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    Ser comunista en la lucha antineoliberal

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    • por CMI-G
    • en Destacadas · Puntos de Inflexión
    • — 6 Abr, 2015

    Provengo de una familia en la que el comunismo fue concebido como el ideal para la humanidad. No fue raro entonces que desde mi primera juventud me involucrara en mi natal Guatemala, en las filas del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) el partido de los comunistas guatemaltecos. Así supe que la humanidad vivía el tránsito del capitalismo al socialismo y que este sería la puerta de entrada a una sociedad comunista que inevitablemente llegaría en el futuro. Que la Unión Soviética era el principal baluarte de la lucha antiimperialista y que las tres grandes fuerzas motrices de la revolución mundial eran el campo socialista, la clase obrera internacional y los movimientos de liberación nacional.

    Por Carlos Figueroa Ibarra*

    Fuente: www.tunewsfeed.com

    Fuente: www.tunewsfeed.com

    Fue mi partido un partido inusual en América Latina: concebía el camino de la revolución como el de la guerra revolucionaria del pueblo. Ningún partido comunista hizo de la guerra popular el camino estratégico de la revolución. Ni el Partido Comunista Venezolano que adhirió a la lucha armada solamente por un breve espacio. Tampoco el Partido Comunista Colombiano quien con todo y las FARC, concebía a la lucha revolucionaria como la combinación de todas las luchas. En el imaginario comunista guatemalteco la revolución más próxima era concebida como una revolución antiimperialista, agraria y popular que sería la antesala del socialismo.

    En mis años de la Universidad Nacional Autónoma de México fui muy cercano a un partido comunista también bastante inusual: el Partido Comunista Mexicano. Fue un partido que hizo de la lucha por la democracia su proyecto más próximo, que se alejó del marxismo-leninismo y prefirió hablar de socialismo científico o marxismo a secas, que condenó la invasión soviética a Checoeslovaquia y que se identificó ya no con el PCUS sino con el Partido Comunista Italiano. Que combinó a Lenin con Gramsci y que finalmente terminó disolviéndose en aras de crear una fuerza amplia que rompiera con el autoritarismo príista desde una perspectiva de izquierda.

    Todo eso sucedió hace apenas unos 40 años y hoy todo lo que en ese entonces imaginábamos y soñábamos parece tan remoto y hasta pasado de moda. La Unión Soviética y el mundo socialista se desmoronaron como un castillo de naipes, el PCUS desapareció y el PCI también y lo que queda de él es una fuerza política integrada al neoliberalismo mundial. Buena parte de los partidos comunistas en el mundo desaparecieron o son ahora solamente fuerzas testimoniales. Los movimientos de liberación nacional terminaron su ciclo y la clase obrera internacional ha sido desarticulada por el desempleo creciente y la precariedad laboral. Y lo que Lenin llamó en su momento “la actualidad de la revolución” ha sido sustituida por la avalancha neoliberal. Al extremo de que la palabra revolución ha sido vilipendiada y reducida a un hilarante arcaísmo.

    No obstante ello, como alguna vez dijera Adolfo Sánchez Vázquez, nunca el mundo estuvo tan lejos del socialismo como necesitado de él. El capitalismo está devorando a la humanidad y al medio ambiente. El capitalismo necesita funcionalmente de la degradación ambiental, de la proliferación de las guerras, del capital ficticio que no tiene asideros en la economía real y ¿por qué no decirlo?, del narcotráfico. Hoy en el mundo los parámetros de la izquierda se han movido. Si antes ser de izquierda era ser marxista en todas su variantes, hoy ser de izquierda es ejercer una lucha antineoliberal y tener una voluntad posneoliberal. Acaso por ello los procesos en Venezuela, Bolivia y Ecuador puedan ser calificados como procesos revolucionarios. Acaso por ello en México, decir como lo hace Andrés Manuel López Obrador, que el Estado está en manos de una mafia y que hay que desplazarla del poder, tiene un contenido subversivo y revolucionario.

    He aquí el contexto en el que nos movemos los comunistas. Es decir todos aquellos y aquellas que sueñan un mundo en el cual la economía no se rija por la búsqueda de la máxima ganancia, sino por la satisfacción de las necesidades sociales (el valor de uso). Y que conciben la política como un escenario en el cual el Estado ha desaparecido, porque la dominación de los seres humanos ha sido sustituida por la administración de las cosas. Y en este contexto, los comunistas debemos aprender a luchar contra nuestro enemigo más próximo: el neoliberalismo. Debemos aprender a convivir con compañeros de lucha cuyo ideal de sociedad es un proyecto como el Proyecto Alternativo de Nación y no la sociedad que Marx y Engels esbozaron en el Manifiesto Comunista y en la Crítica al Programa de Gotha. Debemos asumir que nuestras organizaciones se rigen más por la política que por la ideología y que por ello en dichas organizaciones hay gente de los más diversos pensamientos. Debemos acostumbrarnos a tener a nuestro lado no solamente a los herederos de Hernán Laborde, Valentín Campa y Arnoldo Martínez Verdugo sino también a figuras como Manuel Bartlett Díaz y a los que comparten su cultura política. En suma, debemos ser tolerantes y ajenos al sectarismo.

    Y en medio de todo ello, debemos enarbolar el sueño libertario de Marx que empezaba por lo que Lenin expresó: que hasta una cocinera podía dirigir los asuntos del Estado. Esto quiere decir que la política debe estar dirigida por los de abajo y no por una elite especializada que termina convirtiéndose en la inamovible oligarquía política que Robert Michels vio, cuando postuló la Ley de Hierro de las oligarquías políticas en los partidos. Debemos reivindicar la potencia analítica del marxismo, la teoría más consistente para analizar la crisis mundial que hoy vivimos. Y debemos pregonar que nos moriríamos contentos con una sociedad posneoliberal, pero que la historia de la humanidad solamente comenzará cuando el capitalismo sea un viejo y doloroso recuerdo. Cuando el trabajo sea un goce espiritual y no una actividad alienada por el capital.

    Un saludo a mis camaradas del Movimiento Comunista Mexicano y a todos los camaradas de las distintas vertientes comunistas y socialistas que han hecho posible este Primer Encuentro de la y los Marxistas, Socialistas y Comunistas de Puebla.

    *Ponencia presentada al Primer Encuentro de las y los Marxistas, Socialistas y Comunistas de Puebla. Ciudad de Puebla, 7 de marzo de 2015

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    Etiquetas: Comunismoneoliberalismo

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