Del derrocamiento de Arbenz a los Fondos Buitre: presión económica y desestabilización
0Silvina M. Romano1
“… han recurrido a la enorme maquinaria de los medios de difusión -instituidos para irradiar la verdad a todos los ámbitos del mundo-, y los han prostituido haciéndolos un instrumento de mentira y de calumnia, y han pegado a las espaldas de Guatemala la etiqueta de ‘comunismo’ (…) Es doloroso que se clasifique así a todo movimiento nacionalista o independentista, lo mismo que a toda acción anti-imperialista o antimonopolista de los países que por mucho tiempo han tenido al cuello la soga de la explotación económica…” (Toriello, canciller guatemalteco, Décima Conferencia Interamericana, Caracas marzo de 1954)
En los últimos meses se ha profundizado el conflicto por el pago la deuda externa Argentina. Desde los sectores conservadores y siempre dispuestos a hacer lo que hay que hacer para estar del “lado bueno del capitalismo” (es decir, cumplir con las reglas que pone la elite del poder de los países centrales), se subraya una y otra vez la equivocación por parte del gobierno de Cristina Kirchner, que debería adecuarse a los deseos y condiciones impuestas.
Sin embargo, también han proliferado las reflexiones de economistas y politólogos que cuestionan el accionar del sector privado a través del poder judicial estadounidense, resaltando las improcedencias legales del reclamo de la minoría que pretende cobrar más que la mayoría de los tenedores de bonos de la deuda, en base a lo negociado durante la gestión de Néstor Kirchner. Estas voces acuerdan en que no se trata de una cuestión económico-financiera, sino política, en tanto el endeudamiento y las condiciones para pagarlo dan cuenta de la dependencia en la toma de decisión, es decir, de la falta de soberanía.
Nos gustaría profundizar en la “cuestión política” de la deuda (que es un asunto más bien de economía política) retomando uno de los procesos clave en la historia de América Latina terminada la Segunda Guerra Mundial: el derrocamiento en Guatemala (junio de 1954) del presidente Jacobo Arbenz, cuyo natalicio se celebra en este mes de septiembre.
Encontramos varios puntos de continuidad en las estrategias de profundización de la dependencia planteadas por el sistema financiero internacional, amparado e impulsado por el gobierno estadounidense. Tomaremos dos: la presión económica y la guerra psicológica, mecanismos vinculados entre sí, fundamentales para la reproducción de las relaciones desiguales y que adquirieron especial importancia durante la Guerra Fría.
Con respecto a la presión económica, debemos recordar que la Carta de la OEA (1948) en su capítulo IV, art. 20 afirma: “Ningún Estado podrá aplicar o estimular medidas coercitivas de carácter económico y político para forzar la voluntad soberana de otro Estado y obtener de éste ventajas de cualquier naturaleza”, de modo que la presión económica es una forma de intervencionismo en la soberanía de un país. Ni hablar si se trata de presión por parte del sector privado extranjero a un Estado, situación que sería contradictoria no solamente los atributos de estatidad más básicos de un país, sino que iría en contra de los principios de la unidad continental (la impulsada por Estados Unidos), tal como figura en las principales discusiones desde la primera reunión en Washington (1889) de la Unión Panamericana. Desde aquel momento, el eje de la unidad fue el principio de la no intervención (mientras Estados Unidos planteaba esto como resguardo de las potencias europeas, léase Doctrina Monroe, el resto de los países lo pensaban para contrarrestar el expansionismo estadounidense). No obstante, a inicios del siglo XX, la Doctrina Taft complementó a la Doctrina Monroe al establecer que el gobierno estadounidense podía arrogarse la capacidad de “garantizar el cobro de deudas”, apelando incluso al uso de la fuerza.
Volviendo a la posguerra, el caso de Guatemala es emblemático, pues Arbenz llegó al gobierno con un programa de corte más bien cepalino, es decir, planteando medidas orientadas a desarrollar el mercado interno y la industria sustitutiva, para lo cual se planteaban como necesarios dos pasos previos: la reforma agraria y la regulación del capital extranjero. Esto era indispensable, pues hasta el momento, el holding comandado por la empresa estadounidense United Fruit Company manejaba no sólo la producción y comercio del banano (que junto con el café era la principal exportación del país), sino el suministro de energía eléctrica, el ferrocarril, el puerto y la flota mercante. La empresa era propietaria de buena parte de las tierras cultivables y empleaba un número importante de trabajadores. Lo que el gobierno guatemalteco buscaba, entonces, era recuperar sus recursos para tomar decisiones orientadas a la redistribución de los mismos (algo que en aquel momento se asoció al comunismo y hoy se denominaría como “populismo”).
Desde la perspectiva de funcionarios estadounidenses, estas pretensiones entraban en conflicto directo con los intereses de su país y el condicionamiento económico (la extorsión) -al igual que sucede en la actualidad- era una de las estrategias más asequibles para persuadir a Arbenz. Pero también se tenía conciencia de los límites establecidos por los tratados interamericanos. En un documento desclasificado, un funcionario estadounidense expresaba: “La presión económica es un modo de intervención, viola los acuerdos de no intervención (…) que es la piedra angular de nuestra política exterior respecto de América Latina. Si se vuelve obvio que estamos violando este acuerdo, otros gobiernos latinoamericanos se pondrán del lado de Guatemala. América Latina teme más a la intervención estadounidense que al comunismo” (FRUS 1951, the United Nations; the Western Hemisphere (1951) Guatemala, p. 1440-1441).
Estas percepciones eran correctas, por eso el gobierno estadounidense tuvo que combinar esa estrategia con otros mecanismos de presión cuando Arbenz decidió llevar a cabo sus promesas. Con el decreto 900 de 1952, se legalizó la reforma agraria en Guatemala, orientada especialmente a expropiar y redistribuir tierras ociosas. Esto perjudicó los intereses de las compañías estadounidenses en el país. A partir de ese momento, los rumores sobre las inclinaciones comunistas del gobierno se transformaron en serias aseveraciones publicadas en los medios de prensa locales e internacionales.
Este es un punto interesante, porque nos remite a la guerra psicológica, definida por el Departamento de Estado estadounidense como una batalla por los corazones y las mentes a favor de la “libertad y la democracia”. Las herramientas de esta guerra son los medios de comunicación masiva, en aquel entonces la prensa y la radio, para elaborar y propagar determinadas imágenes e imaginarios. Pero también forman parte de esta guerra la presión económica y los operativos encubiertos.
A pesar de la difamación del gobierno guatemalteco a manos de la prensa estadounidense (tanto en Estados Unidos como a nivel continental), Arbenz pidió varios préstamos al país del Norte para el desarrollo de infraestructura1. Según documentos en aquel entonces secretos, el gobierno estadounidense decidió (entre otras medidas) restringir los préstamos para persuadir al gobierno Guatemalteco de dar marcha atrás en las reformas: “Estados Unidos debe presionar al gobierno guatemalteco para que conduzca acciones efectivas en contra de la influencia comunista en el país y abandone su actitud poco amistosa con Estados Unidos implementando las siguientes acciones: retener todos los préstamos venideros, subvenciones u otro tipo de favores para el gobierno de Guatemala” (FRUS, 1952–1954, The American Republics, Volume IV, Relations of the United States and Guatemala, Doc. 424).
A esto se sumó la presión a través de la prensa, el cerco a través de la diplomacia interamericana (la reunión “anticomunista” de Caracas de marzo de 1954) y la intervención armada. Así, los grupos locales que se oponían a Arbenz, obtuvieron el apoyo necesario para derrocar al presidente y acabar con el proceso revolucionario iniciado en 1944.
Los préstamos que le negaron a Arbenz fueron inmediatamente habilitados (por el gobierno estadounidense y el FMI) para Castillo Armas, el militar que comandó la invasión y el Golpe de Estado de junio de1954. En este como en otros casos posteriores, la “asistencia económica” se utiliza como una herramienta de premio/castigo, según la conveniencia de la elite del poder estadounidense, que busca perpetuar la dependencia: prestar hoy para impulsar un mayor endeudamiento y así tener que prestar más mañana, cobrando intereses cada vez más altos y manteniendo su primacía en la toma de decisión de los asuntos internos de otros países.
El caso de Guatemala nos permite ver además, la imposible separación entre el sector público estadounidense y el privado. La United Fruit Comany no dudó en recurrir al gobierno para que la respaldase y la administración estadounidense negoció para asegurar las ganancias de la empresa, llegando a requerir al ministro de relaciones exteriores de Guatemala, Guillermo Torrielo, “que hiciera algún arreglo con representantes de la UFC, o bien, que se llevara a cabo una negociación entre gobiernos” (FRUS 1952–1954, The American Republics, Volume IV, Relations of the United States and Guatemala Doc. 420, las cursivas son nuestras). Queda claro que los intereses del gobierno estadounidense y los del sector privado son equivalentes. Es un hecho entonces, que el capital privado está a la misma altura que cualquier Estado, además de dar cuenta que el Estado norteamericano está al servicio de ese capital privado. Desde esta posición poco importa la soberanía de un estado o, más bien, se trata de un “lujo” que solo pueden darse los países centrales.
El gobierno argentino, como otros gobiernos de la región, ha buscado la manera de reducir la dependencia con respecto a la deuda externa. En ningún momento se ha negado a pagarla, lo cual lo dejaría fuera del sistema internacional. Lo curioso es que desde los medios masivos se insiste en que el gobierno argentino se niega a negociar, se niega a pagar, y que eso conducirá al caos total (una vez más, discursos orientados a la desestabilización). Esto contribuye a que la clase media argentina, que es la consumidora preferente de la “desinformación” vendida por estos medios, pida a gritos que la Argentina obedezca a los mandatos del juez Griesa y los deseos de un puñado de especuladores, cuando lo que debería hacer es presionar al gobierno para que no gaste ni un centavo del erario público en pagar algo que ya fue al menos diez veces devuelto. La desinformación y las campañas de desprestigio asociadas al caos económico, tal como lo mencionamos en el caso de Guatemala, son parte fundamental de la guerra psicológica que sigue operando del mismo modo que durante la Guerra Fría con un enemigo interno que ha cambiado de nombre, pues en lugar de “comunistas”, los gobiernos y movimientos que reclaman la soberanía y la autodeterminación, son etiquetados hoy de nacionalistas, populistas, cuando no terroristas.
Lo revisado sobre Guatemala indica que el aparato estatal de Estados Unidos funciona para defender los intereses privados a costa de la soberanía de un país, combinando la extorsión económica con propaganda deslegitimadora. De este modo, lo que sucede hoy en Argentina con los fondos buitre no sólo remite a una cuestión política. Son el extremo de una madeja que nos lleva al corazón de la dependencia de América Latina y las luchas por la emancipación. Es nuestra tarea recobrar la memoria sobre el modo en que han sido y son desarticulados los proyectos de nación y las democracias que (con muchos o pocos aciertos) contradicen el camino de la dependencia perpetua.
Documentos y Bibliografía
Documentos desclasificados del Departamento de Estado de Estados Unidos
FRUS Truman Administration, 1951. The United Nations; the Western Hemisphere (1951) Guatemala, pp. 1415-1453. Relations of the United States and Guatemala, with special reference to the concern of the United States over communist activity in Guatemala.
http://digicoll.library.wisc.edu/cgi-bin/FRUS/FRUS-idx?type=article&did=FRUS.FRUS1951v02.i0019&id=FRUS.FRUS1951v02&isize=M
Foreign Relations of the United States, 1952–1954, The American Republics, Volume IV Relations of the United States and Guatemala, with Special Reference to the Concern of the United States Over Communist Activity in Guatemala http://history.state.gov/historicaldocuments/frus1952-54v04/ch17
Doc. 414 Memorandum of Conversation, by the Acting Officer in Charge of Central America and Panama Affairs (Clark), Washington, October, 6 1952.
Doc. 424 Draft Policy Paper Prepared in the Bureau of Inter-American Affairs, Washington, 19 agosto 1953
Doc. 420 Editorial Note
Para profundizar en los mecanismos de dependencia alimentados por la deuda: Comité para la Deuda del Tercer Mundo: https://listes.domainepublic.net/listinfo/boletin-cadtm-es
Para profundizar en la asistencia de Estados Unidos hacia América Latina como mecanismo de intervención
Romano, Silvina M. (2012) “La asistencia ‘para el desarrollo’ en las relaciones de Estados Unidos y América Latina” Análisis Político nº 76, Septiembre-Diciembre, Universidad Nacional de Colombia, pp. 197-218.
Bibliografía sugerida para una aproximación a la deuda desde la economía política:
Caputo, Orlando y Pizarro, Roberto, (1975), Imperialismo, dependencia y relaciones económicas internacionales. Buenos Aires: Amorrortu.Saxe-Fernandez, John; Petras, James; Veltmeyer, Henry y Nuñez Rodriguez, Omar, (2001), Globalización, imperialismo y clase social. México: Lumen Humanitas.
Selser, Gregorio, (1972), De la CECLA a la MECLA. O la diplomacia panamericana de la zanahoria. Buenos Aires: Carlos Samonta.
Sobre la deuda en Argentina:
Calcagno, Alfredo y Calcagno, Eric, (1999), La deuda externa explicada a todos (los que tienen que pagarla). Buenos Aires: Catálogos.
Formento, Walter y Merino, Gabriel (2011) Crisis financiera global. La lucha por la configuración del orden mundial. Buenos Aires: Peña Lillo
Sobre el derrocamiento de Arbenz y el capitalismo monopólico:
Jonas, Susanne (1979) “La democracia que sucumbió. La revolución guatemalteca de 1944 a 1954” en Tobis, David y Jonas, Susane Guatemala, una historia inmediata. México: Siglo XXI, pp. 83-110.
Schlesinger, Stephen y Kinzer, Stephen (1987) Fruta amarga. La CIA en Guatemala. México: Siglo XXI
1El Ministro de Relaciones Exteriores guatemalteco, Guillermo Toriello, expresó claramente a funcionarios del Departamento de Estado que Arbenz estaba deseoso de continuar con la construcción de la carretera Panamericana, pero que para ello necesitaba del apoyo en maquinaria y otras cuestiones (ver: FRUS, The American Republics, Volume IV Relations of the United States and Guatemala 1952-1954 Doc. 414)
1Doctora en Ciencia Política; Profesora del Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México.