Misoginia: hogar inseguro e irresponsabilidad estatal
2En teoría el Estado guatemalteco tiene una clara línea de trabajo que consiste en mantener y/o regular cualquier clase de relación social (laboral, política, económica, social, familiar e institucional) dentro del territorio que le compete. En la práctica solo manifiesta la protección de los más fuertes y poderosos, y esa forma conservadora y misógina de actuar, capaz de justificar que el aborto es un delito y que la aberrante muerte de decenas de niñas calcinadas es «responsabilidad de todos».
Por Paula Orellana
Solo hace dos semanas nos encontramos con una alianza estatal, militar, empresarial, académica, religiosa, que retumbó en los medios de comunicación oficiales, que se manifestó en la supuesta defensa del derecho universal a la vida y que se organizó en cuestión de horas para defender el territorio guatemalteco.
Quince días después su fachada se cae.
No es que no haya tenido muchas caídas históricas como negar el voto de las mujeres o el genocidio, pero la que acaba de salir a la luz es igual de importante porque con distintos actos atroces e inhumanos en diferentes épocas y situaciones demuestra la misma perpetuación y reproducción del patriarcado, del racismo y de la clase al que corresponde.
El 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, ocurrió un incendio en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción ubicado en San José Pinula, en el que murieron calcinadas más de 30 niñas ubicadas allí. Este lugar está destinado para albergar “niñez y adolescencia de 0 a 18 años víctimas de violencia física, psicológica y sexual, discapacidad leve, abandono, niñez en situación de calle, problemática adictiva, víctimas de trata y explotación sexual, comercial, laboral, económica y adopciones irregulares”, según la Secretaría de Bienestar Social. Es decir, que esta clase de hogares fueron pensados para cubrir y reparar daños de niñez y adolescencia en situación de riesgo bajo la tutela del Estado.
Aquí entonces una notoria contradicción entre el mandato del Estado y lo ocurrido hoy en el Hogar. Si la Constitución Política de la República de Guatemala establece que el Estado se organiza para proteger a la persona y a la familia, siendo su fin supremo la realización del bien común, así como de garantizarles a sus habitantes paz y desarrollo integral, no es que estemos experimentando entonces, la incompetencia estatal en garantizar la seguridad y vida digna de las personas, en especial de las mujeres, niñas y cualquier otro cuerpo feminizado. Estamos experimentando su línea de trabajo porque ésta consiste -con todas sus terribles formas de expresión- en mantener y/o regular los sistemas de dominación de lo masculino hacia todo lo femenino porque así es como le ha sido posible funcionar; manteniendo en la sombra y en la reserva a las mujeres y niñas para que produzcan y reproduzcan el sistema de las que son oprimidas como principio fundamental y si se resisten a hacerlo, a pesar de su vulnerabilidad, las consecuencias pueden costarles la vida, como sucedió en el Hogar.
Cabría preguntarnos ahora en dónde se encuentra esa alianza que se conmocionó hace dos semanas y que está totalmente respaldada por un Presidente provida para manifestarse por el derecho a vivir. Tal alianza existe, pero en definitiva, no en defensa de la vida. Es tras el interés de mantener el poder, con todo el sometimiento que requiere, tal y como está y que las más de 30 niñas víctimas son reflejo de ello porque a pesar de que se requiere de las más profunda investigación y fiscalización de lo ocurrido, sabemos que fue posible porque la estructura del Estado lo permitió.
Lo ocurrido en el Hogar es repudiable y no se debe perder de vista de que como sociedad, estamos organizadas con un Estado, entonces no podemos quitarle la responsabilidad que tiene en el (in)cumplimiento de tareas designadas. También nos llama a reconocer la necesidad de repensar las formas en que estamos organizadas, porque en la actual, nos están matando.
Un presidente que se niega a reconocer el derecho que tienen las mujeres a decidir sobre su cuerpo y que a las vez no asume su responsabilidad en esta masacre, no nos representa.
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