De la incompetencia y los retos de la izquierda (Parte II)
0Por Mario Sosa
II Parte
En la primera parte su artículo, Mario Sosa hace un recorrido por la participación de la izquierda en procesos electorales, desde 1995 con el Frente Democrático Nueva Guatemala, hasta los comicios que están próximos a realizarse con cuatro agrupaciones de izquierda en la contienda. En esta parte, concluye su análisis de estos grupos.
Así las cosas y siendo la tendencia en materia de resultados electorales, la situación de la izquierda electoral es aún más difícil al considerar otros factores de primer orden, tales como:
- Carece de un trabajo organizativo sólido y sostenido, que le posibilite pensar en mejorar su correlación de fuerzas en el proceso político en general y electoral en particular. Como parte de esto también aparece su fragmentación entre sí como expresiones político partidarias y con relación a expresiones sociales y políticas no electorales de izquierda o que podrían acercarse a esta corriente ((Al respecto, en 1999 escribía: “En esas condiciones y desde una perspectiva revolucionaria, sólo se podría participar sin legitimar el juego de relevo de las elites en el poder, a partir de contar con la capacidad organizativa, con un programa político revolucionario y con los recursos económicos (financieros, humanos, informativos, etc.), algo con lo que evidentemente en la izquierda carecemos todavía.” (Sosa, 2009b) )).
- Carece del programa político con el cual la ciudadanía o, en otros términos, la clase trabajadora, los pueblos indígenas, las mujeres, los jóvenes, se sientan identificados y se hagan parte orgánica o apoyen una alternativa de izquierda. Esto se debe a que la izquierda no es observada por los principales segmentos sociales como una expresión que les represente e intermedie sus intereses, además del carácter conservador y anticomunista predominante en la sociedad guatemalteca en general.
- Carece de liderazgo con capacidad de gestar conducción ideológica y política, y desde ahí, que le permita convertirse en una fuerza política de primera línea en el país. La izquierda electoral no logra ni siquiera evidenciar un posicionamiento coherente para pensar que se está ante el inicio de un proceso contrahegemónico en el país en el cual esta pudiera situarse en primera fila de conducción.
- Carece de los suficientes recursos financieros y medios de comunicación para sostener una campaña política que le permita enfrentar a los partidos de derecha más fuertes y quienes encabezan las encuestas electorales.
- Enfrenta la contienda en el marco de un sistema político articulado por normas que reproducen las lógicas e intereses de la clase dominante (y de la oligarquía), las fuerzas conservadoras y sus satélites de derecha. Asimismo, de una dinámica política determinada por los controles y financiamientos oligárquicos, empresariales locales y extranjeros, e intereses mafiosos, a través de los cuales se han gestado las relaciones históricas que dan vida a este sistema político. Esto sucede así porque quienes proveen tales recursos son propietarios, controlan, financian y encabezan la mayoría de partidos, y son quienes configuran el conjunto de factores ideológicos, económicos, sociales y políticos, que tanto en el ámbito de la sociedad civil como del Estado, determinan la correlación de fuerzas. Son estos factores los que operan y plasman la desigual distribución de poder preexistente en el momento y en el resultado electoral.
- En la actualidad se vive en el país una crisis política producto del descubrimiento de redes mafiosas en el gobierno del Partido Patriota. Estos hechos han revelado una buena parte de los factores determinantes del régimen y sistema político. Han provocado, como reacción contradictoria, un importante movimiento de indignados contra la corrupción, factor de primer orden que permite pensar en un punto de inflexión en la “normalidad” con la que se reproduce dicho sistema, el cual no obstante, pensando en lo electoral, pareciera que tendrá impactos legales (en la Ley Electoral y de Partidos Políticos, por ejemplo) con posterioridad a las elecciones de este año. En este contexto, resulta evidente también la profunda debilidad de la izquierda electoral y de la izquierda en general para dirigir la lucha, no solamente hacia la depuración de los organismos del Estado, sino para enrumbarla hacia un nuevo momento político, favorable a las transformaciones políticas y sociales. En el interés electoral de los partidos de izquierda electoral, el cual domina cada vez más en la medida que avanza la temporada de campaña electoral, esta se ve incapaz para generar mejores condiciones de competencia política. Una más, las estrategias electorales están situadas con cierta contradicción al movimiento ciudadano de indignados desde donde se está cuestionando la legitimidad de las elecciones e, inclusive, planteando su aplazamiento, suspensión e inclusive su boicot.
En conclusión, la izquierda asiste y participa, pero no compite en este proceso electoral. Arriba al mismo sin haber gestado las condiciones internas y externas necesarias, que le permitan nuevas posibilidades a sus estrategia electorales inmediatas. Asiste al proceso electoral, asimismo, con cierta contradicción ante un movimiento ciudadano que exige reformas profundas y un aplazamiento o suspensión de elecciones, ante lo que se avizora será en esencia una nueva reedición de lo sucedido hace cuatro años: una elección de presidente y un congreso con fuertes signos de corrupción y con evidencia de ser actores que facilitarán el modelo de acumulación de capital imperante. El cual continuará la vía de expansión y profundización de la explotación y expolio de la naturaleza, de los pueblos y la clase trabajadora, así como el saqueo del Estado, a través del robo descarado, las concesiones y evasión de impuestos.
Como hipótesis, entonces, puede plantearse que la izquierda está ante una inminente repetición de su resultado político: mantenerse como fuerza dividida, débil y marginal, y en esa medida, comparsa sistémica –hasta cierto punto crítica– en la reproducción del establishment.
Cabría la posibilidad, eso sí, de que alguna de las opciones de la izquierda electoral salga de esta contienda con los argumentos (fundamentados en votos y en alcaldías y diputaciones, logradas especialmente por su relación con algunos liderazgos territoriales) para justificar su curso erróneo anterior o para posicionar con nuevos aires esta expresión política.
Más allá de tal hipótesis, el tipo de factores que hacen de la izquierda electoral incompetente para competir en ese plano, permiten reafirmar la necesidad de repensar la izquierda en Guatemala. Hablo de la izquierda electoral, que es objeto de análisis en este artículo, pero también de la izquierda no electoral y de la izquierda “social”. Congresos, conferencias y encuentros realizados a lo largo de estos años, es evidente que han sido insuficientes para recuperarnos históricamente de las derrotas y obstáculos de distinto orden que enfrentamos como izquierda o, para ser más precisos, como izquierdas en Guatemala.
Algunos retos para el debate de la izquierda en Guatemala
Repensar la izquierda, sin duda, requiere ideas que permitan realizar un ejercicio lo más complejo posible, desde el cual pueda encontrarse los criterios suficientes que nos permitan salir del estancamiento y marginalidad. En esa búsqueda se proponen algunos retos que, desde distintos esfuerzos, ya están siendo considerados en la búsqueda de nuevas orientaciones prácticas.
- “Sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria”. Así lo afirmó y llevó a la práctica uno de los grandes revolucionarios del siglo XX: Vladimir Ilich Lenin. En este sentido, una de las carencias principales en el país es la escasa producción y recreación de teoría y, menos aún, de teoría revolucionaria ((En 2009 afirmaba algo que aun considero vigente: “La recuperación de la teoría revolucionaria, donde incluimos el marxismo como cimiento, pero sin dogmatismo y recreándolo a partir de nuestros contextos y procesos, abriéndonos a aportes que desde otras matrices de pensamiento revolucionario, nos aportan elementos para pensar y repensar nuestras realidades y nuestras luchas por la transformación radical. Es necesario, pues, recuperar la teoría, los ideales y las luchas revolucionarias que se han desarrollado en Guatemala, en Latinoamérica y el mundo, y que nos pueden permitir liberarnos de todo tipo de yugos. Así, pensamiento marxista, bolivariano, martiano, morazanista, sumado a los aportes liberadores de otras matrices de pensamiento y conocimiento como el de los pueblos indígenas, debieran constituir nuestras fuentes.” (Sosa, 2009a) )). Lo dominante es una práctica empirista, de sentido común, cuyos resultados están a la vista. En este sentido, uno de los retos está en recuperar bases teóricas e ideológicas que nos permitan interpretar el carácter histórico y estructural de la sociedad y el Estado guatemalteco en la etapa actual, caracterizada por una dinámica de acumulación de capital renovada. Un Estado facilitador de tal dinámica, por la injerencia imperial cada vez más descarada y por la profundización de contradicciones procedentes de su carácter de clase, étnico y de género en relación simbiótica y compleja. Sólo desde ese nivel de unidad dialéctica entre teoría e interpretación de la realidad concreta podrá repensarse el carácter revolucionario de la izquierda, un carácter en buena medida inexistente en la mayoría de prácticas y estrategias organizativas ((En la segunda parte del artículo Del triunfo del FMLN y la izquierda en Guatemala. Algunas reflexiones, publicado en marzo de 1999, se incluyen otros asuntos relativos a la problemática que enfrenta la izquierda en al país: “Nuestro estado es de fragmentación y dispersión originada en conflictos de liderazgo, en diferencias programáticas y de estrategia, en predominio de identidades sectoriales y temáticas, en procesos de unidad fracasados a partir de estrategias de eliminación del disenso y la imposición de “mayorías” o de estrategias electoralistas, en la cooptación y derechización, entre otros aspectos. Hemos sido incapaces de generar las posibilidades y concretar un esfuerzo de carácter estratégico, no solamente para articularnos y unirnos, sino para hacer frente a la hegemonía burguesa, oligárquica e imperialista que se plasma en la profundización de las formas de acumulación de capital y sus impactos en la condiciones de explotación, expolio, miseria y deterioro ambiental.” (Sosa, 2009b). Ahí mismo pueden encontrase otros elementos a considerar)).
- En ese sentido, trascendiendo lo electoral y el instrumento partido político, es fundamental el reconocimiento de actores y sujetos políticos que exigen y deben ser protagonistas en la transformación social. Desde ahí, es necesario recuperar la discusión sobre el sujeto revolucionario, para repensarlo en la búsqueda de gestar la alternativa al capitalismo, siendo que dicho sistema es el que nos está llevando al despeñadero, no solamente como sociedad sino como humanidad. Desde ahí, asimismo, repensar lo electoral y el instrumento político necesario.
- Tal como afirmaba en el 2009, a partir de las propuestas de los múltiples actores y sujetos específicos, es necesario articular una propuesta de programa político y de proyecto histórico –que ante la falta de otra propuesta coherente, proponemos e insistimos debe ser el Socialismo, sin duda recreado en nuestras condiciones y características históricas–, que articule coherentemente las reivindicaciones, derechos, demandas y propuestas que permitan idear y construir un nuevo Estado y una nueva comunidad (nación dirían algunos) de comunidades (seguramente como unidad de pueblos). Un nuevo Estado y una nueva comunidad nacional, donde se garantice un modelo de desarrollo para la vida, donde la apropiación colectiva y equitativa sea la norma, y donde la dignidad, la solidaridad, la justicia, la equidad, la soberanía, se conviertan en principios vigentes en toda práctica y relación social. Esto pasa por trascender el pragmatismo o el minimalismo (expresados en programas de gobierno para el momento electoral, por ejemplo) que más que hacernos avanzar, se han convertido en nuestros parámetros de estancamiento, sin perspectiva y proyección histórica. Esto es la recuperación creadora del proyecto histórico y el programa de la revolución.
- En coherencia con lo anterior, idear una estrategia revolucionaria en la cual redimensionemos las formas de lucha. Esto pasa por repensar la lucha electoral y parlamentaria; “…por articular una estrategia que incluya la construcción de nuevo poder, la potenciación de los poderes con los que ya contamos, y por la necesaria toma del poder del Estado; por replantearnos las formas de articulación, que a la luz del proceso actual, pareciera ser más coherente hacerlo desde los territorios y los sujetos que se desarrollan desde ahí; por recuperar prácticas de formación…, esfuerzos de organización y articulación, y movilización, reconociendo los ámbitos donde nos estamos jugando nuestro presente y futuro que siempre –y así debiéramos comprenderlo– es compartido; por impulsar la lucha económica, política e ideológica; por fortalecer la resistencia pero haciéndola trascender en dirección a construir el sujeto revolucionario, avanzar en su programa y estrategia, que recupere su carácter ofensivo; por enlazar nuestras luchas a los procesos emancipatorios que se están dando en América Latina y en donde resulta necesario pensar en la Patria Grande de Bolívar y Nuestra América en palabras de Martí. Estos y otros aspectos formarían parte de lo que nosotros llamamos la recuperación creadora de la estrategia revolucionaria.” (Sosa, 2009a)
- Sin duda, concepción y práctica deben confluir en la gestación de una cultura política revolucionaria” que destierre aquella cultura de derecha y conservadora que subsiste dentro de nuestras organizaciones y movimientos y que se expresa en: jerarquización, machismo, racismo; la incomunicación y el chisme como eje de “comunicación”, entendimiento y relación con el Otro; el clientelismo y el electoralismo; el pragmatismo y la falta de vigencia de principios; la sumisión; la corrupción y la cooptación; el autoritarismo; la falta de debate serio y fraternal; la priorización del conflicto con mi hermano o mi aliado, por sobre la lucha frente a nuestros enemigos, etc. Contrariamente, que potencie, construya o reconstruya una cultura política basada en principios y valores que se centren en el Ser Humano, en relaciones dialógicas, en el intercambio de saberes, experiencias y sueños, en la recuperación de nuestra memoria y perspectiva histórica que potencie nuestras prácticas y acciones de hoy, con todas sus posibilidades y limitaciones; en el reconocimiento de identidades y sujetos de cambio, donde los liderazgos y dirigencias surjan del fragor de las luchas y no de imposiciones verticalistas, donde nuestras búsquedas de transformación abarquen el ámbito de lo político y no solamente de la política.” (Ibíd.)
- Es necesario clarificar contra qué y contra quién luchamos. En ese sentido, luchamos o debiéramos luchar en contra del sistema capitalista, el sistema racista y el sistema patriarcal. Aun cuando estos tres sistemas tienen sus propias implicaciones como relaciones históricas, y requieren un tratamiento coherente, sin supeditación, es necesario afirmar que es el capitalismo el que las articula en el momento histórico actual, en función de su reproducción. Con relación a nuestros contendientes políticos fundamentales, esos devenidos del sistema capitalista, muchas veces están ocultos en la contienda partidaria y electoral. No necesariamente pertenecen a ninguna de las fracciones o partidos electorales de derecha, pero siempre actúan como la fuerza dirigente, superior a los partidos. En el caso guatemalteco y a pesar de sus contradicciones secundarias, tales contendientes fundamentales están organizados como grupos corporativos articulados como G-8 (los ocho principales grupos corporativos locales) y de forma ampliada en el Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (CACIF), con vínculos y articulaciones con capital transnacional, la mayoría bajo la tutela y supeditados a la Embajada de Estados Unidos como principal imperio de influencia en la región y el país. Tales contendientes fundamentales y su principal representación política, el CACIF, es lo que Antonio Gramsci denominó “Estado Mayor intelectual del partido orgánico” de la clase hegemónica (Gramsci, 1980: 29). De tal cuenta que la lucha electoral significa apenas una de las arenas donde se requiere desarrollar tal confrontación y podría estar significando un enfoque parcial, fragmentado y equívoco en el enfrentamiento a tales oponentes.
La interpretación histórico estructural, posibilitaría repensar el programa político revolucionario –e insisto, no me refiero al programa de gobierno que supondría la lógica electoral– y por consiguiente la estrategia política, donde lo electoral sería una de las formas de lucha, y quizá no la principal en esta etapa y menos en este momento político. Posibilitaría, asimismo, repensar el instrumento político, la dirigencia colectiva, las alianzas, entre otros asuntos de primer orden.
Concluyo reafirmando lo escrito en 2009 al respecto: “En un contexto donde las formas de acumulación a través de intensificar la explotación y el expolio se expanden y profundizan, con un Estado que afianza su papel criminalizador y represor de la lucha indígena, campesina y popular, con una hegemonía conservadora y cada vez más incisiva en sus orientaciones fascistas y con una política de mayor intervencionismo imperialista, la tarea de articularnos y avanzar hacia la unidad se hace cada vez más imperante.” (Sosa, 2009b) Agrego: articulación que no necesariamente debe focalizarse en lo electoral. Lo electoral puede ser la consecuencia de una articulación estratégica previa, tal y como sucedió en Bolivia, donde el triunfo electoral del Movimiento de Acción al Socialismo (MAS) y su gran líder, Evo Morales, fue la consecuencia de luchas y articulaciones de alto impacto nacional.
Ya es tiempo que el reflujo de la izquierda concluya. Y de ello debemos ser responsables todos quienes nos ubicamos en esa posición del espectro político. Esperemos que pronto estemos hablando de una izquierda en proceso de recreación y recuperación histórica.
Fuentes
- Gramsci, Antonio (1980). Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno. Madrid: Ediciones Nueva Visión.
- Sosa Velásquez, Mario Enrique (2013). Resistencia indígena al capital en Guatemala: Una mirada desde el modelo económico, el territorio y la gobernabilidad. En CEDFOG. Sexta Jornada de Estudios sobre Territorio, Poder y Política. Huehuetenango: CEDFOG. Pp. 113-150
- Sosa, Mario (a). Algunos retos para la construcción y articulación del sujeto político en Guatemala. Guatemala: albedrio. 2 de diciembre de 2009 http://www.albedrio.org/htm/articulos/m/msosa-027.htm
- __________ (b) Del triunfo del FMLN y la izquierda en Guatemala. Algunas reflexiones. Segunda parte. 26 de marzo de 2009. Guatemala: albedrio. http://www.albedrio.org/htm/articulos/m/msosa-016.htm
- __________ (c) Del triunfo del FMLN y la izquierda en Guatemala. Algunas reflexiones. Primera parte. 19 de marzo de 2009. Guatemala: albedrio. http://www.albedrio.org/htm/articulos/m/msosa-015.htm