México: el peligro del cerco
0El mundo entero opina sobre la situación en México. Las grandes empresas de noticias, los gobiernos, los movimientos sociales, líderes de opinión, las agencias de DDHH, todo el mundo. ¿En qué podría derivar este fenómeno?
Visto a vuelo de pájaro parece una acción positiva. Lo es, en tanto que lo que ocurre en México se coloque como un síntoma de un un problema global y no como un señalamiento descalificador bajo un discurso de superioridad moral.
De no ser lo primero, México corre el peligro de quedar aislado del mundo, de la discusión global, del quehacer político, de las decisiones geopolíticas y económicas. Es decir, recibiría un veto mundial que podría terminar en marginación e invisiblización.
Esto es muy posible, ya que la situación en el país pone en evidencia que el actual sistema económico no ha funcionado sino para las minorías enriquecidas y no cumplió con sus promesas ahistóricas de prosperidad, confort, desarrollo y progreso. Sino por el contrario, es un sistema que como afirma Franz Hinkelammert requiere de numerosos y constantes sacrificios humanos y ambientales para el sostenimiento de su lógica de acumulación y despojo.
También significa reconocer que es un sistema que requiere de la complicidad corrupta de gobiernos en menoscabo del Estado, de la burocracia estatal, de una cultura de la corrupción, de enriquecimientos ilícitos o lícitos, de la violencia cotidiana y del terror instalado que propicia la criminalización de las luchas sociales y de otras formas de vida.
Lo que ocurre en México no es un caso. Llamarle caso, es nombrarlo como un hecho aislado, que “apareció” como aparece un hongo, por simple generación espontánea y no como derivado histórico. No, lo que ocurre en México no es un caso, no debe ser tratado como una anormalidad ni como vicisitud del sistema, mucho menos como un daño colateral. No puede ser visto con desdén o paternalismo, es un problema global que requiere de una reflexión política profunda, de un profundo cuestionamiento humano y de un compromiso de todos.
La tendencia a asilarlo resulta obvia en un sistema que se explica a sí mismo y que es autorreferencial, que se exhibe como deseable, perfecto y único posible.
Aislarlo no es una acción novedosa. Ya ocurrió y ocurre con otros países, Corea del Norte, Colombia, Irák, han sufrido de este cerco moralista político, resultado de una ambientación holliwoodense y lobby mundial, de cuyas decisiones gubernamentales y económicas, tomadas bajo la mesa o tácitamente, no han sido parte sino sólo partícipes.
Afirmar lo que ocurre en México como un hecho aislado sin derivarlo o conectarlo con la lógica global, es declarar que son cosas que ocurren ahí, es focalizar el problema y no globalizarlo como tiene que ser. Es otro “patito feo” al que no se le darán visas, credibilidad, audiencias, etc., “hasta que no resuelva sus problemas”.
Calificar como “caso” tiene toda la intensión de no entrar en la confrontación con el sistema neoliberal y de corrupción global que hace que esto ocurra en el mundo. Al final, esto significará dejar a sus habitantes a la deriva, cercados a merced del infierno que ocurre en el interior con un candado cerrado por dentro y otro cerrado por fuera.
Señalarlo con un desdén de superioridad moral es un acto colonial.
Competir entre izquierdas internacionales o conciencias patrióticas, por ver quien tiene más muertos o desaparecidos es una contradicción y un acto desleal que no nos permite luchar por un mundo que nos es común y además invizibiliza las resistencias y mantiene la victimización.
No permitamos el cerco a México, no dejemos sólo a un pueblo entero, no permitamos que manipulen nuestras conciencias.
Exijo la reinstalación del equipo de noticias de Carmen Aristegui, la aparición con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa y la renuncia inmediata de Enrique Peña Nieto.