Crónicas del genocidio (1)
2Rodrigo Véliz Estrada (Centro de Medios Independientes de Guatemala)
Supongo que hay pocas cosas como un juicio con profundidad histórica. A diferencia de otras circunstancias, en esos momentos es posible encontrar la personificación de muchas de las fuerzas sociales que décadas atrás fueron actores centrales en un agudo momento de crisis. Seguramente los que vivieron los juicios de Nuremberg tuvieron un sentimiento similar. No hablamos más en abstracto sobre el ejército, las comunidades indígenas, las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC), ni de la diplomacia de la comunidad internacional y la militancia de organizaciones de familiares de desaparecidos y de derechos humanos. En las salas del Palacio de la Justicia (a la sazón inaugurado durante la cruel presidencia de Carlos Arana Osorio, mientras un reconocido liberacionista, Miguel Ortiz Passarelli, fungía como Presidente de la Corte Suprema de Justicia) y sus afueras era posible ubicar personas que representaban a cada uno de estos actores. Allí, viéndose las caras, cruzando miradas, en plena interacción.
Un anciano ixil sentado en la silla de testigos, relatando cómo había sido masacrada su comunidad por un ejército que recibía órdenes precisas del entonces Presidente y Ministro de la Defensa, Efraín Ríos Montt, que ahora se encontraba sentado a su izquierda, a veces nervioso, a veces abstraído, y otras concentrado. Las esposas de los ex patrulleros reafirmando en voz alta cada pregunta que la defensa realizaba; las de los militares cuchicheando entre ellas, y con gestos de desaprobación ante cada respuesta del testigo; y las viudas y familiares de los masacrados silenciosas, pacientemente observando cómo se desenvolvía todo. Noticias circulando como rumores sobre las más recientes
declaraciones del Presidente al respecto1, y otras sobre la trágica noticia del resultado del secuestro a líderes comunitarios del Parlamento Xinca2.
Todo el cuadro de un momento histórico presente en un mismo edificio. La historia viva vestida de gala.
Como repetían varios militares retirados presentes, pero con otro sentido, algo nunca antes visto en la historia. Y al menos en ese aspecto, tenían toda la razón.
La apertura del proceso jurídico estaba programada para las ocho horas y treinta minutos, pero habían pasado casi cuatro horas y el juicio no daba aún su primer paso. En esos momentos, un variado público, inquieto, vibraba y reaccionaba a lo que a cada momento ocurría. Tal era la dinámica que la Presidenta del Tribunal tuvo que frenar el proceso para apelar a la serenidad de los asistentes, a petición de uno de los abogados de la defensa de Rodríguez Sánchez, que estaba en ese instante siendo ridiculizado masivamente por un comentario fuera de lugar que realizó.
No era para menos. El Tribunal acababa de expulsar de la sala al abogado defensor de Ríos Montt.
Como se vio a lo largo del último año de audiencias, la parte más visible de la estrategia de la defensa ha sido aplazar, mediante cualquier recurso que se tenga a la mano, el inicio irreversible del juicio en contra de los generales acusados de la planificación y autoría intelectual del asesinato de miles de campesinos ixiles. Hoy sacaron la que parece una última carta en esta línea de acción.
Al contrario de las audiencias intermedias para determinar si habían evidencias de peso para iniciar un juicio, la defensa de Ríos Montt constó de cuatro abogados. Sólo uno de ellos se encontraba en el recinto. El resto, según indicó la prensa por redes sociales, se encontraba en un restaurante cercano al Palacio. El abogado presente, en su última intervención antes de llevar a los acusados a la silla de testigos, afirmó que en juicios anteriores la Sala Primera de la Corte Penal estableció que entre él y la Jueza principal existía un «enemistad grave», así como una «amistad» con otro juez del Tribunal.
Ambas acciones establecían parcialidad en el proceso, lo que hacía necesario, según declaró el abogado, frenar la marcha del caso y cambiar de Tribunal. Dos veces lo hizo, y las mismas dos el Tribunal lo declaró fuera de lugar, ya que no sólo era extemporánea la solicitud, sino que en otra audiencia un Tribunal de Alto Riesgo lo había resuelto.
La segunda vez la Jueza fue contundente: el proceso debía continuar, el abogado retirarse de la sala por su parcialidad con el Tribunal, y la defensa de Rodríguez Sánchez hacerse cargo de la defensa de Ríos Montt. La defensa profirió crudos gritos e improperios, alegando abuso de autoridad, ilegalidad y extra limitación de facultades, que culminaron en llamar el acto un absurdo y declarándose en franca rebeldía.
Para ese momento, la voz del abogado no era la única en el espacio. La Presidenta del Tribunal hacía peso con su voz para hacerse escuchar ante el abogado. Lo que le afirmaba no era una petición, era una sentencia. La defensa de uno, al menos por ese día, tenía que hacerse cargo de los dos acusados.
Y entonces, después de treinta años de ocurridas las masacres, pasadas ya las dictaduras militares donde personajes autoritarios predominaban en el medio político, luego de decenas de recursos legalesinhabilitados, en medio de una crisis de autoridad del actual Estado en un nuevo ciclo de movilizaciones a lo largo de varias regiones del país, finalmente se dio el inicio del primer juicio por genocidio llevado por la justicia interna de un país en el mundo. Ya no hay paso atrás.
Lo que siguió reflejó de igual manera lo que se ha visto hasta ahora. Abogados querellantes llevando el ritmo del proceso, que han pasado más de diez años construyendo, mientras los abogados defensores realizan preguntas con una pobre elaboración, que reciben repetidas y constantes objeciones dadas a lugar.
Hubo tiempo para dos testigos, ambos presentados por los abogados acusadores. Esto es sólo el inicio, de lo que a luces promete ser un proceso lleno de tensión y, sobre todo, no restringido a los que en esta sala se presentan. Acá hay nudos históricos, donde una plétora de sectores y clases están directa o indirectamente relacionados. Como todo nudo, es muy seguro que su desenvolvimiento plantee nuevas circunstancias y caminos.
En estas salas se están escribiendo letras profundas en las desgarradas páginas de la historia del país.
1 Textualmente, el Presidente Otto Pérez Molina, ex militar cuyo nombre salió varias veces en las pruebas presentadas,
declaró: «Yo expresé que no hubo genocidio, si usted lee la figura se va dar cuenta. Yo digo lo que leí, lo que conozco. Que nos quieran poner en Guatemala que hubo genocidio, igual que en otros países, es completamente absurdo comparado con las millones de muertes en la Segunda Guerra Mundial. Es un insulto para los guatemaltecos». La Hora, 19/03/2013.
2 Fueron cuatro los secuestrados, y el día de hoy por la mañana se informó que el cuerpo de uno de ellos había sido hallado muerto con señales de tortura. Otros dos habían logrado escapar, y el Ministerio de Gobernación, según la fuente, rescatar al último. Ver La Hora, 19/03/2013.Por eso lo trascendental y profundo del caso que hoy se inició en contra de Efraín Ríos Montt y José Mauricio Rodríguez Sánchez, acusados de genocidio.
¿el nombre de Otto Pérez Molina salió en las declaraciones de la población Ixil?
Hasta hoy… todavía no.