Consideraciones en torno a «Guatemala: ¿Hubo genocidio?» de David Stoll
1Tabla de Contenidos
- La guerra según Stoll
- La actuación del ejército según Stoll
- Stoll niega genocidio en Guatemala: sus argumentos
Introducción
«Guatemala es el tipo de país que tiende a ser ignorado a menos de que suba a escena con un drama moral.» David Stoll (2013: 17), en «Guatemala ¿hubo genocidio?» Recientemente el antropólogo David Stoll publicó un artículo donde se preguntaba ¿hubo genocidio en Guatemala? En ciudad de Guatemala comenzó a circular desde la revista «Contrapoder», en versión traducida por la periodista Claudia Méndez Arriaza. En el blog de Stoll se podía descargar la versión en inglés con fecha del 31 de octubre y otra del 21 de noviembre 2013. En dicho artículo el antropólogo estadounidense cotejaba su experiencia en Nebaj durante 1982 y 1983 con una breve serie de entrevistas que realizó en julio 2013. Le interesaba conocer las distintas opiniones de los nebajenses sobre el polémico juicio por genocidio contra el general Efraín Ríos Montt. Para esto Stoll realizaría un análisis histórico de la violencia contrainsurgente en el área ixil con el fin de, posteriormente, cotejarla con los testimonios durante el juicio.
Los años 2012 y 2013 han sido un parteaguas en la historia de Guatemala. Por un lado el 4 de octubre 2012 el ejército disparó contra manfiestantes k’iche’s de Totonicapán, matando a 6 personas e hiriendo al doble. Por otro, el 10 de mayo 2013 se condenaba por genocidio al general Efraín Ríos Montt. Esto en el marco de un creciente conflicto social entre comunidades y el proyecto estatal-capitalista de imposición de hidroeléctricas, minería y agroproducción. El artículo escrito por David Stoll se enmarca dentro de esta lucha por la interpretación de la historia particular de Guatemala. El presente en luchadisputado demanda una explicación a la guerra del pasado, sea en la demanda del olvido (CACIF y Pérez Molina) o en su estudio, por el que muchos abogamos.
Las siguientes consideraciones quieren plantear puntos respecto la interpretación social e histórica de David Stoll. No es la primera vez que, personalmente, abordo una crítica a los argumentos del autor. En 2010 y 2011 leí varios libros relacionados con la guerra en Guatemala, enfocándome en los escritos por Yvon Le Bot y David Stoll. De este segundo publiqué dos artículos, los cuales se citan al final de este escrito. Este tercer escrito no tenía contemplado realizarlo. Fue a raíz de la publicación de su Guatemala ¿hubo genocidio? (noviembre 2013) que decidí elaborarlo. Me interesa recordar cuál ha sido su interpretación particular de la historia de la guerra, cotejándola con las continuidades que muestra en su reciente escrito. Así también, entender cómo Stoll utiliza ahora los testimonios ixiles del juicio por genocidio en lo que, considero, es la continuidad de su argumento original de 1993: una guerra entre dos ejércitos y una población en medio. Finalmente, veremos cómo la interpretación de Stoll entra en consonancia con los intereses de militares implicados en masacres, así como de la elite capitalista-finquera que se benefició de la barbárica campaña contrainsurgente de 1981 a 1983.
1. La guerra según Stoll
«No importaban las casas quemadas que punteaban el campo, ni las horribles historias que se oían, o el evidente sentimiento de privación con el que los nebajeños recibían a los gringos en safari, o su deseo de ir a trabajar a los Estados Unidos para ganar dólares. Esto era lo más cerca que yo podía estar de Shangri-La.» David Stoll (1993: 8), sobre sus impresiones al llegar a Nebaj en 1982
Para entender por qué razón Stoll es parte de la tendencia social que niega el genocidio, es necesario: a) estudiar su interpretación histórica de la guerra y b) analizar cómo coteja el concepto de genocidio con su interpretación histórica. Corresponde ahora lo primero. Con el mencionado fin este escrito reconstruirá su interpretación de la guerra, tanto desde su principal libro Entre dos ejércitos en los pueblos ixiles de Guatemala (1993) como en su reciente artículo en cuestión (2013). A ambos los separa un periodo de 20 años, los cuales comprenden la firma de la paz (1996) y la llegada a la presidencia del general Pérez Molina (2012). Sólo a partir de allí podremos volver a la discusión sobre la campaña de contrainsurgencia de 1981-1983 y la cuestión del genocidio.
La visión en conjunto del conflicto «entre dos fuegos» se mantiene en Stoll para el 2013, argumento que se ha repetido, durante los meses del juicio, en periodistas de las redes de la Universidad Francisco Marroquín y del CACIF, es decir, del poder capitalista en Guatemala. Cuando la guerra se piensa como un antes idílico y un después violento, luego se pierde la perspectiva histórica de la conflictividad entre comunidades indígenas y Estado guatemalteco. Leamos cómo recuerda Stoll su llegada a Nebaj en su artículo (2013) y el inicio de la guerra:
«Hago investigaciones antropológicas en el pueblo ixil maya de Nebaj. Treinta años atrás, Nebaj y los otros dos pueblos ixiles, Chajul y Cotzal, eran poblaciones pintorescas, golpeadas por la pobreza. La mayoría de ixiles vivía en casas de adobe sin chimenea, cultivaban maíz para sobrevivir y trabajaban en fincas de la costa a cambio de míseros salarios. Cuando un grupo que se hacía llamar Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) asesinó a líderes locales, no causó mayor sorpresa. De todos los centroamericanos que se unieron a las insurgencias marxistas de aquellos años, los Ixiles parecían candidatos de primera para sumarse a la lucha revolucionaria, y el EGP afirmaba representarlos. Muy pronto las represalias de los militares convirtieron a la región Ixil en una zona de guerra donde la mayor parte de víctimas fueron campesinos indígenas.» (Stoll, 2013: 13; cursiva propia)
2. La actuación del ejército según Stoll
Para esto luego cuenta cómo Otto Pérez Molina – en ese entonces con el alias Tito Arias – fue enviado como parte del cambio de la política en la guerra del Estado. Con Ríos Montt la violencia disminuiría. Pone como ejemplo el cambio de la política de masacre indiscriminada a la de control y reasentamiento de comunidades desplazadas, ahora bajo el ojo vigilante de las aldeas modelo. Utiliza para esto el libro escrito en inglés por Terri Jacob McComb con base en la historia de Tomás Guzaro, pastor evangélico ixil. Con la amnistía decretada por el gobierno de Ríos Montt, muchos decidieron regresar y entregarse al ejército. Esto fue un movimiento a nivel nacional, desde las comunidades kaqchikeles de San Martín Jilotepeque hasta los ixiles de Nebaj. Guzaro, como líder comunitario, llegó a común acuerdo con los ixiles de su localidad de salir de la montaña y entregarse al ejército. Esto la noche del 3 de agosto de 1982, tres meses después de la amnistía de Ríos Montt y de las campañas de masacres de julio 1982 en Huehuetenango y Alta Verapaz. Stoll (2013: 15), en su reciente ensayo, nos dice que Pérez Molina recibió a los ixiles conducidos por Guzaro y los asentó en Aldeas Modelo, como más tarde lo haría en un lugar denominado La Pista, en Nebaj. Allí Pérez Molina sitúo hasta 1,740 ixiles que Stoll denomina refugiados.
Todo este análisis de la contrainsurgencia como un todo está completamente omitido del ensayo de Stoll. Su libro de 1993 también carece de este análisis. Su sistematización antropológica efectivamente elabora cronologías y números de muertos, como en el escrito de 2013, pero no penetra las mismas cifras y cronologías que realiza. Al romper un hilo explicativo de los momentos de la guerra, de las continuidades o rupturas por regímenes deja, llanamente, comparaciones particulares no articuladas al momento del control guerrillero, del levantamiento comunitario, de la campaña contrainsurgente de junio/julio 1981 en ciudad de Guatemala, de la instauración de la Fuerza de Tarea «Iximché» (octubre 1981) en Chimaltenango y sur de Quiché, de la Fuerza de Tarea «Gumarkaaj» (noviembre-diciembre 1981) en el centro de Quiché, de la campaña contrainsurgente de marzo 1982 en Ixcán y de julio 1982 en el norte de Huehuetenango y Alta Verapaz. Este análisis está ausente en Stoll quien, más adelante en su escrito, dirá que no hubo genocidio en Guatemala.
3. Stoll niega genocidio en Guatemala: sus argumentos
Hay tres puntos a tener en cuenta para entender la negación de genocidio en Stoll. A continuación los plantearemos, primero desde una crítica a cómo construye la «objetividad» de su relato para, posteriormente, ir avanzando hacia su análisis entre historia de la guerra y el cargo jurídico de genocidio. Solo esto nos podrá remitir, finalmente, a su relación con la clase capitalista a la cual beneficia su argumento.
a. La construcción del «dato objetivo»
Luego de haberse esforzado en su escrito por diferenciar la contrainsurgencia de Lucas de la de Ríos Montt, no obstante, Stoll empieza a reconocer continuidades. Nos dice:
«Desafortunadamente no a todos los que se rindieron les fue bien. Uno de los testigos contra Ríos Montt fue Elena de Paz Santiago (#68) quien, a la edad de 12 años, escuchó los aviones que ofrecían la amnistía, y se rindió junto con su madre. En el destacamento militar en Tzalbal, ellas vieron a un hombre y una mujer muertos apilados uno sobre otro. Los soldados violaron a su mamá, después «me agarraron las manos y los pies y me abrieron.» Nunca más volvió a ver a su madre.
El 17 de junio de 1983, según un hombre a quien entrevisté en Nebaj, su padre se entregó cerca de Tzalbal junto con su esposa y cuatro hijas. El padre era considerado sospechoso por el EGP dada su habilidad para mantener suministros de azúcar y sal —recursos que el EGP creía que debían ser controlados por la organización guerrillera. Otra razón por la cual decidió rendirse fue porque sus mujeres se estaban quedando sin ropa. Una vez que estuvieron en manos del Ejército, un guerrillero capturado lo identificó como un colaborador «logístico» de la insurgencia, encargado de comerciar por la noche con poblaciones controladas por el Ejército. Los soldados abusaron de su hija de 15 años y cuando él se opuso, le colgaron de un árbol.
Una masacre ocurrió justo cuando Pérez Molina usaba a guías ixiles de los huidos con Tomás Guzaro para persuadir a más refugiados a rendirse. Antes de la madrugada del 14 de agosto de 1982, tropas del vecino departamento de Huehuetenango capturaron el caserío de San Francisco Javier, administrado por el EGP. Aun cuando nadie en el caserío estaba armado y todos intentaron escapar, los soldados y patrulleros masacraron a 36 personas.» (Stoll, 2013: 15)
b. Niega la línea de mando
También aquí utiliza su ya acostumbrado método de negar el cargo jurídico para, luego, citar su contrario. Venimos de ejemplificar cómo, primero, Stoll se concentra en mostrar que el régimen de Lucas fue distinto al de Ríos Montt en la violencia. Luego, Stoll cita masacres y asesinatos que se dieron precisamente durante el periodo de Ríos Montt, los cuales permiten ver la continuidad de la campaña estatal en estos aspectos. Ahora pasamos a una situación similar: ¿Fue Ríos Montt, en tanto presidente de facto y comandante general del ejército entre marzo 1982 y agosto 1983, responsable de las masacres y asesinatos, no sólo en el área ixil sino en otras regiones? A esto responde Stoll:
«Durante los 17 meses de Ríos Montt en el Palacio Nacional, él negó toda evidencia de que sus tropas cometieran masacres. También afirmó estar en control total del Ejército -una afirmación que se vio obligado a hacer porque su autoridad era tan tenue. El código castrense de solidaridad institucional y una simple y una sola cadena de mando han sido a menudo desmentidas por un profundo faccionalismo. Los comandantes locales tienden a convertirse en autónomos, no todos estuvieron de acuerdo con la amnistía de Ríos Montt, y algunos pudieron haber cometido masacres para socavarla. Dados los eufemismos que el Ejército ha usado siempre para referirse a las masacres, me sorprendería si algún día emergen órdenes para matar a población civil.» (Stoll, 2013: 17; cursiva propia)
«Alguien me tomó fuertemente del brazo, me sacó de la vereda de concreto y me introdujo al césped que, como siempre, estaba impecablemente cortado. El General Ríos me alejó del flujo de oficiales que nos miraban mientras se dirigían al club. Todo transcurrió en unos cuantos segundos, y sin preámbulos me dijo que al día siguiente, martes 9 de junio, iba a disolver la Junta Militar de Gobierno, y que me había designado para que me hiciera cargo del Ministerio de Gobernación. Le contesté que por favor nombrara a otro, porque con el General Maldonado Schaad y su familia teníamos, mi esposa y yo, una estrecha y vieja amistad, y él era uno de los miembros de la Junta Militar de Gobierno, que además se desempeñaba como Ministro de Gobernación. ¡No le estoy preguntando si quiere!, ¡se lo estoy ordenando! Me contestó.Después me dijo que no regresara ese día a mi Comando; que me esperaba al día siguiente a las ocho de la mañana en la Casa Presidencial, que lo que me había dicho era confidencial, por lo que no debía comentarlo con nadie, y sin esperar más, regresó a la larga fila de oficiales que iban allegando al club. Cuando volví a la vereda de concreto alguien me preguntó qué me había dicho el viejo. Una llamada de atención, contesté, para que lo escuchara todo el grupo. Supongo que me creyeron, porque me quedé mudo.» (Méndez Ruiz, 2013: 332)
Aún creyendo los argumentos de Stoll y, por ende, negando el cargo de genocidio, otro oficial sería el responsable de las masacres. Lo único certero es que las masacres allí están, allí siguen hablando, situación que no cambia como sí lo hace un cargo jurídico o las influencias de las elites nacionales sobre el juicio. Ese mismo juicio al que el imparcial Stoll había llamado un circo mediático.
c. El juicio por genocidio según Stoll
Con semejante argumento describiría el juicio Stoll en su artículo Guatemala ¿hubo genocidio?:
Es fácil, a simple vista, ver las similaridades argumentativas con el artículo de Méndez. El énfasis en los activistas extranjeros de derechos humanos y la identificación entre la jueza y el público, también criticada por el nacionalismo contrainsurgente de los miembros del ejército, está presente en Stoll. Cotejamos los escritos de Méndez y Stoll, inicialmente, para ver la raíz en común de los argumentos a favor del ejército y de la posición del no-hubo-genocidio. La continuidad de los argumentos entre periodistas de UFM y simpatizantes del CACIF con los de Stoll son, a todas luces, evidencia del interés compartido por negar la historia o, más bien dicho, por construirla a favor de sus intereses. Veamos un ejemplo de la influencia de la antropología de Stoll en estos sectores:
«La mayoría de los muertos fueron guerrilleros y militares. Todos fueron parte del conflicto, todos estaban enterados de los riesgos que enfrentaban. Pero, como en toda guerra, también hubo víctimas: inocentes que quedaron atrapados en medio del fuego cruzado de dos grupos que peleaban por el poder. Conciudadanos nuestros, sin importar la etnia con la cual se identifiquen, que fueron sacrificados.» (Díaz-Durán, 8 abril 2013; cursiva propia)
La primera es Marta Díaz-Durán, ligada al círculo de periodistas de la Universidad Francisco Marroquín y al discurso de capitalismo mercantil, llamado por ellos «libertario». En su artículo del 8 de abril 2013, Díaz Durán pretende demostrar que en la guerra entre ejército y guerrilla las víctimas eran la población civil «atrapados en medio del fuego cruzado». Primer punto en consonancia con Stoll, «entre dos fuegos». Segundo punto, la idea de una guerra que no es genocidio pues mató por igual ladinos e indígena. Stoll, quien había expuesto estos puntos en su libro de 1993, los repite en su artículo de 2013:
«No es una exageración concluir que, en los días que el Ejército masacró a campesinos desarmados, su objetivo era exterminar a campesinos que apoyaban a la guerrilla. Hubo mucho de esos días antes de que Ríos Montt llegara al poder, como también los hubo durante los primeros nueve meses de su administración. Sin embargo, esto se convierte en genocidio solo si ampliamos la categoría de protegidos por la convención internacional de grupos nacionales raciales, étnicos y religiosos a grupos políticos. Así es justamente como los activistas querrían estirar el alcance del tipo penal, para incluir víctimas de matanzas políticas masivas. Esto podría ser una buena idea, pero tengo entendido que hace falta aún que esto se convierta en ley internacional.» (Stoll, 2013: 17; cursiva propia)
Stoll nos dice entonces que no hubo genocidio pues las masacres no eran por motivos raciales, étnicos y religiosos. Eran solamente, según él, para «exterminar a campesinos que apoyaban a la guerrilla». Si bien mucho más fino el argumento al simplismo mostrado por Marta Díaz-Durán, ambos cometen el mismo error. Claro, tengamos claro que no les conviene complejizar más el asunto. Ambos niegan el genocidio por negar el carácter «étnico, racial o religioso» de la guerra en Guatemala. De nuevo se pierde el carácter general de la contrainsurgencia de 1981 a 1983, eliminar las posibilidades sociales de una revolución que derrocara el régimen surgido del Golpe de Estado de 1954.
Este fue un esfuerzo estatal y capitalista (finquero, banquero) por destruir la rebeldía de los oprimidos que se sublevaban contra el orden impuesto. En un país surgido de la conquista y la colonia como Guatemala, con la enorme expropiación de tierras a comunidades indígenas y su posterior imposición del trabajo en las fincas, es imposible no pensar que el miedo a la revolución era, en última instancia, parte del antiguo miedo de las elites a que «el indio baje de la montaña». De manera que la contrainsurgencia de 1981 a 1983 tiene que entenderse, a la vez, en su carácter de imposición estamental sobre los pueblos indígenas y demás oprimidos en Guatemala.
La característica, digamos, étnica, hay que matizarla con la lucha de clases y los conflictos entre desposeídos y propietarios, trabajadores y clases capitalistas. En la masacre pues confluyen diversas particularidades de poder en un solo aluvión o flujo de dominación (Palencia, 2010/2013). El orden colonial y finquero reimpuesto en la violación a las mujeres (patriarcado), en el asesinato de niños (infanticidio), en el desprecio racista al «indio» y en la subordinación-aniquilamiento de trabajadores sublevados (clase). El estanco del concepto jurídico es, pues, utilizado por Stoll y Díaz-Durán para negar lo que importa: el contenido histórico y reconstruido de la campaña estatal-finquera de 1981 a 1983.
Por eso el temor del CACIF y la necesidad de escabullir la justicia del Estado mismo basado en los cadáveres de esos años. De allí que es mejor que se generalice el genocidio, se omitan los matices históricos, que se haga del Estado algo igual a la guerrilla y se diga que la violencia del ejército es igual, en todos sus términos, a la de estos grupos sublevados en armas. Es decir, un análisis que complejice la continuidad o diferencia entre guerrilla y ejército – como formas militares – debe ser histórico y social, no para denegar la responsabilidad sino para entenderla como procesos de circunstancias, individuales pero también sociales.
Stoll personifica la justificación «científica» de la clase dominante en Guatemala, añorada por supuestamente representar una versión neutral que beneficia su – negación – de la historia. Solo que en Stoll esta clase dominante encuentra a un académico norteamericano, con tres décadas de convertir académicamente a los rebeldes ixiles en víctimas de dos fuegos, de tildar de mentiroso el testimonio de Rigoberta Menchú y, ahora, de negar el genocidio imputado a Ríos Montt. Tan torpe y limitada es la clase social que representa el CACIF, la UFM, los militares, sus periodistas y abogados que, en última instancia, prefieren basarse en los débiles y ambivalentes argumentos del antropólogo Stoll. Sea fabricando historias à la carte con Carlos Sabino o repitiendo las ideas, a todas luces rebasadas, de David Stoll, los aliados y ejecutores de la barbarie de 1981 a 1983, finqueros, empresarios y militares, podrán seguir reciclando las palabras sabiendo que estas nunca podrán fundamentarles un orden eterno. Abajo, en silencio, la rebelión social sigue siendo una posibilidad, pequeña y débil tal vez, por el momento, pero siempre una posibilidad del derrocamiento de su historia y la apertura de la vida digna, una y otra vez, aniquilada y ampliada en la lucha
5 diciembre 2013
Notas
1 Sociólogo guatemalteco
2 Outsiders (Stoll, 1993: 14)
3 La lectura de la firma de los acuerdos de paz como un armisticio es planteada atinadamente por Marta Gutiérrez (2013: 132)
4 Pareciera, en este sentido, que la influencia de Robert Redfield sobre las comunidades folk versus las urbanas aún se rastrea en los trabajos de Le Bot y Stoll.
5 Cito la página de la versión en inglés. Sin embargo, aquí lo pongo en su versión traducida al castellano: « En ese momento yo estaba en la Universidad de Stanford, haciendo mis estudios de posgrado en el Departamento de Antropología, y buscaba un lugar para mi trabajo de campo. Como muchos de los extranjeros que llegaron antes que yo, estaba fascinado por Nebaj. Mis motivos para ir allí eran más bien románticos, de la clase que no se admite en un seminario universitario. Los Ixiles encajaban perfectamente en la imagen nostálgica de un pueblo aparte, todavía protegido por sus montañas y resistiendo al siglo XX. El estrecho camino que conducía a la región Ixil zigzagueaba hacia arriba hasta el borde de los Cuchumatanes, luego entraba a un banco nuboso y sobre el paso de montaña, llegaba hasta el borde de un valle verde y húmedo. A lo lejos se divisaba un pueblo de paredes blanqueadas y techos de teja, que bien podría ser de siglos atrás. Habían procesiones religiosas que parecían sacadas de la Edad Media, rostros de hombres que no habían entrado a la edad del consumo moderno, y el efecto sorprendente de mujeres Ixiles con sus faldas rojas y brillantes, sus huipiles ricamente bordados y sus desafiantes cintas de pelo.7 Afortunadamente yo estaba casado, lo que me salvó del destino de los extranjeros que cortejaban a las mujeres Ixiles con muy poco éxito. No importaban las casas quemadas que punteaban el campo, ni las horribles historias que se oían, o el evidente sentimiento de privación con el que los nebajeños recibían a los gringos en safari, o su deseo de ir a trabajar a los Estados Unidos para ganar dólares. Esto era lo más cerca que yo podía estar de Shangri-La.» (Stoll,1993; edición electrónica en español disponible en http://community.middlebury.edu/~dstoll/EDF.html)
6 Esto lo introduce Stoll al analizar los testimonios ixiles durante el juicio de 2013: «Pero como grupo, todos se adaptan bien en el patrón de violencia establecida por los otros testigos. De los 63 testigos que proveen fechas precisas, hasta siete se refieren a crímenes ocurridos antes de que Ríos Montt asumiera el poder. De estos, la peor es la masacre de febrero de 1982 en Chisis, Cotzal, el incidente más letal de la guerra en el area ixil, con 264 muertos en un solo día (#32), así como las masacres antes mencionadas en Xix, Chajul, que acabaron con 14 familias.» (Stoll, 2013: 16)
7 De nuevo, utilizando los testimonios que recopiló en su visita a Nebaj en julio 2013, nos dice: «Para los habitantes del pueblo que sobrevivieron el año posterior a dicha declaración, incluidos siete a quienes entrevisté en julio, el discurso de Benedicto marcó la diferencia entre el régimen de Romeo Lucas García y el de Efraín Ríos Montt. «Aquí hubo bala día y noche cuando el hermano del presidente Lucas, Benedicto, nos dio un plazo de 72 horas para que el pueblo se organizara para que la guerrilla no siguiera hostigando al Ejercito. Si no, en 72 horas iban a llegar aviones para bombardear al pueblo. A los dos días fue el golpe de estado, llegó al poder Ríos Montt y quitó a Benedicto del mando».» (Stoll, 2013: 14)
8 «Personalmente, yo no creo que alguien en Guatemala es culpable de genocidio porque no creo que esa es la descripción precisa de lo que sucedió.» (Stoll, 2013: 17). Citamos también su version en inglés: «Personally, I don’t think anyone in Guatemala is an accomplice to genocide because I don’t think this isan accurate description of what happened.» (p. 12)
9 En su version original: «One massacre occurred just as Pérez Molina was using Ixil guides from TomásGuzaro’s escapees to persuade more refugees to surrender.» (Stoll, 2013: 8)
10 La masacre de Cuarto Pueblo, realizada por el ejército en un operativo del 14 de marzo 1982, fue todavía bajo la presidencia de Lucas García, apenas una semana antes del Golpe de Estado que llevaría a Ríos Montt al poder. Si se analiza la contrainsurgencia de marzo y abril 1982 se verá, pese al cambio de gobierno, una continuidad mayor del plan contrainsurgente del ejército iniciado en junio 1981 en ciudad de Guatemala y octubre 1981 en Chimaltenango.
11 Dejemos que el coronel Méndez-Ruiz nos lo aclare por su propia cuenta: «Una semana después de haber recibido el Ministerio de Gobernación, me puse de nuevo, y por última vez en mi vida, mi gastado uniforme camuflageado de campaña y volé, primero a la Zona Militar de Cobán, y después a la Base de Patrullas de Playa Grande, a unas sencillas ceremonias de entrega de mando a los comandantes de cada una de esas unidades. Aún hacía falta recuperar algunos espacios en el occidente del Ixcán Grande, en Huehuetenango. De ese momento en adelante no supe más de operaciones militares. La situación en Ixcán continuó siendo muy conflictiva durante varios años.» (Méndez Ruiz, 2013: 333)
12 Interesante ver cómo se presenta a sí mismo Guillermo Méndez en su blog: «Guillermo W. Méndez, teólogo guatemalteco. Maestría en Ciencias Sociales con énfasis en Economía, Universidad Francisco Marroquín, 1994. Suma Cum Laude. Diploma de excelencia docente, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Rafael Landivar, 1995. Ha investigado sobre Derecho, Economía y Política. Miembro fundador de Proreforma y parte de su junta directiva.» No es casualidad entonces su opinión, defiende las posiciones de los ganadores de la guerra en Guatemala, de los empresarios y del ejército. Fue él durante esos días parte de la oleada de enojo de la clase propietaria de capital y sus allegados, aquellos que se negaban a aceptar que «su país» fuese tildado internacionalmente de genocida. Afirmar que Guatemala se insertaba en esa definición jurídica les parecía algo absurdo, parte de un circo mediático.
13Méndez, G. Genocidio ¿en Guatemala? Sitio web: http://eticaderechoylibertad.blogspot.com/2013/03/genocidio-en-guatemala.html
14 Véase en la bibliografía algunos de los artículos o columnas citadas: Kaltschmitt (2/4/2013), Jacobs (4/4/2013), Díaz-Durán (8/4/2013), Zapeta (16/4/2013).
15 En su versión en inglés nos dice originalmente «media circus» (p. 2).
16 Para un contexto de las campañas contemporáneas de expropiación territorial del Estado guatemalteco y fincas en la región ixil, véase el trabajo de Cecilia González (diciembre 2013). También véase la detallada reconstrucción histórica de la contrainsurgencia en el área ixil, realizada por el Iniciativa para la Reconstrucción y Recuperación de la Memoria Histórica (septiembre 2013). Asimismo, la historiadora Leticia González realizó en 2011 también un estudio sobre los orígenes de la guerra y cómo fue interpretada por los ixiles. Recomendamos a Stoll, por rigurosidad antropológica, leer estos tres escritos.
17 Para una crítica mucho más detenida y profundad de este punto refiere a los dos trabajo que hice en 2011, citados en la bibliografía.
Bibliografía
- Díaz-Durán, Marta. «Víctimas por siempre». En: Siglo 21, 8 de abril 2013. Disponible en: http://www.s21.com.gt/principios/2013/04/08/victimas-siempre
- González, Cecilia. «Elecciones en Nebaj: la imposición de un Alcalde que agilice la continuidad del ordenamiento territorial». Centro de Medios Independientes, Guatemala, en: Revista Albedrío, 3 de diciembre 2013. Disponible en: http://www.albedrio.org/htm/noticias/cmig-034.html
- González, Leticia. (Diciembre 2011). «Más allá de la Montaña: la región ixil» (pp. 163-228) en: Guatemala, la Infinita historia de las resistencias. Vela, Manolo (coord.). Guatemala: SEPAZ, pp. 649
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- Kaltschmitt, Alfred. «Ríos Montt: lo dejaron solo». En: Prensa Libre, 2 de abril 2013. Disponible en: http://www.prensalibre.com/opinion/Rios-Montt-dejaron-solo_0_893910602.html
- Le Bot, Yvon. (1992). La guerre en terre maya. Communauté, violence et modernité au Guatemala (1970-1992). France : Éditions Karthala, pp. 332
- Le Bot, Yvon. (1993). La guerra en tierras mayas. Comunidad, violencia y modernidad en Guatemala (1970-1992). México: Fondo de Cultura Económica / Sociología. Primera edición en francés (1992), pp. 327
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- Palencia, Sergio (2010/2013). Racismo, capital y Estado en Guatemala. Análisis de las relaciones de poder desde la teoría crítica. Guatemala: IEH-URL, pp. 218
- Palencia, Sergio (mayo 2011). ¿Entre dos fuegos? Neutralización de la lucha Ixil en David Stoll y la cuestión de la memoria revolucionaria en Guatemala, 1970-1983. Revista Albedrío, 9 de mayo 2011, pp. 66. Disponible en: http://www.albedrio.org/htm/otrosdocs/comunicados/issuus/Documentos-0012.htm
- Palencia, Sergio (octubre 2011). «Ixiles, guerrilla y ejército en Guatemala: David Stoll y la cuestión de la memoria revolucionaria» (pp. 75-93) en: Cuadernos de Marte – Revista Latinoamericana de sociología de la guerra, No. II, Año 1, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/Argentina/iigg-uba/20120822044950/2_palencia.pdf
- Stoll, David. «Guatemala – Was it Genocide?» (pp. 13) en: David Stoll’s Webpage – Middlebury blog. Versión 21 de Noviembre 2013, Estados Unidos.
- Stoll, David. «Guatemala: ¿hubo genocidio?» (pp. 12-17) en: Revista Contrapoder, Guatemala. Traducción: Claudia Méndez, noviembre 2013. Disponible en:http://www.contrapoder.com.gt/es/edicion31/actualidad/913/Guatemala-%C2%BFHubo-genocidio.htm
- Stoll, David. (1988). «Evangelicals, Guerrillas, and the Army: The Ixil Triangle Under Ríos Montt.» (pp. 90-118) en: Harvest of violence. The Maya Indians and the Guatemalan Crisis. Carmack, Robert (compilador). Oklahoma: University of Oklahoma Press, pp. 334
- Stoll, David. (1993). Between two armies in the Ixil towns of Guatemala. New York: Columbia University Press. pp. 383
- Zapeta, Estuardo. «Genocidas todos». En: Siglo 21, 16 de abril 2013. Disponible en: http://www.s21.com.gt/era-libertaria/2013/04/16/genocidas-todos
Sí Hubo Crímenes de Guerra!
Le agradezco a Sergio Palencia su respuesta a mi ensayo en Contrapoder “Guatemala—¿Hubo Genocidio?” Como extranjero, no quiero intervenir en debates políticos entre los guatemaltecos a menos que mi analisís se base en mis intercambios con todos los que tengan voluntad de platicar conmigo, es decir, con la gama más amplia de la opinión pública.
En el proceso por genocidio contra el ex-presidente Efrain Rios Montt, los testigos provinieron de una área en la que he tenido el privilegio de trabajar durante más de treinta años. Sus testimonios fueron valiosos, tal como reconocí en Contrapoder.
Sin embargo, también abundan evidencias de inconformidad entre la misma población ixil, hecho que se puso en relieve cuando, durante el proceso judicial, una caravana de ixiles llegó a la ciudad capital declarando que “no hubo genocidio”. Aparentemente llegaron con el apoyo de la Fundación Contra el Terrorismo, una organización compuesta de ex-militares.
Siempre es posible descalificar a las opiniones de una población indígena por reducirlas a sus patrones o aliados políticos exteriores, como si los ixiles insurgentes de los años ochenta fueran nada más que títeres manipulados por una “conspiración comunista externa”. Como si los soldados y patrulleros ixiles de la misma época fueran solo conscriptos del ejército nacional. Como si los testigos ixiles en contra de Rios Montt fueran simples instrumentos de organizaciones internacionales. O como si los manifestantes a favor de Rios Montt fueran solo instrumentos de militares jubilados. Descartar opiniones de una población indígena de esa forma es paternalista y no sirve ningún fin positivo.
Como la población ixil nunca ha sido un bloque político homógeno, es importante conocer a fondo sus opiniones sobre el proceso contra Rios Montt. De mis pláticas con 55 nebajenses en julio de 2013—45 ixiles, 6 ladinos y 4 k’iche’s–concluyo algo no muy sorprendente: que sus desacuerdos sobre sí o no hubo genocidio reflejan sus distintas experiencias provenientes de la amnistía de Ríos Montt.
Para algunos, la amnistía fue solo una farsa cruel porque no protegió a sus familiares de las próximas campañas contrainsurgentes del ejército. Para otros, representó un cambio importante en el comportamiento del ejército. Algunos hasta opinan que, si no fuera por el golpe de estado del 23 de marzo, mucho más gente se hubiera muerto. Es por eso que les extraña que Ríos Montt sea acusado de genocido. Ningún observador que se tilda de antropólogo, sociólogo o periodista tiene derecho de ignorar estos desacuerdos.
Por el momento, parece que las organizaciones populares de izquierda han invertido toda su credibilidad en avanzar el concepto de genocidio. Es un planteamiento sencillo y drámatico que ha hecho destacar su perfil tanto en el exterior como en territorio nacional. Además, es un planteamiento que le puso en el banquillo a un ex-jefe de Estado. Estos no son logros insignificantes. Sin embargo, no me parece aconsejable ignorar por completo los sentimientos de una fracción considerable de la población maya.
A base de mis pláticas con los ixiles y otros nebajenses, creo que hay un terreno común más amplio que el restringido concepto de genocidio: de hecho, la totalidad de la población nebajense reconoce que hubo atrocidades cometidas por los dos lados. Incluso los pocos ixiles que defienden al ejército, y los pocos que defienden a la guerrilla, reconocen que hubo actos indefensibles cometidos por elementos de cada bando. Por lo tanto, me parece que los procesos que se basen en crímenes de guerra—es decir, violaciones a los convenios de Ginebra los cuales protegen a los civiles, a los heridos y a los presos–podrian ser más robustos políticamente que las que se inician a base de genocidio.
Procesos por crímenes de guerra también podrían ser más robustos judicialmente. Al juzgar durante las dos últimas décadas los procesos por genocidio en otros paises, ha sido sumamente difícil comprobar el “intento de exterminar” de una forma que sobrevive las apelaciones.
Dudo mucho que mi planteamiento a favor de crímenes de guerra sea bienvenido por ex-militares. Al mismo tiempo, dudo que sea de agrado al Centro Rolando Morán y a la Fundación Guillermo Torriello, patrocinadores del libro de Sergio Palencia, Fernando Hoyos y Chepito Ixil, 1980-1982: Encuentro y comunión revolucionaria desde las montañas de Guatemala.
Por otra parte dudo que mis planteamientos le hayan sido de mucha utilidad al Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (CACIF); si este hubiera sido el caso, hubiera sido posible publicar mis libros sobre Guatemala en el mismo país, lo que nunca ha sido posible.
Afortunadamente, cualquier persona que tenga acceso al internet puede descargar una traducción completa de Entre Dos Fuegos en Los Pueblos Ixiles de Guatemala (1993); solo hay que Googlearlo bajo este nombre. Una pdf del mismo también está disponible en Editorial Abya-Yala de Quito, Ecuador. Allá se puede leer por cuenta propia el argumento mio que ha sido tan tergiversado por Sergio Palencia.
El libro más reciente de David Stoll es El Norte or Bust! How Migration Fever and Microcredit Produced a Financial Crash in a Latin American Town.