Daniel Pedro, los ideales de la vida
Por Manuela Camus
Hace tiempo tuve la oportunidad de conocer a Daniel, su cuerpo ágil envuelto en su capixay, su aspecto de joven eterno y su perpetuo activismo. Sin duda tenía madera de comunicador, no sé cuál sería su nahual, pero contaba que desde que nació “me tengo que reconocer como hijo, como descendiente de la cultura maya, también la formación que recibí de mis padres, me inculcaron de estar con uno mismo y a mí me pareció estar siempre como parte del quehacer social”.
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Daniel transmitiendo la Traida de las Candelas
Fiestas Santa Eulalia 2006 |
De familia campesina, su “primera proyección fue participar como acólito. Después fui a la pastoral juvenil, pero dentro de toda esa formación ya me estaba dando cuenta de qué pasaba en Guatemala. El párroco me dio una carta de recomendación y estudié en La Salle de Santiago, allá la formación estaba dentro de la realidad, dentro de los movimientos y todo. Entonces me fui desarrollando, aunque no así como dirigente, pero sí participaba, me gustaba estar en reuniones sociales, digamos en cuanto a análisis de las realidades y todo. Y fue así como cambié mi realidad. Después de la graduación regresé acá, trabajé en la escuela parroquial, seguí siendo de la pastoral juvenil y trabajé de maestro”.
Si no recuerdo mal, estuvo como dos años en una aldea de San Juan Ixcoy, donde aprendió a respetar las religiones porque en esa comunidad eran evangélicos. Él los acompañaba a los actos religiosos y “las gentes se sentían felices conmigo”.
De regreso a Santa Eulalia se introdujo al movimiento de revitalización de la cultura maya, involucrándose en la lucha por la Academia de Lenguas Mayas y conformando posteriormente la Asociación Maya Q’anjobal .
Además con el Padre David López fue parte de los impulsores de la construcción de un hospital en la cabecera donde los aportes de los migrantes eran claves. “Era una idea de calidad, pero ya en la administración fue donde se perdió toda esa mística”. Daniel y otros eulalenses terminaron rompiendo con la iglesia e iniciando un proyecto diferente de atención a salud. “Al no haber espacio de diálogo, de consenso entre todo ese proyecto de la iglesia, pues se formó la clínica. Nosotros decíamos a los compañeros que se nos apartó de la iglesia y se nos tildó de ser los incitadores, los malos y todo, y la gente nos vio así. Había necesidad de ver nuestra propia realidad porque, digamos, desde el punto de vista de una iglesia, como que uno queda sujeto pues a lo que dicta, no nos permite ver imparcialmente”.
Estos hechos marcarían su trayectoria “analizamos en qué situación estamos, de veras somos los malos o somos también quienes llevamos los ideales de la vida”. Entre estos ideales surge la idea de la radio comunitaria y desde ese momento, quienes tuvimos el privilegio de conocer a Daniel no podemos imaginarlo despegado del micrófono o retransmitiendo con su celular la vida de Santa.
“En ese entonces éramos unos de la Academia, unos de la asociación, otros de la clínica, de la organización de mujeres, también de la Asociación Q’anjobal que estaba todavía. Soñábamos con crear la radio comunitaria local para informar de salud, educación, cultura, espiritualidad, tema mujer, género y otros programas. Tengo todavía el listado de los programas que estaban”.
Se reía recordando cómo “desconocíamos cómo es el aparato [de radio]. Lo fuimos a traer, las cosas estaban sobre un armario y era digamos un espacio el que ocupaba esto, según nosotros era uno, pero eran dos aparatos diferentes. Y nos lo trajimos. Nunca pensamos que iba a necesitar cables, que la torre, que el anillo, nada, nada. Nadie sabía cómo”.
De este entuerto el grupo sabría salir, pero sufrieron otros percances en esta labor de construir la radio, como la quema de la casa del alcalde donde estaba la misma instalada y por donde pasaba el cable del teléfono que les comunicaba y enlazaba. Eso
“estancó mucho”, pero con el tiempo restablecieron las transmisiones.
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Reportando las fiestas de Santa Eulalia, 2006 |
Otra lucha fuerte fue pasar a ser una radio comunitaria, “porque el Estado son los que nos dicen las radios piratas, la radio casi no está reconocida, pero no tiene que ser pirata, es un derecho humano. De todas maneras es el chiste de tener una radio comunitaria, de estar siempre a la contraria de los gobiernos”. También sufrieron las presiones de los partidos políticos y de grupos vinculados a la Iglesia católica que querían apropiarse de este goloso medio; Daniel insistía que Radio Jolom Konob’ “es de nuestro pueblo”.
Pero el mayor problema lo tuvieron con que “al momento de trabajar nos vimos en la necesidad de llamar a más gente, como que se nos dificultó y se nos sigue dificultando todavía, somos pocos”. Y es que el sueño de alcanzar los Estados Unidos atrapó a muchos jóvenes, “la gente se fue yendo, de las aldeas y de la cabecera municipal porque era algo que se necesitaba”. Daniel no lo hizo, fue parte de quienes “teníamos esa idea de estar presentes en el pueblo, en las necesidades… y la radio pues”.
Muchos eran compañeros suyos de generación, “con quienes también hemos tenido sueños”. A ellos aún les tocó hacer Patrulla de Autodefensa Civil: “todos a esta edad patrullamos, pero no me han pagado” y se ríe. “Al momento de cerrarse eso, salen todos. En el 94 ya se estaban dando indicios de que la patrulla se iba a esfumar. Como que ya no había un control tan riguroso, la gente se iba yendo. En el momento que todo eso se aflojó se fueron, la mayoría a los Estados Unidos. Tuvimos compañeros buenísimos para ocuparse, buenísimos para mantener la organización. Se tuvieron que ir”.
Desde los inicios fue una meta establecer conexión con los hermanos q’anjobales en Estados Unidos. La preocupación por las dificultades del paso a Estados Unidos y de cruzar el desierto movió a Daniel que adquirió un programa de grabación para grabar cuñar y poder advertir a la población. También le preocupaba la música de la marimba. “Este es un elemento que es como la esencia, la característica del pueblo q’anjobal, como que es algo muy especial. Añoran su tierra por la marimba. Yo aprendí a tocar a los 7 años, porque el abuelo de mi tío y mi papá también tocaban y el director era mi hermano, luego se fueron a los Estados Unidos. Es que los que dirigían ya se fueron para los Estados Unidos, los marimbistas también. Y eso es lo que a mí me gustaría rescatar”.
Y los sueños de Daniel no cesaron. “Le propusimos al gobierno municipal, yo formé parte del Comité, de que se declare un día del paisano ausente, ‘no, que mucho dinero, que esto nunca se ha venido haciendo…’. Hay parte de celos, de decir ‘eso se va a manejar, estos nos quieren manipular’. Hay un poco de egoísmo, pero alguien debería de estar allá visitando… Hace falta conjugar el sentimiento humano”.
En aquel momento no abundamos sobre lo que ya era una creciente preocupación general ante los intereses foráneos por los recursos naturales de la región q’anjobal. Aún llegué a acompañar una charla informativa dada por un grupo de preocupados, entre los que se contaba Daniel, en el salón comunal de Pet. Poco a poco este ideal de lucha por la Madre Tierra le envolvió de lleno.
Su sueño recurrente fue una vida más digna para su pueblo, el mismo que se manifiesta en el símbolo liberador de sus tiempos de la niñez: “Me gusta dibujar desde pequeño, me acuerdo que una vez en una bolsa de manta dibujé un rostro del Ché Guevara. Un día después mi papá se iba a llevar este morral cuando se dio cuenta de lo peligroso que era llevar al Ché… y hasta que por mi culpa le iba a pasar algo”.