Además, el conocimiento del ciclo de las estaciones a través de la observación de los astros permitió y permite saber a los pueblos cuando y que sembrar para obtener los mejores resultados y asegurar de forma soberana su alimentación. Este conocimiento trasciende de un plano meramente técnico hacia un plano espiritual y cosmogónico alrededor de la relación con la tierra. Es a partir de estas prácticas que se organizan el mito de la creación, el calendario y el sistema de organización social de los pueblos.
Muchas de estas prácticas pasan por la costumbre y no necesariamente se encuentra de forma sistémica en todas las personas campesinas o de origen maya, pero esto es consecuencia directa de la violencia genocida de la que han sido víctimas en distintos momentos históricos. La agroecología y la práctica espiritual maya van de la mano como herramientas complementarias hacia la soberanía alimentaria y la autonomía de los pueblos originarios. En ese sentido la defensa de las semillas, su intercambio entre los pueblos, su conocimiento, su propagación y conservación representan el resguardo de la posibilidad para la humanidad de volver a empezar y a estar en armonía con la Madre Tierra, así como el cultivo desde el Sistema Milpa representa una resistencia y una re afirmación identitaria que nos vincula con nuestros ancestros más allá de lo que la historia puede contar.