En la muerte de un tirano, los cuervos están de luto
3murió el cretino
vamos a festejarlo
a no llorar de vicio
que lloren sus iguales
y se traguen sus lágrimas
se acabó el monstruo prócer
se acabó para siempre
(…)
es un muerto de mierda
Mario Benedetti
Por Gabriela Miranda García
Morir impune es propio de un tirano. Morir con honores es propio de un tirano. Morir como héroe, como prócer, como patrón, como padre del todos es propio de la muerte de un tirano. Van miles a sus funerales: los amigos, los beneficiados, los desmemoriados, los empresarios, los curas, los megalómanos, los cómplices, los deudos, los militares siempre, los tiranos que le sobreviven y su prole.
Los funerales de Arzú, expresidente de Guatemala y actual alcalde de la capital, me recuerda al relato de García Márquez, “Los funerales de Mamá Grande”, la patrona de Macondo, de todo Macondo. Me recuerda porque ella al hacer la lista de sus bienes resultó que todo, todo lo pertenecía, sus bienes visibles y los invisibles: “los colores de la bandera, la soberanía nacional, los partidos tradicionales, los derechos del hombre, las libertades ciudadanas, el primer magistrado, la segunda instancia, el tercer debate, las cartas de recomendación, las constancias históricas, las elecciones libres, las reinas de la belleza, los discursos trascendentales, las grandiosas manifestaciones, las distinguidas señoritas, los correctos caballeros, los pundonorosos militares, su señoría ilustrísima, la corte suprema de justicia, los artículos de prohibida importación, las damas liberales, el problema de la carne, la pureza del lenguaje, los ejemplos para el mundo, el orden jurídico, la prensa libre pero responsable, la Atenas sudamericana, la opinión pública, las lecciones democráticas, la moral cristiana, la escasez de divisas, el derecho de asilo, el peligro comunista, la nave del estado, la carestía de la vida, las tradiciones republicanas, las clases desfavorecidas, los mensajes de adhesión”.
Todo esto eras los bienes de Mamá Grande y es una lista sin terminar por falta de tiempo, pues ya se moría. Era como si todo lo que Macondo es, se le debiera a Mamá Grande. Por eso me recuerda a Arzú, ahora resulta que Guatemala le esta en deuda. Las honras fúnebres de dos días, el apabullamiento de los medios empresariales de comunicación, los discursos de los poderosos y hasta la multitud que va a los funerales sin ser invitada, nos pervierten la memoria, nos hacen creer que murió un hombre digno de tal reconocimiento.
Ahora Álvaro Arzú Irigoyen es llamado el presidente de la paz, porque fue durante su periodo presidencial que se firmaron los acuerdos de paz para dar fin a la guerra civil. Por lo menos a una parte de ella, la otra continúa. Pero fue también en su presidencia que monseñor Gerardi fue asesinado dos días después de entregar el informe “Guatemala, Nunca mas” un proyecto de memoria (Recuperación de la Memoria Histórica, REMHI) para contar la historia de esa guerra de la que planeaban, no sólo deshacerse, sino dejarla en el olvido.
El 20 aniversario de este asesinato, el 26 de abril, ocurrió un día antes de la muerte de Álvaro Arzú, ningún mandatario guatemalteco se presentó a las actividades de conmemoración, pocos medios dieron cobertura, la asistencia fue menor, el asunto esta básicamente obviado.
La memoria, es un lugar de disputa permanente, no dejar registro de lo ocurrido, ocultar información, tergiversar los hechos, hacer héroes de villanos, es violencia narrativa. Por eso al obispo lo mataron de golpes en la cabeza, abrieron su cráneo, aplastaron su cerebro como un símbolo para dejar claro, que si algo no se debe hacer en Guatemala, eso es reconstruir la memoria.
De la muerte de Arzú quedan preguntas ¿quiénes se quedaran a cargo del reparto?, ¿cómo se establecerán las nuevas alianzas?, ¿cómo su muerte generará un mito que suplante la historia? Porque mientras el cortejo fúnebre avanza los pactos se mueven: “Nadie advirtió que los sobrinos, ahijados, sirvientes y protegidos de la Mamá Grande cerraron las puertas tan pronto como sacaron el cadáver, y desmontaron las puertas, desenclavaron las tablas y desenterraron los cimientos para repartirse la casa”.
Están invitados a los funerales los cuervos, vestidos con zapatos caros, bolsas negras de María, lentes oscuros D&G, que harán festín, nosotros no vemos “el ávido aleteo que ocurrió en el caballete de la casa cuando se impuso el acuerdo en la disputa de los ilustres, y se sacó el catafalco a la calle en hombros de los más ilustres.”
Pero también mientras tanto, en los honores rendidos en las plazas públicas, al igual que en el relato marqueciano “los hombres y mujeres abandonaban sus ocupaciones habituales para tentar fortuna con cosas de vender en los funerales de la Mamá Grande”, así los funerales estuvieron llenos de vendedores ambulantes, no invitados, tan odiados, tan perseguidos por el tirano muerto.
Cierto!
¿No es curioso que a un tirano lo despidan con flores y petalos de rosas camino a su tumba?
A mí me produjo profundos sentimientos encontrados la muerte de Arzú. Para mí siempre ha sido y será el símbolo perfecto de todo aquello que odio de nuestro país. Ansié mucho su muerte pero desde hace años me lamentaba ya de que cuando esto al fin sucediese se iba a ir entre aplausos y lagrimas y así fué. Así es nuestra gente al fin, desmemoriada y fiel amante del yugo y la tiranía. En todo caso en medio de las vergonzosas escenas en que el pueblo se unía a celebrar a un criminal, supe distinguir que aunque fué un insulto de la vida que se fuera impune igual que Ríos Montt, algo de esperanza nos da su partida. Su misma personalidad intransigente que exigía no inteligencia sino lamebotas a su alrededor ha provocado que el maligno poder político que acumuló en buena parte se esfume por no haber heredero a su altura. Pero ahora la pregunta que queda es ¿Podrá la izquierda aprovechar el momento y asestar los golpes necesarios para botarles más el poder al fascismo criollo? Yo lo dudo.