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    ¿Dios así lo quiso?

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    • por CMI-G
    • en Opinión · violencia contra la mujer
    • — 25 Oct, 2014

    Diana Vásquez/Colaboración CMI

      “Las principales variedades de creencias y rituales muestran una correlación con los niveles de organización económico-política”.                                                                                                                                    Marvin Harris

                Para entender Guatemala es imprescindible tener muy en cuenta que parte de su cultura y su idiosincrasia está fundamentada en el cristianismo, que en su momento violentó la cosmovisión y las creencias de los pueblos originales desde la migración de los colonizadores, y quizá desde entonces se haya perpetuado por generaciones esa exigencia de hacer creer que solo existe una única manera de pensar y que solo podemos creer en una sola fe (aunque en nuestros días, ya no es exclusivamente el cristianismo católico).

                La religión tiene un peso fuerte en la cultura, como se aprecia no solo en fechas claves como Semana Santa y Navidad, o un domingo cualquiera (con los cultos y las misas), sino en el comportamiento social y con las ideas que se heredan de generación en generación. La religión se define en español como el conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto, pero se debe recordar, como lo expone Marvin Harris en su Antropología cultural, que “la religión cumple una gran diversidad de funciones económicas, políticas y psicológicas”.

    Imagen de Cristo en un hogar guatemalteco católico

    Imagen de Cristo en un hogar guatemalteco católico

                En la nota titulada “El anhelo de Dulce era servir a Dios” (Prensa Libre, 5/10/2014), sobre la inhumación de la estudiante Dulce Velásquez Lara, después de que fuera secuestrada y asesinada en su establecimiento educativo en Chinautla, me llaman especialmente la atención dos párrafos construidos con las declaraciones de un familiar de la niña:

     Siempre me lo dijo y me lo repetía. Una de las últimas frases que recuerdo fue: ‘Papá, yo quiero bautizarme y servirle a Dios’. Ella siempre amó la vida, por eso proclamamos la vida, porque es un don de Dios”. (El padre de la niña)

                Lo siniestro en nuestra sociedad guatemalteca es que la vida no significa nada, no se encuentra un significado coherente cuando estamos acostumbrados a la muerte cotidiana. A la palabra “vida” también se le debe agregar la palabra “digna”, pues no basta con solo respirar. Las grandes mayorías no cuentan con lo básico para llevar una vida digna (tierra, agua ni comida), y cualquiera comete delitos graves, de una manera bárbara, sin compasión.

                Pero para que llegáramos a ello debieron haberse sucedido muchos crímenes sistemáticos, desde la Conquista y la Colonia, cuando si no se mataba, entonces se esclavizaba y evangelizaba, entendido esto como imponer una creencia sobre otra, ya que “los nativos no eran seres humanos, sino ‘rústicos’, una ‘subespecie humana’ cuya principal característica era que no tenían alma”, explica el historiador e investigador Gustavo Palma Murga en una reciente entrevista en este mes que se conmemora la “invasión de América”. ¿A partir de este “argumento” religioso se origina el racismo?

                Quizá ese modo de pensar, el que subyace en la conciencia y nos dice que no todos tenemos los mismos derechos, también provenga de esa época, lo cual sin duda se enraizó con las dictaduras, el conflicto armado y el satanizar, por miedo, lo diferente (entre lo que cabe lo izquierdista, comunista u opositor).

                La otra declaración en la nota que menciono, también del padre de la niña, es la siguiente:

    Nosotros tenemos a Cristo en nuestro corazón, por eso para nosotros no hay odio ni venganza. El único que puede hacer justicia divina es Dios”.

                En un país como este, en donde el Organismo Judicial ha quedado al descubierto por una elección de magistrados descaradamente manipulada y que la confianza en las autoridades decae a cada minuto, es muy fácil responder que “lo único que queda es dejar todo en las manos de Dios”. Esta magnánima frase que escuchamos frecuentemente y en todas partes solo alimenta la idea de minimización del Estado, que nunca logra su función de proteger y velar por la población, ni que haya esa comunidad que realmente fiscalice el actuar social de sus integrantes (entiéndase funcionarios, empresarios y civiles), por lo que la corrupción y la segregación social aparecen tras una voluntad divina que lo ha dispuesto así, para que el creyente lo acepte sin cuestionamientos, es que así es…

                En esa máxima, lo sobrenatural prevalece sobre lo natural (la delgada línea entre la religión y la magia, no hay diferencias profundas entre oraciones y hechizos mágicos), y en ese sentido “la religión es una mezcla de temor y asombro, aburrimiento y entusiasmo, poder y debilidad”, según Harris.

                En otra nota de prensa titulada “Masacre en Petén por deuda genera consternación” (La Hora, 16/10/2014) se lee:

    El caso demuestra cómo la violencia se utiliza para resolver problemas, se asume    que asesinar es válido y esa concepción de la violencia ha creado un proceso de   deshumanización”. (Marco Antonio Garavito, director de la Liga de Higiente Mental)

    El psicólogo asoció este caso con el secuestro y muerte de una niña de diez años en la Escuela de Chinautla, hace algunas semanas, donde se evidenció que la intención del asesino era pagar una deuda, pero terminó segando la vida de la menor de edad”.

                En esta misma nota se lee:

    En tanto, de acuerdo con los relatos de los sobrevivientes documentados por la institución policial, los agresores fueron Milián González y Tránsito Pineda, quienes exigieron el pago de una deuda por un caballo, así como la entrega de una de las    niñas de la familia (…) De acuerdo con Cecilio Chacaj, portavoz de los Bomberos Municipales Departamentales, se sabe que los asesinos se llevaron a la niña Ericka Susana Hernández, de 11 años”.

                ¿Fue realmente una deuda por el caballo o querían dejar huérfana a la niña? ¿A caso la menor es un botín de guerra o es de esos casos en que hombres se buscan la “virginidad” de las niñas, “virginidad” que hasta algunas madres venden al mejor postor o al dueño de fincas? ¿Ese concepto de virginidad, supuesto gran valor moral, no nació también en el ámbito religioso?

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                Días después fue hallado el cuerpo de la menor (Prensa Libre 19/10/2014):

    El cuerpo sin vida de una menor que habría sido secuestrada, luego que sujetos no identificados masacraron a su familia, fue localizado este domingo en las cercanías donde se originó la matanza, en Dolores, Petén, la cual aún investigan autoridades       policiales (…) También consideran la posibilidad de una amenaza contra la familia, por haberse negado a que uno de los agresores tuviera una relación sentimental con la niña de 11 años, quien apareció muerta”.

                Dejando de lado si es ético que la prensa publique o no los nombres de los sindicados, a quienes no se les ha procesado y vencido en juicio, esta deshumanización que nos “asombra” ha sido permitida desde hace siglos, quizá el cambio para que ahora se visibilice sea que los objetivos esta vez son mediáticos (si no amarillistas), al aprovechar la brutalidad con que se cometen los hechos.

                Lo religioso se involucra de muchas maneras en el diario vivir de las comunidades que en mapas mundiales se encuentran entre los más desiguales en cuanto a índices de seguridad, alimentación, educación y desarrollo. La periodista Ivonne Veciana, en su columna de opinión “El estado laico que no lo es”, (elmundo.com.sv, 13/10/2014) expone y cuestiona:

     ¿Cómo estamos educando a los niños y adolescentes hombres sobre las prácticas   sexuales y la vida en pareja?. También hay que ver de frente la cantidad de prejuicios  sobre la función de la mujer: si no puede reproducirse, entonces ‘no sirve’. (…)    Sin importar la opinión particular de cada lector sobre estos temas, hay que hablarlos. Hay que debatir, hay que verlos y aceptar que existen. No podemos seguir dando a nuestros niños un folleto sobre sexualidad, medio explicado en clase del cuerpo humano, cuando en las unidades de salud hay quinceañeras pidiendo anticonceptivos y terminan siendo enviadas a casa ‘porque estás muy chiquita para estas cosas’. Hay una situación social que urge de atención. Desnudemos prejuicios para no convertir una problemática real en un debate de fe”.

                No se trata de una crítica fácil contra la fe, sino señalar las contradicciones que se presentan en una sociedad que se dice ser creyente, pero obviamente no practicante y a veces hasta irracional. Cuando era pequeña, me enseñaron que el segundo mandamiento de la ley de Dios era: “No tomarás el nombre de Dios en vano”, pero ahora lo escucho tantas veces: “Si Dios quiere… Primero Dios… Que Dios vaya con usted… es parte de las frases hechas que se dicen casi sin pensar. Sin duda, hemos perdido la fe en nosotros mismos y supongo que las atrocidades del mundo suceden porque Él así lo ha dispuesto, porque no hay culpa nuestra en ninguno de los casos, ni como individuo egocéntrico, ni como sociedad apática. A veces se olvida que nuestra realidad es la consecuencia directa de nuestros actos pasados, ya sea personales, sociales o históricos.

                En un mundo utópico, la lógica no debiera pelear con las creencias. Cada persona podría conciliar su espiritualidad con su cotidianeidad, sin sonar altisonante para el otro que no se ha percatado de que la diversidad abarca varias esferas de vida. Un ateo puede ser mil veces más ético que un creyente, y un creyente no deja de ser nunca un ser humano, con fortalezas y debilidades. El peligro está en uniformar la fe y en el creer que ser incongruente entre lo que se dice (proclamación de fe) y lo que se hace no tendrá consecuencias para toda una sociedad.

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