Manifestación contra viento y marea
0El pasado 23 de enero, el Movimiento Passe Livre (MPL), se sumó a una movilización nacional. Simultáneamente ocurrieron protestas en São Paulo, Florianópolis, Joinville, Salvador, Río de Janeiro, Brasilia y S. J. Campos. El acto se suma a una ola de protestas impulsado por el MPL comenzando este año
El clima para protestar no es favorable. El país está de vacaciones, y el aumento de las tarifas del transporte fue anunciado en la resaca de las fiestas de año nuevo. Prácticamente en todo el país el costo ha aumentado, en São Paulo, por ejemplo, de 3 a 3.50 reales, lo que significa un aumento del 16%. Lo mismo acontece en Río de Janeiro, Fortaleza, Curitiba, Aracaju y Florianópolis.
El reportaje fue realizado por Ingrid Fadnes, Aldo Santiago y Santiago Navarro F. y publicado en Subversiones- Agencia Autónoma de Comunicación.
El alza de la tarifa ha sido –desde la fundación del MPL en 2005– su pauta de lucha. MPL tiene buena parte de sus adeptos en las universidades, pero conforme la lucha se profundiza, se ha ido expandiendo, y hoy su trabajo es tanto en las periferias como en los centros de las ciudades. Su demanda se debe a que el transporte tiene que ser accesible para todos y evitar que el capitalismo privatice los espacios comunes de la ciudad. El transporte es la puerta de la ciudad y a través de él se puede acceder. Es lo que todos necesitan para trasladarse a su trabajo, para visitar familia y amigos, para ir al médico o para disfrutar de parques, playas, conciertos o eventos.
En junio de 2013, impulsadas también por el MPL, a las manifestaciones más grandes en la historia de Brasil, se sumaron otras organizaciones tanto independientes como partidistas y el aumento de las tarifas fue catalizado por la proximidad del Mundial de fútbol, debido a la inflación y el clima vanidoso que amenazaba con apoderarse del país. La respuesta de la población no fue prevista por el Estado brasileño quien después de esta ola de protestas masivas tuvo que volver a bajar la tarifa.
Durante el mes de enero, los jóvenes de São Paulo han tomado las calles en varias ocasiones. El pasado viernes una vez más se concentraron en el Teatro Municipal e hicieron uso de la asamblea, espacio donde se dejan oír las voces de los diferentes colectivos y organizaciones presentes para tomar la decisión de la ruta que seguirán las y los manifestantes.
Al calor de un torniquete incendiado simbólicamente, arrancó la movilización por algunas de las avenidas principales del centro paulista. La reacción del gobierno local parece seguir un patrón: la violencia por parte del Estado se ha convertido en la primera instancia, y ya no en la última, como respuesta a las demandas de este movimiento, ya que sin motivo alguno han reprimido a los manifestantes con extrema violencia.
«Nadie esta quebrando vidrios o provocando a la policía en las manifestaciones. No hay forma de justificar la violencia”afirma Eréndira Guimarães.
Un cartucho de gas lacrimógeno fue disparado de pronto hacia la multitud, nadie sabía lo que estaba pasando. Los manifestantes corrían por todas partes y los policías parapetados disparaban directamente hacia los manifestantes que trataban de encontrar un lugar seguro para resguardarse.
Horas antes de la represión
La iniciativa del MPL para salir a las calles para exigir una tarifa cero ha sido nutrida por la participación de otros movimientos y colectivos como RUA, Levante Popular Juventude, Movimiento de trabajadores rurales Sin Tierra (MST), Territorio Livre y los mismos trabajadores del transporte. Con música y gritos llenaron las calles del centro de São Paulo en una ruta que pasó por el ayuntamiento, la secretaría del Estado, la calle Brigadeiro e iba a terminar en la plaza de la República. El argumento para hacer esta ruta fue caminar donde esta la gente, donde están los trabajadores, y ciertamente el centro de São Paulo que se caracteriza por tener uno de los mayores concentraciones de ocupaciones urbanas; gente viviendo en la calle donde se mezcla la vida del burgués con los de abajo.
Algo que caracteriza las marchas del MPL son las vallas de seguridad organizadas por turnos entre varias compañeras y compañeros. Nadie puede entrar, la marcha sigue su ritmo, buscando su camino. Para evitar confrontaciones con la policía –que nunca brilla por su ausencia (acompañando las movilizaciones por los dos lados, enfrente, atrás y encima con helicópteros)– se requiere una organización colectiva. Desde el primer momento llegaron los antimotines (conocidos como tropa de choque) y la policía militar. Una fuerza policiaca odiada por todos los movimientos de la izquierda debido a que es una de las instituciones creadas durante la dictadura militar que permanece vigente y fortalecida.
Después de dar una vuelta por el centro, la marcha pasó por el Teatro Municipal de nuevo, dirigiéndose por las estrechas calles hacia la plaza de la República. A dos cuadras de la plaza la policía ya no aguantó. O respondieron por una orden planeada o se dejaron provocar por algo que era imposible de ver, incluso para la gente que iba hasta en frente de la marcha. Su táctica de siempre es dispersar la marcha dividiendo a los manifestantes en grupos pequeños, causando estrés y pánico, usan gases lacrimógenos, balas de goma, bombas de gas y golpes.
Hubo un intento de reorganizar al contingente para no correr y volver a la ruta sin embargo era evidente que la policía había tomado una decisión previa y no iba a permitir que la marcha llegara a su destino. Se dispersó por varias calles, y como siempre, aparecieron cantidades de antimotines en todas las esquinas, cerrando el paso.
Durante aproximadamente dos horas se podía escuchar y ver bombas en diferentes puntos del centro. Se reportaron seis personas detenidas. Ni durante las manifestaciones en el verano del 2014, en la víspera y durante el Mundial, se detuvo a tantos en una sola movilización.
El MPL ha llamado al 5to acto el próximo martes 27 de enero.
De presxs (injustamente) están llenas las cárceles
En Rio de Janeiro el cuarto acto contra el aumento de la tarifa de transporte público convocó a cientos –en su mayoría jóvenes– de entusiastas manifestantes, quienes durante el trayecto por las calles cariocas mantuvieron el tránsito pacífico de los contingentes pese al acoso sistemático y los bloqueos de la abrumadora presencia policiaca-militar.
Además de reivindicar la lucha contra el asalto a los bolsillos de lxs brasileñxs, es decir, el injustificado aumento de la tarifa al transporte público, en esta ocasión destacó la demanda por la libertad de lxs presxs políticos. Para resaltar dicha exigencia, la ruta dio inicio y finalizó frente al tribunal de justicia de Río de Janeiro. La asistencia de lxs manifestantes respondía a la inconformidad con los irregulares e injustos procesos contra más de una veintena de activistas que fueron detenidos entre julio y diciembre del 2014.
Algunxs de lxs criminalizados como parte de la reacción del Estado brasileño a las manifestaciones contra el Mundial de fútbol del año pasado, llevaron su proceso en libertad condicional; otros como Rafael Braga, Caio Silva, Fábio Raposo (los últimos dos acusados de homicidio doloso) se encuentran presos y en el caso de Igor Mendes, joven estudiante detenido desde diciembre de 2014 se le mantiene recluido pese a que su caso no circula por los tribunales.
Como parte de las estrategias de resistencia, nació desde julio de 2013 el Comité Popular contra el Estado de Excepción, el cual se propone organizar y poner en disposición información acerca de los abusos de las fuerzas policiacas contra la población. Una de sus fundadoras, la abogada Eloísa Samy, también detenida el 11 de julio del año pasado, consiguió evitar la prisión y continúa su proceso en libertad; más sus derechos de expresión y protesta han sido limitados por la criminalización del juicio en su contra que le impide de participar en manifestaciones.
La remembranza de la dictadura militar en el país sudamericano es inevitable. Por ello, lxs manifestantes convocaron, al final del cuarto acto, a otra movilización el próximo viernes 30 de enero; protesta que ahora también suma la inconformidad con la mala gestión de los servicios de agua, la cual llega a niveles alarmantes de desabastecimiento en los estados de São Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais. Con tales niveles de desacuerdo frente a la incompetencia e injusticias del Estado brasileño habrá que esperar un ardiente verano, en un ambiente que sólo espera una chispa de la sociedad para detonar en algo que recuerde el crecimiento exponencial de las protestas durante 2013 y 2014.