Cuando «la independencia» tuvo algo de sabor a independencia
1A eso de las ocho de la noche había alrededor de 2000 personas distribuidas sobre las cuatro posibles salidas que tiene el Congreso. El cansancio de dos días consecutivos se había hecho sentir y ya no estaban los miles que aguantaron el sol desde la tarde.
Sin embargo, muchas y muchos iban y venían dando la vuelta a la manzana, como repitiendo esa práctica de posada, de alfombra de aserrín o feria. Puestos de tacos, chéveres, panes con pollo, bolsas de agua, muchas bolsas de agua.
Solo que esta vez, el encuentro urbano no fue por costumbre (hasta chamusca hubo sobre la octava avenida), era un acto político de rebeldía que atravesaba el género, la cultura y la edad.
Y a pesar que el ambiente era tranquilo, estaba cargado de mucha energía, consignas de las más creativas, los niños y las niñas estaban felices, podían correr y gritar lo que quisieran, de noche, sin ser reprimidas.
De forma espontánea, cada uno de los cuatro puntos, y particularmente los de la octava y novena avenida, a su manera, demandaban la renuncia de las diputadas y diputados de distintas bancadas de derecha e “izquierda”, que están alineados en el pacto por la impunidad para mantener su régimen de corrupción.
Esta suerte de protesta disruptiva, ejerció el poder por horas sobre el Organismo Legislativo, teniendo como guinda que por una vez en su vida política, los diputados y diputadas pasaron hambre.
A esas horas de la noche las consignas ya se imponían sobre las vuvuzelas, y la multitud, cual castigo divino, sentenció que a causa de la corrupción que se promueve en el congreso mueren miles de niñas y niños por desnutrición.
Esto a lo que seguramente los “dignatarios de la nación” y el corillo de la extrema derecha llamará mediática y penalmente como “plagio o secuestro”, no podría tener mayor simbolismo para un 15 de septiembre, con la antesala del señor de clase popular saltando sobre el sillón donde se sentaría el Presidente a ver con cara de moraleja el desfile marcial que se acostumbra el 14 de septiembre por la tarde.
Un 14 de septiembre por la noche, pero de otro tiempo, la clase política representante de varios grupos de poder económico y militar, de manera presurosa y sigilosa, se reunieron para firmar a la mañana siguiente el acta de independencia de la corona española.
Tal como reza su primer artículo, lo hicieron a espaldas del pueblo, con el apoyo “ciudadano” de los barrios ricos y blanqueados del “centro”. Los pueblos indígenas llevaban años realizando motines para liberarse del yugo español y de la elite criolla que desde entonces optó por llamarse “guatemalteca”.[1]
1. Que siendo la independencia del gobierno español la voluntad general del pueblo de Guatemala, y sin perjuicio de lo que determine sobre ella el congreso que debe formarse, el Sr. Jefe político la mande publicar para prevenir las consecuencias querían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo.
Actualmente, la diferencia de forma es que diputados y diputadas se negaron a retirar la inmunidad al presidente, para luego recetarse el 14 de septiembre de 2017 una reforma exprés de artículos pro impunidad en el código penal.
La diferencia de fondo, es que mientras una multitud compuesta de diversas ideologías y orígenes de clase hizo palidear a los “próceres de la nación”, las comunidades indígenas se enteran de inmediato sobre las decisiones que se toman en el “centro”, y cada una en su territorio manifiesta su repudio a la corrupción e impunidad, y se preparan para salir próximamente de los cuatro puntos cardinales, dándole un sentido histórico y estructural a lo que sucede, que va mucho más allá de que si se va Jimmy Morales o Iván Velásquez, se trata de una crisis de estado.
La coyuntura que los pro impunidad abrieron exactamente hace un mes con el operativo del hospital Roosevelt, intentó sembrar el terror en la ciudad capital (que ya de por sí reporta los índices más altos de violencia de todo el país desde que empezó el gobierno del FCN-Nación), y profundizar el desgaste mediático contra la ahora ex Ministra de Salud y el Ministro de Gobernación.
La semana siguiente culminó con el video “a lo Rosemberg” en el cual el Presidente expulsó al Comisionado de la CICIG. Pero el plan trastabilló porque pudo más la indignación que el miedo, y ese, es precisamente su talón de Aquiles, que el pueblo no caiga en la trampa de las operaciones psicológicas al estilo Victoria 82, y no se tragué la desinformación de algunos medios radiales y televisivos que ustedes ya saben.
Lo demás está en lo que todo el mundo sabe, establecer una agenda de lucha sobre una base común, que vaya reconociendo nuestra plurinacionalidad, para ver si algún día podemos celebrar verdaderamente por un estado independiente.
[1] Para profundizar en las causas de los motines durante el régimen colonial y particularmente en las décadas previas a 1821, ver el exhaustivo trabajo historiográfico de Severo Martínez Peláez, Motines de Indios.
[…] Fuente: CMI-Guate […]