Enfermedades sociales a través del teatro
0Por Diana Vásquez Reyna
Fotografías: Colectiva Siluetas
Hay algo tan claro que nadie debería ignorar viviendo en Guatemala: ser mujer aquí es una pendiente rocosa que se camina con pies descalzos. Sin dramatismos ni revictimizaciones, eso es un hecho. La violencia contra las mujeres es la más invisibilizada, la que nadie quiere ver.
Las Naciones Unidas definen la violencia contra las mujeres como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”. (Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, resolución 48/104 de la Asamblea General, 20 de diciembre de 1993).
Guatemala, que este año se denomina “la Capital Iberoamericana de la Cultura”, exacerba una enfermedad social que transmuta en una cultura machista, misógina y violenta. Escenarios elitistas con artistas internacionales y espectáculos de impresionante calidad no pueden eclipsar que a las mujeres se les mata por ser mujeres y sus muertes se ignoran deliberadamente.
Si a la mujer ladina y heterosexual se le da este trato, imaginemos por un momento ser mujer indígena, una mujer lesbiana, una mujer transexual, una mujer transgénero. Ser mujer de distinta manera a la concebida por la ley, por la biología, por la tradición o por la iglesia.
Quizá para algunos que leen esto, la homofobia y la transfobia responden a una problemática aislada que afecta a una minoría, pero si lo analizamos, podemos encontrar hilos conductores directos de nuestro propio actuar, repetir y destruir como sociedad. Ser homófobo o tránsfobo va muy de la mano de ser machista, y ser machista va muy de la mano de la conceptualización que se tiene del hombre blanco heterosexual, poder macro de control y adoctrinamiento social que reduce lo femenino.
“Yo no soy homófobo, pero…”, agregue lo que se le ocurra, lo que escucha, lo que es tan común en las calles, entre profesionales, entre amigos. El miedo radica en que una persona homosexual, transexual, bisexual, transgénero cuestiona la sexualidad binaria y, sobre todo, incomoda a quienes, por plena ignorancia, tienen miedo de conocer y cuestionarse algo tan básico como sus propios cuerpos.
Lucas Platero, sociólogo español y especialista en cuestiones de género, trabaja en “desmentir la idea de que las personas trans tienen un problema y visualizar que es la sociedad la que tiene un problema”: la transfobia.
Platero analiza en una entrevista para el diarionorte.es que “el binarismo es un problema, porque la mayor parte de las personas no cabe dentro de esas normas tan estrictas. El sexismo es un problema. La transfobia es un problema, y eso que en este sentido hay una pequeña masa crítica que está consiguiendo cambios importantes. Como son, por ejemplo, generar una noción crítica sobre el diagnóstico. Es decir, ahora mismo hay mucha gente que está diciendo ‘la transexualidad no es una patología, sino que forma parte de la diversidad de los seres humanos’. Y esa idea proviene de los movimientos sociales y personas concretas, que es una idea muy sensata, que está contagiando a muchas personas, y ha llegado a los profesionales, que son ellos quienes están pensando ‘es que es verdad’”.
Colectiva Siluetas y Fernanda
En este año de “cultura iberoamericana”, la Sala Manuel Galich de la Universidad Popular abre una puerta para acercarnos a nuestros problemas sociales estructurales de sexismo y machismo, no solo un problema de minorías. Nos critica las etiquetas que nos impiden reconocer al ser humano que está frente a nosotros y que culturalmente ocultamos, denigramos, asesinamos y olvidamos.
La obra Disidencias surge de un trabajo de investigación de Colectiva Siluetas acerca de las etiquetas sexuales, la transfobia y el caso concreto de Fernanda, quien después de haber sufrido muchos abusos en Guatemala consiguió asilo en Dinamarca. Sobre la forma, que mejora con cada puesta en escena, se valora el profundo fondo de esta pieza.
Si se considera de mente abierta o si no, no se arrepentirá de presenciar un montaje de los que hacen falta para pensar en nuestra cultura machista y sobre las diferentes formas de ser mujeres y hombres en Guatemala. El producto final de Colectiva Siluetas es una combinación de realidad, crítica, performance, comedia, drama, reflexión y mucho coraje.
En el 2012, Colectiva Siluetas llevó a escena el montaje Afuera, obra que recorrió varios países latinoamericanos. No leímos sobre sus logros en los medios de comunicación tradicionales, como tampoco vimos fotografías del desfile abultado que celebró la comunidad LGTBI en Guatemala el año pasado, en la Sexta Avenida y la Plaza de la Constitución. Éramos muchos celebrando la vida y nuestras diferencias.
Disidencias (con Camilia Urrutia, Laia Ribera, Lola Vásquez y Gabriel Álvarez) está en temporada en la Sala Manuel Galich de la Universidad Popular (UP), 10 calle 10-32, zona 1. Sábados 14 y 21 de marzo, a las 20 horas, y domingos 15 y 22 de marzo, a las 17 horas. La admisión es de Q40. Hay parqueo al lado de la UP.