Ixcán. El campesino indígena se levanta, 1966-1982 (IV)
0El martes 24 de marzo de este año se presentará el tercer volumen de la colección “Al atardecer de la vida”, Escritos de Ricardo Falla. Titulado Ixcán: el campesino indígena se levanta, 1966-1982, este volumen es el primero de una trilogía enfocada en la lucha, masacres y resistencia en Ixcán, Quiché, como de otros departamentos de Guatemala. Escrito entre 1984 y 1985, el libro trae consigo una singular novedad histórica: la autoconsciencia de lucha del pueblo guatemalteco. La portada del libro muestra a indígenas todosanteros y guerrilleros, compartiendo tortillas, en un momento donde la lucha contra el régimen finquero-militar los reunía. A continuación la cuarta entrega de reflexiones en torno a temas desarrollados en El campesino se levanta, de Ricardo Falla.
Un pueblo en rebelión: la despedida
En junio de 1980 dos mujeres ixiles estaban a punto de alzarse contra el Estado de Guatemala. Los familiares se encontraban reunidos en la casa del abuelo para despedirlas. Según una de las alzadas, el ambiente era de tristeza pero, a la vez, de expectativa. Desde 1974 un grupo de ixiles, miembros de Acción Católica en Cotzal, había entablado contacto con la guerrilla en la tierra caliente del Ixcán. Querían encontrar apoyo en el histórico conflicto contra los dueños de la finca San Francisco, propiedad que se expandía a costa de las tierras comunales ixiles. Transcurrieron, como vemos, seis años para que en esa aldea la comunidad ixil se congregara para despedir a dos jóvenes que habían decidido ir a los campamentos guerrilleros. El ambiente se cargó de emociones, de desgarramientos y, a la vez, de esperanza. A finales de 1983, estando en trabajo pastoral, Falla recopiló el testimonio de esta joven. Leamos el recuerdo de la joven ixil:
«Les dijeron que nos íbamos y empezaron a rezar por nosotros y después empezaron a llorar, porque no saben si nos vamos a morir. Nos despedían. Todos se quedaron llorando y salimos de la casa a las 9:00 de la noche… [pero] yo me fui sin tristeza, bien contenta, feliz. No lloré nada.» (Falla, 2015: 362)
A medida que se alejaba de su aldea, de su familia, la joven ixil se internaba junto a otros guerrilleros en la Montaña. Caminaba en la oscuridad, «sin luz, sin luna» (Ibíd.), hacia un lugar desconocido al cual se dirigían por un guía. En ese preciso instante el miedo la invadió, el recuerdo de su madre y sus palabras se le hicieron presentes, no obstante se dijo a sí misma: «tengo que aguantar». Cuando, por fin, llegó a la cima de esa montaña lloró profundamente: «Sí, lloré en la punta de un cerro». Sus lágrimas iban acompañadas de la lluvia fría. En ella, en su caminar, se debatía el pulso de toda una época, del desgarramiento de tener que abandonar la aldea para, paradójicamente, luchar por ella. Dicho llanto era expresión del inmenso quiebre que se debatía en su vientre y su pecho.
Nada ni nadie podía enfrentar lo que, con dolor, estaba pariendo en su carne, en su pensamiento, en su corazón. Esta joven llevaba a su pueblo en su decisión de alzarse contra el dolor histórico sufrido, contra la humillación finquera y el olvido oficial. En la cima de esa montaña su llanto era el de la valentía, su impulso a seguir caminando, a aguantar, la fuerza de una decisión. La joven no sólo cargaba con sus propias lágrimas sino con las de su familia, su pueblo. No hay mayor expresión de amor que un llanto compartido como camino y esperanza. En ese sentido, no estaba sola. En junio de 1980 se perfilaba un horizonte aún abierto, donde la crisis social podía aún debatirse entre la posibilidad del derrocamiento del régimen finquero-anticomunista o el aplastamiento de la revolución guerrillera y comunitaria. Las tendencias históricas se iban concretando, aún así, todavía no estaba definido el momento.
Sobre la presentación del libro
El lanzamiento de este volumen 3 de la Colección “Al atardecer de la vida…”, Escritos de Ricardo Falla s.j., se realizará el martes 24 de marzo de este año (2015), en MUSAC (9a avenida 9-79, zona 1), a las 5 de la tarde.