Oxigenar la izquierda
0Opinión de Rubén Mendoza
Generalmente las juventudes han tenido un papel protagónico en la historia de nuestro país y han hecho uso para ésto de los instrumentos políticos identificados de izquierda: partidos comunistas, socialistas, movimientos sociales, guerrillas revolucionarias, etc. Casi siempre le han dado rumbo a las decisiones y acciones que han desatado importantes luchas sociales y políticas en nuestro país y en nuestra Latinoamérica.
En Guatemala los movimientos identificados con las ideas progresistas también han sido producto de construcciones colectivas y liderazgos de las juventudes que han hecho una lectura política de su momento y han tomado en sus manos la historia. Las juventudes rebeldes han sido responsables de los instrumentos, las acciones y las movilizaciones necesarias en los momentos precisos; basta con recordar las jornadas de marzo y abril del ’62 o las jornadas normalistas del 2012-2013, lideradas íntegramente por jóvenes casi adolescentes que lucharon intensamente por su derecho a la educación.
Hoy vivimos una contradicción a la historia. Las juventudes no encuentran espacios para ejercer su liderazgo. Posterior a la firma de los Acuerdos de Paz muchos movimientos sociales, sindicatos, partidos políticos de izquierda han mantenido los mismos “liderazgos” con las mismas ideas por más de dos décadas. Mientras tanto las juventudes que se suman a cada una de estas expresiones sociales no encuentran más que tareas vinculadas a la logística, la movilización, “hacer la bulla”; espacios con mínimas cuotas de poder y toma de decisión.
En esos espacios que en esta nueva etapa de lucha deben ser de compartir, de dialogar, aprender y enseñar, se han topado con que a la “dirigencia histórica” no le gusta mucho el diálogo activo; el diálogo que construye colectivamente, que respeta las diversas ideas, escucha activamente las opiniones y experiencias diversas de todas las generaciones para decidir colectivamente lo mejor para este momento histórico.
A muchos de los dirigentes no les gusta esa clase de proceso dialógico. Les parece molesto, y además lo ven como un peligro de perder su “espacio de poder”, por lo que usan argucias para mantenerse al frente. Por años han tomado las decisiones necesarias para sostener la misma estrategia pétrea con la cual no hemos logrado disputar el poder político a la oligarquía nacional.
Es esta misma estrategia “inamovible”, la que no deja que las nuevas generaciones propongan nuevas formas de trabajar para que el pueblo se acerque más a las luchas sociales y políticas. La que no permite que las juventudes le inyecten nueva mística a los instrumentos, dejándolos fuera del imaginario político y del corazón de la población; conformándose con ser “actores de reparto” en una historia de opresión, mientras los protagonistas siguen siendo “los de siempre”: la oligarquía que se piensa a sí misma como todopoderosa y la única con la capacidad y derecho a decidir los destinos del pueblo.
Pero lo importante aquí no es la crítica a las personas de la “dirigencia histórica” sino a las ideas que no dan paso a las formas de pensar y luchar de las otras generaciones. Lo realmente importante es ver en los ojos de las juventudes y ver energías e ideas de una vida digna. Estas nuevas generaciones, nacidas en un país sin muchas oportunidades, que se han entrenado en los oficios de “lo que caiga” y al precio que “el dueño quiera pagar”, ante la mínima oportunidad de abrir sus ojos y ver la realidad, se preguntan ¿Qué podemos hacer?
Ver generaciones de jóvenes -mujeres y hombres- con las ganas de batallar por una Guatemala diferente, sin miseria, sin racismos ni sexismos, que se involucran en distintos espacios o estructuras sociales que luchan por un mundo y una Guatemala justa, es ver que la historia no termina, ni la determinan aun los poderosos; la construyen paso a paso estas nuevas generaciones que han nacido en este país injusto, pero que a través de las lecturas, las acciones de concientización, los volanteos, y todas las acciones de los movimientos, se van enterando, contagiando y heredando los ideales de nuestras ancestras y ancestros.
Verlos creer en esos ideales por los cuales tantas y tantos compañeros han ofrendado la vida; y que son cotidianos en el reflejo multicolor de los ojos color dignidad de las nuevas generaciones, que ven la historia, toman ejemplo de ella y avanzan en la construcción de su propia historia. Las nuevas generaciones que saben que en este país hay que seguir dando las batallas necesarias hasta construir un mundo y una nación donde se pueda convivir y vivir con dignidad, respeto, armonía. Esas generaciones siguen llenándonos de esperanza para confiar en que algún día ¡Florecerás Guatemala¡