Juventudes, nihilismo y humanismo
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Por Abner Cottóm ((Publicado originalmente el 8 de junio de 2016 en el blog www.lacasaestatomada.wordpress.com))
“Predigo dos siglos de nihilismo.”
Federico Nietzsche (1844-1900)
En el siguiente escrito tratare de describir las principales características, concepciones y valores morales, entre las corrientes filosóficas llamadas humanismo y nihilismo, que concibo en una facción de la juventud latinoamericana y mundial actual.
El humanismo es para la cultura occidental el renacimiento de las ciencias, las artes, el pensamiento filosófico, una economía mercantil un poco más libre de la monarquía católica y las invenciones de todo tipo. Esto luego de superar el oscurantismo medieval al colocar de nuevo al hombre (cuando solo se reconocía a la especie humana con este calificativo) como centro del universo y dueño de sus acciones. Surge la globalización entonces en el siglo XV luego de la invasión a las indias occidentales (América). Este fue un cambio cultural que promovió nuevos valores éticos, estéticos y categóricos basados en una nueva concepción del ser humano. Estos primeros pasos dieron inicio a grandes acontecimientos políticos como la Ilustración, la Revolución Francesa, las ciencias y la ingeniería que potenciaron el desarrollo hasta llegar a las Revoluciones Industriales, las luchas independentistas, y otras revoluciones sociales.
El nihilismo es una corriente principalmente potenciada por el filósofo alemán Federico Nietzsche que describe la situación negativa de pérdida de falsos valores en la que se encuentra el “hombre moderno” y la absurdidad de su existencia, pero también la actitud positiva del creciente poder del espíritu humano. Esta es la principal antecesora de la posmodernidad. Esto significa que no hay nada que nos diga que hacer, que fundamente lo que está bien o mal, que es bello o desagradable, que es racional o irracional, sino que deben surgir nuevas voluntades basadas no meramente en ilusiones.
La condición humana actual luego de guerras mundiales y para Latinoamérica de dictaduras militares, conflictos armados internos y planes de invasión, potenciaron siempre en las juventudes el desprecio por todo aquello que el cristianismo totalitarista, la ciencia y la razón instrumental, el capitalismo y comunismo no pudieron resolver.
Debido a esta situación de desamparo (que muy bien retratan los existencialismos), es de donde se heredó a cada generación hasta llegar a nuestras juventudes actuales, la dura tarea de encontrarse a sí mismas (inicialmente de manera muy individual), buscando nuevas concepciones, nuevas humanidades superando las costumbres institucionalizadas como el matrimonio, la maternidad o paternidad, la música, pintura, danza (las vanguardias y el arte en general), la vestimenta, la sexualidad, la religiosidad, las relaciones de familia, económicas y las relaciones sociales en general.
Deseo dejar antes bien en claro que no me refiero a una mayoría de población joven y guatemalteca, sino de una generación que va más allá de las fronteras, que ha cultivado y agradecido todas esas formas liberadoras y responsables de la condición del ser humano, que entonces para nuestro país esta pasa a ser tristemente una “minoría”.
Somos jóvenes y esto no tiene que ver solo con la edad sino con la cultura que hemos heredado como generación. El siglo XXl ha traído una gran cantidad de problemas que hasta ahora podemos empezar a discutir y reconocer pacíficamente. Esto sin llegar primero a atacarnos bélicamente bajo promesas de miedos infundados y deformaciones de los otros. Hemos aprendido que la violencia no es la solución sino todos esos valores morales que nos permiten platicar y ponernos de acuerdo.
De allí que esta juventud reconoce que la mayoría somos parias sin una cultura fuerte debido a un mestizaje que no posee más que sobras de un judeo-cristianismo decadente, la influencia de los países anglosajones y/o “primer mundistas” que bebemos de los aparatos electrónicos desde nuestra más temprana infancia. Que aún vivimos las crisis psicosociales de los conflictos bélicos, como el miedo colectivo, la falta de organización y toma de liderazgo.
Entendemos el medio ambiente como la suma de todas esas conexiones vivientes en el aquí y ahora. Todo depende de todo y si no protegemos las principales fuentes de vida entonces no nos estamos protegiendo a nosotros mismos. Entender que el agua vale mucho más que el oro, que los metales “preciosos” no son más que metales (es bastante protohumano utilizarlos como ornamentos y no como superconductores eléctricos, aun cuando las concepciones estéticas han evolucionado). El colocar los desechos adecuadamente para que sean reciclados (si es que no le encontramos un uso nosotros mismos), la búsqueda y ahorro de nuevas formas energéticas.
Sabemos que el uso de drogas especialmente de marihuana ya no es un hecho por el cual se deba “pegar el grito al cielo”, sino que podemos utilizarla para conocernos a nosotros mismos, buscarnos y encontrarnos, explorar y recrearnos desde diversas formas de percibir lo mismo, de comunicarnos y convivir con una gran cantidad de personas tan diferentes pero que comparten el mismo estado de apertura y relajación.
Consideramos que la diversidad sexual, las personas lesbianas, gais, bisexuales y todas la distintas formas trans, no deben ser señaladas y juzgadas como pecaminosas para poder decidir sobre esos cuerpos que no son los nuestros. Que podemos vestirnos como decidamos aun si es ropa enmarcada como de hombre o mujer (o si es simple o “de marca”), borrando los llamados roles de género y la heteronormatividad patriarcal, machista, clasista, entre otros muchos calificativos istas.
Reconocemos que nuestros cuerpos son propiedad nuestra y no de Dios, ni del Estado, ni de nadie más que de nosotros mismos por lo que el tatuarnos, perforarnos, tener la cantidad de hijos que querramos o no tenerlos (al reconocer los más de siete mil millones de humanos que somos y la sobrepoblación y otras graves problemáticas Latinoamericanas), son decisiones personales y no del Estado o de otros grupos sociales (especialmente los religiosos).
Las ideas represivas de belleza han sido superadas por la libertad individual de decisión sobre nuestros cuerpos sin la hipocresía de una fuerte influencia social basada en costumbres y tradiciones que funcionan para dominar los cuerpos y el producto del trabajo de esos cuerpos. También que la virginidad no es una virtud ni la sexualidad debe ser algo doloroso y que no deba placer sino causar dolor. Esto dejando atrás las ideas judeo-cristianas que tratan al cuerpo como algo pecaminoso y sucio que siempre debe sentir dolor y ser castigado. Reconocemos que podemos tener relaciones sexogenitales aun sin querer institucionalizarlas bajo el matrimonio, con pleno respeto hacia nuestros cuerpos. Para ello hemos aprendido métodos anticonceptivos, de salud sexual y reproductiva integral.
Muchos podemos conectar esa realidad del aquí y ahora en la que sentimos directo a la cara esa inequidad social que no tiene en que ampararse más que en mentiras basadas en creencias y vestigios protohumanos. Que existe una gran desigualdad social que hace que unos pocos puedan tener de todo, mientras que un gran todo sea sistemáticamente obligado a tener poco, aun cuando el esfuerzo y el trabajo sean los mismos. Como jóvenes hemos heredado nuevos valores morales pues entendemos que lo que somos también depende de los otros, lo que le pasa a cualquiera me afecta a mí como especie humana desde una intersubjetividad que nos conecta con la personalidad de los otros.
Reconocemos que todos estamos frente a la misma condición absurda de la existencia, que efectivamente presenciamos por fin la caída de esos grandes metarrelatos, el cristianismo, la Ilustración y la positividad de la ciencia, el capitalismo y comunismo (también en las empresas, sindicatos o partidos políticos), pero que hemos guardado para reproducir únicamente lo más importante de cada uno de ellos, lo plenamente humano.
También reconocemos que la educación debe proporcionarnos una profesión que nos brinde una alta calidad de vida, ganando mucho más allá de un salario mínimo, pero no solo eso sino que debe ser una educación liberadora, que no se esconda tras las promesas falsas de un bienestar que llegara si nos esforzamos, aunque no sea nuestro el producto de nuestras manos e intelectos. Una educación que no instrumentalice siendo responsable por las problemáticas sociales y su vinculación con las masas más necesitadas.
Vivimos bajo nuevos parámetros, así que nuestras decisiones no pasan por las categorías judeocristianas de bien versus mal para ser premiados o castigados, sino que decidimos en base al conocimiento serio de los otros, de cómo mis necesidades se conectan con las tuyas pues son las mismas y de cómo me afecto y a los demás. Por lo tanto esta juventud puede socializar con cualquiera pues no se aferra a una manada protohumana.
Y no solo con “los otros”, sino la conexión con el universo entero que no necesitó de un ser superior para surgir, un universo que efectivamente se reconoce a través de cada uno de nosotros mismos. El no creer en un amigo imaginario llamado Dios hace que cada momento sea un verdadero e impresionante milagro.
Reconocemos que nuestro trato hacia los animales es lo que nos hace humanos, pues no son solo alimento o mascotas. El hecho de que reconozcamos que sienten y perciben como nosotros nos vuelve empáticos hacia una condición de supervivencia compartida. El buscar formas alternativas de alimentación como el vegetarianismo, no es algo extraño o acusable.
También entendemos que podemos incidir directamente en la política a todo nivel, al organizarnos desde todos los espacios, la casa, la cuadra, la colonia, el pueblo y la comunidad. Esto para tener una injerencia que no debe pasar necesariamente por los mecanismos de control estatales. También reconocemos que podemos castigar la corrupción, el tráfico de influencias, las estructuras paralelas, el nepotismo y las influencias bajo la mesa. No nos gusta que nos roben.
Todo esto bajo formas de justicia humanas, pacificas y sin violencia, pues hemos aprendido (luego de miles de años) que las guerras no resuelven mucho, sino que el dialogo, el consenso y la risa, son las mejores formas de superar nuestras “diferencias”. Que podemos cambiar y hablar, no quedarnos callados ante lo inhumano y permitirlo bajo el yugo de una actitud sumisa y de obediencia ante lo que sabemos es injusto.
También entendemos que debemos cuidar nuestro cuerpo superando las adicciones que los medios de comunicación nos implantan, tanto como si no lo deseamos aun sabiendo que si nos hacemos daño es una decisión deliberadamente consciente aun ante las consecuencias, pero consciente.
El aborto, la eutanasia, el suicidio son casos en los que no debemos usar prejuicios sino conocerlos para entender que son necesarios en muchas situaciones.
Sabemos que tenemos amplias posibilidades, que no nacimos para ser algo específico cerrándonos a lo que nos gusta, que podemos ser ingenieros y a la vez baletistas, grandes empresarios y poetas, malabaristas y políticos, arquitectos y músicos, físicos y cantantes, doctores y maestros espirituales, que nos encontramos abiertos a todo pues somos seres de posibilidades reales.
Reconocemos que las maquinas, los ordenadores, celulares y la gran cantidad de aparatos electrónicos no son contraproducentes si los utilizamos como herramientas para incidir, informar, socializar y por lo tanto de organizarnos.
Esta juventud demuestra una gran apertura y hambre de convivir con cualquier tipo de cultura, principalmente al reconocer a aquellas que se han intentado borrar sistemáticamente. Reconocemos que está naciendo por fin una cultura humana con toda la fuerza intercultural de miles de años de vivencias y sentires. Estamos abiertos a convivir y promover las diferencias para vivir lo más humano de cada una de ellas. Esto también en términos de religiosidad pues surge una practica intereligiosa que toma lo más humano de cada una de ellas (sean occidentales u orientales).
Reconocemos que en la cotidianidad y aun en las decisiones más simples existe el reto de cultivar los valores morales que reconocemos en la otredad, la libertad, responsabilidad, justicia, solidaridad, equidad, tolerancia, paz y la rebeldía (también como un valor moral).
Así que la condición humana que no es ni Verdadera, ni Real, ni Única, sino que nos encontramos ante la posibilidad de decidir ante una misma interpretación compartida de nuestros cuerpos y acciones sociales. El reto de entender lo qué es el nihilismo y lo absurdo de la existencia para decidir como plenos seres humanos sin miedo a la libertad, lo que haremos ante tal condición netamente humana. Todo esto al coexistir y construir nuevos valores morales que se resumen en la pregunta: ¿Qué queremos?
Excelente articulo, me senti identificada.