¿Hay brujas porque hay vulvas?
0Hay una escena en la película sueca “Déjame entrar” (Lat den ratte komma in, Thomas Alfredson (dir), 2008) que siempre me impresiona: cuando se muestra la vulva de la muy joven protagonista: una vulva horizontal. ¿Es la intensión de marcar una segunda boca, probablemente dentada, para alguien que se alimenta de sangre humana?
Por Gabriela Miranda
La idea de que las mujeres tienen o tenemos una vagina dentada es muy vieja y muy difundida. Una vagina insaciable y castradora. Pero no se teme a la vagina, se teme a la vulva. Según Mithu M. Sanyal, escritora del libro “Vulva. La revelación del sexo invisible”, se creía que las brujas podían hacer crecer dientes en sus genitales. De hecho, según esta autora, la vulva no sólo fue desapareciendo de la historia y de la realidad de la humanidad sino que desapareció de la escena pública y lo que quedó de ella fue su mera monstruosidad.
Para ser francas/os, ni siquiera sabemos como es exactamente una vulva. A lo sumo la vemos dibujada en las paredes de los baños públicos de hombres, como si fuera un elemento más de la sexualidad masculina.
Vagina no es igual a vulva, la vagina es la abertura corporal que une a la vulva con los órganos genitales internos.
La vulva es la gran ausente de la historia y del cuerpo de las mujeres. Es la tremenda frase: “las mujeres no tienen nada”. Termina siendo un agujero por donde entra en pene. La vulva aparece entonces por razones higiénicas, cosificada en cierta pornografía o como un mito amenazante para el hombre. Así, la vulva, no se muestra ni se nombra, como quien no existe o no existe por voluntad propia. Contrario al pene, cuya particularidad patriarcal y machista es el tamaño, la vulva se ha reducido en nombre y forma hasta su invisibilización. Al igual que la imagen en los baños, los sobrenombres dados a la vulva, son patrimonio de los hombres.
Si atendemos a la reflexión de L. Wittgenstein “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente. Todo lo que sé es aquello para lo que tengo palabras”, entonces no se sabe de la vulva, de su forma, de su contenido, luego entonces no nos pertenece a las mujeres. La ausencia de la vulva, como todas las ausencias, también explica algo, las ausencias también demuestran: la derrota, la incertidumbre, el silencio, el peligro, la extinción, la reclusión, la inexistencia y en este caso, la atrofia del desuso. La vulva, funciona como una envoltura del clítoris, que un único propósito: el placer, no siempre penetrativo.
En fin, la historia de la vulva, es parte de la historia de las mujeres, su misma invisibilización, ocultamiento, perversión o silenciamiento. Y está ligada al control de nuestros cuerpos y de nuestra capacidad reproductiva. La historia de la llamada “cacería de brujas” es una historia similar a la vulva: son intentos de mantener a las mujeres dentro del control masculino, los hombres dominantes nombran y ellos generan la imagen, ellos produjeron la idea de la bruja y también su escarmiento correctivo y ejemplificante.
Así como la vulva, su imagen, función y sobrenombres, es propiedad masculina, también lo es la idea de brujas. Tenemos una idea de ellas, una imagen y un miedo instalado y provocado, una prohibición de acercarnos y por supuesto de ser una de ellas. De hecho, el señalamiento del clítoris fue prueba para afirmar que una mujer acusada de brujería, lo era efectivamente.
Ambas ideas van de la mano. Una de las principales acusaciones de las brujas era la movilidad, la libre movilidad pone en duda la castidad de toda mujer, su honra y de hecho su seguridad. Mantiene la idea de que las mujeres debemos guardarnos y encerrarnos, como también cerrarnos de piernas. Se condena la vulva, se condena a las brujas, a toda forma que atente contra el orden masculino de dominación.
Ya que está cerca la noche de brujas, tal vez valga la pena, antes de subir a la escoba, tomar un espejo y celebrar ese breve espacio de nuestros cuerpos.