El juicio de Sepur Zarco: la historia de las mujeres que exigen justicia por el pueblo q’eqchi
2El pasado 1 de febrero se inició el debate oral y público sobre el caso Sepur Zarco, el cual resulta el primer caso que evidencia la lucha de las mujeres en su exigencia de justicia por la violencia sexual y los abusos cometidos en contra de ellas en las poblaciones indígenas de Guatemala.
Por Paulo Estrada Velásquez
Este texto fue elaborado para publicación en Subversiones
Durante el periodo de 36 años (1960-1996) de la guerra interna, el ejército guatemalteco cometió serias violaciones a los derechos humanos. Se llegó a considerar que cualquier persona que estuviera en desacuerdo o en contra de los planes económicos impulsados por las dictaduras militares, quienes se encontraban en contubernio con la oligarquía local, serían catalogados como enemigos del Estado o enemigos internos.
El juicio que se lleva a cabo en las Sala de Vistas del Palacio de Justicia, ha sacado a la luz pública, la estrategia de despojo aplicada en el municipio de El Estor, departamento de Izabal en la región nororiental de Guatemala, así como del municipio de Panzós, de partamento de Alta Verapaz. La aldea Sepur Zarco es una comunidad que se encuentra en el límite entre estos dos departamentos.
Durante principios de la década de los 80, los terratenientes finqueros de la región se percataron de que los comunitarios se estaban organizando para legalizar sus tierras por medio de «comités de tierra», los cuales se encargaban de ir a Panzós para realizar el trámite que les permitiera tener un espacio donde vivir dignamente.
«Al principio no había soldados» relatan las decenas de testimonios que han sido presentados a lo largo del debate. Fue durante el gobierno de facto del general José Efraín Ríos Montt, en 1982, que a petición de las familias terratenientes –dueñas de haciendas y fincas– se instaló un destacamento militar en la aldea de Sepur Zarco. El destacamento fue construido por las personas de la aldea bajo un ambiente de amenazas e intimidaciones.
En ese momento, los soldados montaron un brutal operativo de capturas en la aldea, así como en las distintas comunidades y fincas circundantes al destacamento. Con el listado de nombres de las personas que buscaban legalizar sus tierras en mano, los soldados y los comisionados militares de la zona acuzaron a los campesinos de pertenecer a las organizaciones revolucionarias que operaban en el lugar, o de brindarles ayuda, alimentos o resguardo. Los campesinos capturados serían llevados al destacamento militar.
Estos hombres fueron desaparecidos y ejecutados extrajudicialmente, y sus esposas fueron consideradas como botín de guerra por lo que fueron violadas en sus casas o en el destacamento militar. Estas mujeres fueron obligadas a cubrir turnos cada 3 días para cocinar y lavar ropa, siendo violadas reiteradas veces de forma individual y colectiva.
El poder judicial
Para llegar al histórico debate oral que acontece en el Palacio de Justicia en la Ciudad de Guatemala estos días, ha habido un largo caminar. Todo inició con la realización del Tribunal de Conciencia Contra la Violencia Sexual hacia las Mujeres durante el Conflicto Armado Interno, el cual se desarrolló en 2010. Este Tribunal evidenció la necesidad de juzgar a nivel nacional la violencia ejercida contra las mujeres durante la guerra interna en Guatemala. En septiembre del 2011 se presentó una querella penal por la violencia ejercida contra 15 mujeres q’eqchi’. En junio del 2014 fueron detenidos dos acusados por violaciones cometidas en contra de las personas habitantes de las comunidades de Sepur Zarco, San Miguelito, Pataxté, San Marcos, Tinajas, Manguito y La Esperanza.
Los acusados son, el coronel Esteelmer Francisco Reyes Girón, a quien se le acusa de delitos contra la humanidad en su forma de violencia sexual, esclavitud sexual y doméstica en contra de 11 mujeres, asesinato de 3 mujeres más (madre y sus dos pequeñas hijas) y tratos crueles en contra de dos niñas; así mismo el ex comisionado militar Heriberto Valdez Asij, más conocido como el «Canche Asij», quien enfrenta cargos por la desaparición forzada de 6 hombres, esposos de las mujeres víctimas, y el delito de deberes contra la humanidad en su forma de violencia sexual en contra de una mujer.
En junio de 2015, el juez Miguel Ángel Gálvez del Juzgado B de Mayor Riesgo, acepta las pruebas y envía el expediente al Juzgado A de Mayor Riesgo para que se continúe el debido proceso. Ahora han transcurrido 3 semanas desde que inició el debate oral y público, donde se han escuchado a 37 testigos y 23 expertos de parte del Ministerio Público y las asociaciones querellantes. Asimismo, ya pasó el primer testigo de la defensa de los acusados.
En esta ocasión se relata la primera semana del debate oral y público, teniendo en cuenta la gran cantidad de información que ha sido ventilada, se trata de dar una lógica a los testimonios de las víctimas y testigos presenciales, enmarcando los hechos en el momento histórico que se vivía en Guatemala.
Juicio Sepur Zarco: debate oral y público
El debate inició con la presentación de las acusaciones y las declaraciones de los acusados. Desde el inicio se observaron las estrategias maliciosas de los defensores para querer frenar el proceso. Es como si los abogados, Moisés Galindo e Ismael García, quienes integran la defensa del coronel Esteelmer Reyes, supieran que su acusado es indefendible. Esta estrategia de crear enemistad con la Jueza Jazmín Barrios se conoce desde el histórico juicio por genocidio, el cual se llevó acabo en 2013. Dos de las juezas que integran el actual tribunal, también fueron juezas en aquel histórico juicio cuya sentencia terminó por anularse debido a las estrategias maliciosas de estos mismos abogados, y a un sistema de justicia con serias debilidades.
Durante la primera semana de debate se escucharon en la Sala de Vistas del Palacio de Justicia alrededor de 22 testimonios de víctimas y testigos que contaron la forma en que el ejército, con la ayuda de comisionados militares, llegaron a sus comunidades y desaparecieron forzosamente a varios hombres, dejando a las mujeres solas, siendo esta la excusa que utilizaron para obligarlas a ir al destacamento.
Entro estos testimonios sobresale el presentado por don Rogelio Chub, quien relató cómo el «Canche Asij» llegó a su casa y se llevó a su papá: «Yo tenía 12 años cuando lo capturaron. Tengo hermanos mayores, me fui a mi casa después que me dejaron libre. El oficial Reyes me contó que habían ido a traerlos a todos. A los guardianes de Sepur Zarco los mataron los militares» confirma. Él mismo relató cómo fue torturado y, en su afán de contar la verdad, cómo había ocurrido, se puso de pie y mostró las cicatrices que aún persisten en su cuerpo.
Los testigos presenciales continuaron reconociendo a los victimarios, como es el caso de Manuel Cuc, quien contó cómo no habían respetado su cargo como líder comunitario: «Conozco a los acusados, ellos estuvieron ahí. Yo era alcalde auxiliar, tuve que ir a hacer un trámite al Estor para un comisionado militar para mi comunidad, al llegar me dijeron que yo era delincuente. En el destacamento me amarraron, me patearon el estómago y me golpeaban con el extremo de sus armas la espalda. Me amarraban los pies y manos, los soldados andaban rondando por el Polochic. A las 11 pm, al regreso de la patrulla, me golpearon y me dijeron ‘vos bajaste de la montaña’». Según los testimonios, para las fuerzas castrenses la estrategia de acusar falsamente a las personas, fue utilizada incluso a líderes campesinos y comunitarios, siendo este uno de sus modus operandi utilizado en la región.
En las historias relatadas han reconocido a los acusados como los responsables de ser los autores intelectuales y materiales de los hechos, ya que permitieron los tratos inhumanos aplicados a la población, así como se ha evidenciado que el cuerpo de las mujeres fue considerado como el objetivo específico de una estrategia para la destrucción del tejido social de las comunidades y del pueblo q’eqchi’.
Don Manuel Ic Caal relató: «Los soldados hacían lo que querían con las mujeres, ellas hacían tortillas y cocinaban alimentos. Doña Cecilia Caal, su esposo ya había fallecido, por eso las violaban, su esposo se llamaba Abelardo Coc. El esposo de Doña Clemencia se llamaba Juan Xoc, falleció y no sabemos dónde está. El que dirigía a los soldados era Esteelmer Reyes. Él siempre estuvo en el lugar, él mandaba a los soldados». Su relato demostró que después de secuestrar y desaparecer a sus esposos, las mujeres fueron vistas por los soldados como mujeres solas.
Los testimonios fueron creando una imagen de película de terror, los rostros de la audiencia en la Sala de Vistas han ido cambiando de semblante al escuchar los tratos inhumanos a los que hombres, mujeres y niños fueron sometidos por parte de las tropas del destacamento militar, el testigo número 10, don Mateo Rax Maquin relató: «Nos amarraron a un poste, nos trataron como a los cerdos, esperábamos saber el motivo de porqué fuimos detenidos. (…) vi cómo a un señor lo golpearon hasta matarlo frente a nosotros, también vimos cómo les cortaban las orejas y el cuello. Lo que querían era que nosotros diéramos información de la guerrilla. No les podíamos decir nada, porque los únicos distintos en la comunidad, eran los militares».
La dignidad de las víctimas y su clamor por encontrar justicia queda en la historia relatada en cada testimonio, son palabras salidas del corazón, palabras que saben a dolor, a boca amarga pero sobre todo saben a resistencia, al rompimiento del silencio arrastrado por más de 30 años, palabras dignas como las de don Marco quien inicia su relato con una frase que se aferra a la vida: «Vengo a decir la verdad y vengo a contar lo que sufrí».
En el quinto día del debate oral y público, es presentado en calidad de testigo protegido y por medio de video conferencia, una persona originaria de Alta Verapaz, quien fue reclutada forzosamente. Por tema de seguridad, su identidad se mantiene bajo resguardo del juez que le asiste del otro lado de la cámara.
El testigo protegido relata el motivo por el cual él llega al destacamento de Sepur Zarco: «Estuve en Sepur Zarco, y pertenecí a la compañía de armas pesadas a cargo del señor Esteelmer, él era el comandante del grupo en diciembre de 1983. Él tuvo un problema, que fue que el usaba a las mujeres como servidumbre lavando ropa y cocinando, nuestro oficial ya no lo permitió, porque no estaba de acuerdo con eso». En su relato él confirma las relaciones y apoyos entre el destacamento de Tinajas y el de Sepur Zarco, como de la base militar de Cobán con la de Puerto Barrios.
En lo relatado en el testimonio, se confirma la ejecución extrajudicial de 7 comunitarios de Semococh, quienes se encontraban en una fosa dentro del destacamento. Al parecer el teniente Reyes se acercó y fue herido por un comunitario, cuenta el testigo: «El teniente tuvo una herida en la altura de la vista, lo hirió una persona que estaba en la fosa (…) había un soldado al cual le decían: ‘Batallón’, él se los solicitó por lo que habían hecho y el teniente Reyes se los regaló, así le dijo ‘te los regalo’. El soldado arrojó 2 granadas a la fosa. En este caso en concreto, el teniente fue el autor intelectual y el soldado fue el material». El grado de deshumanización demostradoapor los soldados del destacamento es evidente por la manera en que tratan los cuerpos de las personas como si fueran animales.
Asimismo, la Sala de Vistas fue testigo del relato en calidad de prueba anticipada de doña Rosa Xiu, una de las 15 abuelas querellantes. Ella confirma el trato hacia las personas que capturaban: «Me trataban como a un animal, ellos me trataban así porque no tenía esposo, en el río nos mandaban a lavar la ropa, ahí también abusaban de mí». Este relato evidenció la violencia sexual y la violación sexual ejercida hacia las mujeres, como hechos aberrantes y con mucha saña. Aún si no fuésemos muy conocedores del tema, se puede observar el nivel de maldad del ejército hacia el cuerpo de las mujeres: «…Subían los soldados a buscar a las personas que se refugiaban en la montaña. Al regresar pasaban por mi casa y abusaban de mí, no me acuerdo de todo, yo me desmayé, no me fijé cuantos fueron, tuve mucha hemorragia y yo me quede desmayada». Es evidente el grado de impotencia de las mujeres de Sepur Zarco ante varios soldados que rodeaban y las sujetaban mientras eran abusadas.
La primera semana evidenció los tratos inhumanos que formaron parte de las tácticas represivas del ejército guatemalteco durante la época más dura de la guerra interna. Los testimonios confirman los hechos que son relatados en los trabajos finales de las dos comisiones de verdad en Guatemala, tanto el de la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH), como los presentados en el informe de Guatemala: Nunca Más del Arzobispado donde se encuentran miles de relatos con hechos parecidos en distintos lugares.
Este periodo de la historia guatemalteca es conocido por sus altos niveles de represión y por el papel que jugó en estos hechos el general José Efraín Ríos Montt, quien fuera condenado en el 2013, por genocidio y crímenes contra la humanidad. Este debate demuestra una parte del gran andamiaje montado para llevar a cabo un proyecto genocida de despojo de tierras y recursos naturales, los cuales se encuentran explicados en los planes de campaña impulsados por el ejército de Guatemala.
El debate continuará durante todo el mes de febrero, por lo que aún falta escuchar más testimonios de la verdad de las víctimas, falta la opinión de los expertos y esperar la estrategia de defensa de los acusados. Mientras tanto por la sala pasan cientos de mujeres, estudiantes, defensores de derechos humanos, académicos y personas que simplemente se solidarizan con las valientes abuelas de Sepur Zarco.
**Minutos antes de la publicación de este texto se dieron a conocer las penas solicitadas para los acusados en este caso. El Ministerio Público solicita 1, 290 años de prisión contra el teniente Esteelmer Reyes Girón y 340 años contra Heriberto Valdéz Asij. La pena solicitada contra Reyes Girón es por delitos contra los deberes de humanidad, atentado contra la dignidad de las personas, especialmente tratos humillnates y degradados contra las mujeres.
Fuentes consultadas:
Boletín No. 1 Enero 2016. Juicio Sepur Zarco, La lucha de las mujeres por la justicia. Alianza Rompiendo el Silencio y la Impunidad. ECAP. UNAMG. Mujeres Transformando el Mundo.
Observatorio Internacional de Justicia. Juicio Sepur Zarco. Jo-Marie Burt y Paulo Estrada.
Mas claro no canta un gallo, esto pasaba en Guatemala principalmente en arias mayas, mientras la prensa nacional no informaba solo por ser mayas o por miedo o comprometidos con la oligarquia chapina.
La persona que diga no hubo genocidio en Guatemala es porque no vivio en arias mayas en los anos setenta y nueve al ochenta y cuatro o cae en el racismo odio contra los mayas Guatemaltecos.