Brasil: Ocupar para sobrevivir, o vivir en la calle.
0En Sao Paulo están comenzando los bloques de carnaval que año tras año paralizan tanto las actividades comerciales como las acciones de los movimientos sociales en las ciudades de Brasil. Durante los días del carnaval, las calles se pintan de colores, y se llenan de música, y miles y miles de jóvenes, niños, niñas y adultos bailan al ritmo de samba. Mientras tanto, en un edificio en el Barrio Barra Funda, 70 familias están reunidas. Sus rostros reflejan preocupación y sus ojos cansancio. Hace 6 meses ocuparon un edificio abandonado que llaman Dandara, que desde entonces ha sido su hogar. Ya se han integrado en la vida del barrio. Sus hijos están estudiando en las escuelas cercanas y reciben atención en las clínicas de la vecindad.
La necesidad de reunirse esta noche, es porque les ha llegado la orden de desalojo, a efectuarse el próximo 20 de febrero. Cuando se realice el desalojo, de nuevo las familias quedarían en la calle. Posiblemente perderían sus muebles y otras pocas pertenencias. Ya han pasado por el proceso antes. Una compañera cuenta que tiene 26 años ocupando algunos de los miles de edificios abandonados y sin uso en la enorme zona metropolitana de Sao Paulo, y ha pasado por varios desalojos violentos. Tiene 5 hijos, y aunque tiene trabajo, está lejos de poder pagar solventar los gatos, en una ciudad en las que los precios tienden a subir, mientras los salarios, cuando los hay, no se mueven.
Las familias son de diversa origen. Peruanos, Bahianos y Paulistanos. Tienen en común que son de los sectores más marginalizados de Brasil. Los sectores despojados, de quienes sólo se pide mano de obra barata, nada más. Las familias pertenecen al Movimiento Popular de del Campo y de la Ciudad “Tierra Libre”, uno de los muchos y variados movimientos que realizan ocupación de edificios vacíos y tierra que no cumple su función social como forma de reivindicar los derechos de la clase trabajadora para una vida digna. Según datos en la página de Tierra Libre, hay más de 290 000 edificio vacíos solo en Sao Paul, que podrían atender las necesidades de más de 130 000 familias que viven en condiciones de riesgo. “Tierra Libre” tiene 5 años de vida, y existe en 7 estados de Brasil. El movimiento realiza ocupaciones tanto en la ciudad como en el campo.
Para las familias es primordial realizar otra ocupación rápido para garantizar un techo, y cuidar sus pertenencias y sus hijos. Esta noche las familias irán para el barrio de Pinheros, barrio céntrico y burgués de Sao Paulo, donde existen pocas ocupaciones. «La ocupación es estratégica desde una perspectiva política y una perspectiva urbana”, cuenta una compañera que integra Tierra Livre y es defensora de Derechos Humanos. “Es urgente por el desalojo marcado para el día 20 de febrero, pero también es para señalar que estas personas tienen derecho de vivir en un buen lugar. Un lugar que tenga guarderías, escuelas, clínicas y transporte público”.
Con silencio las familias se trasladan al edificio, acompañados por integrantes de medios libres, que con cámaras ayudarían a documentar represiones policiacas u otros abusos. Callados consiguen entrar por la puerta principal del predio. Hay un cierto recelo en el grupo. Se conocen ejemplos en los que vigilantes que permanecen, pagados, para cuidar los predios que por años han estado abandonados, han estado armados y han atacado a la gente disparando. Esta vez no acontece. El celador dialoga, y decide salirse cuando amanezca. “Es importante que sean ellos que decidan”, comenta un integrante de Tierra Libre. Si quieren vivir con nosotros, están invitados, pero tienen la libertad de decidir si permanecen o se van. Se resuelve dialogando”.
El predio es propiedad de Banco Santos, cuyo dueño es un grande propietario en Brasil, que está inmerso en varios escándalos de corrupción y fraudes. El predio, que parece haber incluido tanto oficinas, como apartamentos de lujo, ha sido abandonado por más de 10 años. Tras recorrer el edificio las familias plantean la necesidad de valorar qué mejorías podrían hacer para habitar el lugar de una forma segura. Varias ventanas han caído, y las paredes tienen fallas estructurales. Mientras tanto les toca resistir las primeras 48 horas, que es cuando el peligro de desalojo es más urgente. La policía no ha tardado en presentarse en el lugar, y las familias tienen consciencia de que en cualquier momento puedan regresar y con bombas y gases expulsarles de nueva cuenta.
“Muchos nos estigmatizan de ladrones”, dice una compañera. “Pero nadie hace esto por querer. Queremos pagar, pero los precios son tan altos, que no lo logramos, aunque tenemos empleo”. “Infelizmente la vida del pobre es así. O ocupa para sobrevivir, o vive en la calle”.
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