Mientras esto ocurría en uno de los centros en disputa por los cárteles locales; en las instalaciones de la Escuela Normal «Raúl Isidro Burgos» –ubicada en la comunidad de Ayotzinapa, municipio de Tixtla– los familiares de los estudiantes desaparecidos se reunían para una conferencia de prensa y para comenzar una serie de rezos colectivos que permitieran mitigar un poco el dolor que lleva días oprimiéndoles el pecho.
Tanto normalistas como familiares anunciaron que intensificarían las acciones para presionar al gobierno estatal y federal; reafirmaron su postura de continuar las investigaciones y denunciaron las versiones que se han difundido a nivel nacional e internacional que aseguran que los cuerpos encontrados en fosas son los cuerpos de los estudiantes, «todavía no se han terminado los exámenes médicos y de ADN, así que para nosotros aún no están muertos y los vamos a seguir buscando, pero exigimos también a las autoridades, a la policía municipal, que los presente con vida de inmediato» dijeron mientras muchas de las madres lloraban silenciosamente.
Luego de estas declaraciones los familiares se reunieron frente a un altar y muchas velas encendidas, ahí comenzaron los rezos que continuaron hasta algunas horas después. A su alrededor los estudiantes de la Normal iban y venían trayendo café y galletas, ollas llenas de comida, garrafones de agua, vasos desechables. Un ir y venir de jóvenes llenaba la cancha de básquetbol en medio de la cual los rezos se mantenían al unísono. «Pareciera que en la actualidad van a acabar con todos los jóvenes, porque todos los días, padre mío, aparecen jóvenes muertos, no sé que está pasando» dijo con firmeza una de las madres que conducía el rezo.
Logramos conversar con algunos estudiantes, uno de ellos, Uriel Alonso, estuvo en el lugar de los tiroteos y nos permitió recopilar su testimonio. Nos contó ampliamente lo que pudo observar mientras los policías municipales disparaban sin ser atacados. También pudimos contar con las valoraciones de otro normalista, David, quien nos recordó la situación de los jóvenes heridos que aún permanecen en el hospital y categorizó todo esto como un cambio de un movimiento estudiantil a un movimiento social. Ambos testimonios se pueden conocer en el video que acompaña esta publicación.
El dolor que impide el habla
Preguntamos algunas veces sin ser insistentes y con mucho cuidado, pero la respuesta –salvo una excepción– siempre fue negativa. Es todavía el momento en que el dolor de la incertidumbre impide hablar frente a personas desconocidas, sobre todo si éstas tocan el tema del origen de tanto dolor. Nuestras preguntas serán inútiles cada vez que nos acerquemos a alguien que tiene un familiar desaparecido, las palabras que logremos dirigirle serán agresivas, tontas, nunca lograrán acercarnos a la desesperación. Esto lo entendimos cuando nos cruzamos con una señora que llevaba un vestido azul, el cual le daba un aire vistoso entre los pasillos de la Normal; justo al pasar cerca de nosotros nos animamos a preguntar y con una mirada desconsolada nos pidió disculpas «siempre nos preguntan lo mismo y nunca hacen nada; porque ahora no puedo, no puedo hablar de esto». Su llanto inmediato nos desgarró.
Y así fuimos dando rostro a muchos familiares que andaban ya incorporados a otras tareas en la escuela, una gran familia se había formado a pesar de todo. Además, habitantes de la población de Tixtla y de otros pueblos cercanos llegaron a lo largo de toda la jornada cargados de comida y víveres, de gente dispuesta a apoyar a los estudiantes. La memoria de los desastres naturales no se forja en vano; fueron entonces los normalistas los primeros en meterse a las casas inundadas o en buscar a familiares de las personas afectadas por ciclones y derrumbes. Hoy ellos traen la comida y las aguas de frutas.
De todo el país llegan autobuses llenos de otros y otras normalistas. Nos toca ver a los de Mactumatzá, Chiapas, y entre la gente que mira el autobús se dibuja una sonrisa: «los de Chiapas son bien combativos, no nos iban a dejar solos». En el transporte público entre Tixtla y Chilpancingo hay pintas de apoyo a los normalistas, frases muy concretas desmienten la absurda versión de los medios de comunicación de paga, comerciales o como se llamen sobre la poca relación de los ayotzinapos –como despectivamente les llaman— con el pueblo. Cada combi y camión tiene escrita la misma exigencia: «Queremos justicia y la queremos ahora».
La actitud depredadora de la prensa en la conferencia fue evidente, mientras las madres de los muchachos desaparecidos pedían comprensión por no dar nombres, las agencias internacionales insistían hasta tres veces y lo hicieron con ese gesto burlón de quien no tiene ni idea de lo que es un dolor de ese tamaño. Afortunadamente estas personas se fueron rápido y, en el caso de Televisa, su reportero fue «invitado a retirarse» dejando claro lo inevitable de la prohibición para que esta televisora y TV Azteca se acercaran siquiera.
Al final del día, Fernando, el tío de Carlos Lorenzo Muñoz Hernández, uno de los estudiantes desparecidos accedió a compartir algunas palabras para SubVersiones:
El decidió que quería hacer carrera en esta institución, hizo méritos para estar aquí. Pasó su examen. Su meta era transformar su vida, ser alguien en la sociedad […] Desgraciadamente en el estado de Guerrero tenemos un gobierno corrupto, desde arriba hasta aquí, así que no hay más que culpar al gobierno del estado, a Ángel Aguirre Rivero, él sabe dónde están estos jóvenes […] No tenemos visita ni del presidente, ni de un diputado, ni de las autoridades estatales, federales, no sabemos nada, todo lo que pasan en esos medios de comunicación son mentiras, ¿dónde están esos jóvenes que dice que aparecieron, acaso él ya vino y le dijo a los padres de familia?
Los batallones que se forman
Por un lado están todos los rumores que se cuentan acerca del nivel de responsabilidad de las autoridades municipales y estatales en la masacre; lo que definitivamente no está en duda es la imbricación entre crimen organizado y funcionarios públicos. Faltan algunos elementos aún para que esta parte del rompecabezas comience a tener sentido y para avanzar en conocer el paradero de los normalistas.
Para los familiares esta situación es en extremo compleja, por el momento la versión que afirma que los cuerpos encontrados en las 6 fosas de las cercanías de Iguala son los restos de los estudiantes, no es aceptada, para las madres y padres, sus hijos están aún vivos y los gobiernos estatal y federal deben presentarlos con vida de inmediato.
Como en un campo de batalla, los distintos bandos –por un lado el crimen organizado y el gobierno en sus distintos niveles, por el otro, normalistas, familiares y todas las personas que han manifestado su repudio a la violencia y la muerte— se preparan para enfrentar episodios que aún desconocemos pero que no serán fáciles. La escalada de corrupción, engaños, amenazas y muerte es todavía la tendencia en Guerrero, y no hay indicios de que esto vaya a detenerse, mucho menos si las elecciones estatales no están tan lejanas y se trata, o de conservar el poder por parte del bloque de Aguirre o de recuperarlo, tal y como la familia Figueroa pretende.