«No es nadie, señor, soy yo»
0Por Gabriela Miranda García
En su libro «El laberinto de la soledad», Octavio Paz relata un episodio, ficticio o no, que siempre me sobrecoje. Al narrar un momento con una de sus empleadas, el escritor dice: «Recuerdo que una tarde, como oyera un leve ruido en el cuarto vecino al mío, pregunté en voz alta: «¿Quién anda por ahí?» Y la voz de una criada recién llegada de su pueblo contestó: «No es nadie, señor, soy yo».
Paz, seguro de sus afirmaciones antropológicas, como un narrador universal de su propia novela, entiende que la recién llegada se ningunea, que trata de mimetizarse en el silencio, de pasar inadvertida, de hacer creer que ella no está. Después de hablar del «mexicano» hombre, como centro de su obra, pone de ejemplo a una mujer (una cosa rara, el objeto del objeto de su estudio). El escritor entiende algo, pero no entiende más, no comprende que ella también sabe quién es él, que es el violador histórico, el patrón dueño de la tienda, de su virginidad, de sus hijos, de su siembra. Ella sabe que él espera esa respuesta: «Nadie señor, no se preocupe, aquí no estoy, no hago ruido». Ella responde, como él espera. Gracias a esa respuesta, que al señor Paz le confirma la tesis de su obra, es que la puede usar de ejemplo y de estudio.
Él no comprende que esa respuesta no es el simple resultado de la descripción que hace de una cultura de subordinación; obvia, que la subordinación es resultado de una descalificación, maltrato, esclavitud y despojo históricos, que él mismo espera ser llamado «señor» y tratado como tal, que espera el silencio, la humildad; que lo contrario lo incomodaría, lo desestabilizaría, lo sorprendería al menos y ambos saben que él podría golpearla, echarla o insultarla.
Bárbara Díaz Surín fue capturada el día 29 de octubre en la comunidad de Cruz Blanca. Es una dirigente comunitaria maya Kaqchikel y es parte de las 12 comunidades Kaqchikeles en resistencia de San Juan Sacatepéquez, que mantienen una lucha para defender su territorio ancestral de la explotación de la Cementera San Gabriel, de Cementos Progreso; y está organizada, junto con muchas mujeres de ese lugar, para exigir al Gobierno y al Estado guatemalteco que levante el Estado de Prevención (de Sitio) que mantiene en su comunidad.
Está ligada a proceso, a pesar que la investigación realizada por el Ministerio Público tiene muchas debilidades y permanecerá encarcelada hasta que se realice una audiencia de la Fase Intermedia, el 8 de enero del 2015, para establecer si participó o no en un hecho por el cual está siendo acusada de asesinato.
La respuesta contraria a «No es nadie, señor, soy yo», a la esperada por el colonizador, por quien acumula privilegios y los mantiene, pone en peligro su status y la estructura de dominación que lo protege. Bárbara Díaz Surín está presa porque le dijo al señor progreso «No, no quiero su cementera, no, esta tierra es nuestra, no, que saquen de acá a sus vigilantes, sus militares». Está presa por «igualada», es peligrosa porque no se quedó en silencio, porque no llamó señor al señor, ella y las demás mujeres no son lo que se esperaba que fueran. Bárbara Díaz Surín es peligrosa porque hizo lo mismo que Octavio Paz, lo mismo que el señor: habló en voz alta, ella se atrevió a preguntar «¿Quién anda por ahí», y esta vez, es ella la que espera respuesta.