Aclaración sobre Chiapas (en relación a la «farsa del genocidio en Guatemala»)
0Aclaración sobre Chiapas
Mario Tejada Bouscayrol_M13-60420 (Huehuetenango) _
Un maestro q’anjob’al me dijo una vez:
“mataron a nuestros ancianos por ser los que guardaban la tradición de nuestros antepasados,
y a nuestros niños por ser quienes transmitirán la tradición en el futuro.”
Al ver el suplemento de El Periódico de este domingo me asombró ver que dentro de todo un discurso trasnochado, se les ocurriera involucrar a Chiapas y al conflicto Zapatista, queriendo equipararlo, o mezclarlo no sé, con lo sucedido en Guatemala. Nada que ver entre una cosa y otra. La razón por la que no es bueno inmiscuirse en los asuntos internos de otros países es porque generalmente la ignorancia de la situación local lleva a malas interpretaciones. Nadie en el Estado de Chiapas, ni en ninguna parte de México, ni en el Gobierno ni desde la percepción de la población, considera “terroristas” a los Zapatistas.
Lamentablemente, se nota que esta cantidad de mentiras y apreciaciones erróneas y mal interpretadas de una realidad que no conocen, no es solo producto de la ignorancia, sino que también lleva una carga de mala intención. Todavía no puedo entender como ayuda a la defensa de unos generales acusados de genocidio y crímenes de lesa humanidad, el verter esta clase de estupideces sobre otro país del que no conocieron el proceso al que se refieren pero pretenden reinventárselo a su manera para justificar su visión muy particular sobre el conflicto armado interno de Guatemala.
México desde hace mucho tiempo ha sido una democracia, y como tal nunca se violó el derecho individual a ser lo que uno quiera ser, siempre y cuando no se viole la ley. Y no hay ninguna ley contra los “comunistas” (Marxistas), son personas normales como cualquier otra, no comen niños, ni están conspirando para cometer actos atroces para “tomar el poder” y “cambiar el águila por la hoz y el martillo”. En lo que respecta a Chiapas y en particular a San Cristóbal de Las Casas, estos “comunistas” y sus familias (que no necesariamente tienen que ser “comunistas” a veces la mayor desgracia para uno de estos es que le salga un hijo “burgués acomodado”) van a los cafés, al cine, conciertos y recitales, como cualquier otro vecino. No hay malas miradas ni murmuraciones cuando pasa un “comunista” o entra a un establecimiento.
Siendo San Cristóbal un pueblo relativamente pequeño todos nos conocemos y en lo personal, no sé qué se recele de alguien por “comunista”. Si hasta hay una librería especializada en bibliografía marxista, además de la librería cubana, que se dedica más a la literatura latinoamericana. Eso es democracia, donde no se le persigue a nadie por lo que piensa. En cuanto al obispo, don Samuel Ruiz ¿qué tenía de raro que tratara con marxistas, si también trató con todos los demás no marxistas? En cuenta conmigo, que no soy marxista, y pongo a los marxistas de testigos… eso no quita que en una democracia no podamos sentarnos a la misma mesa a tomar un café, o asistir al mismo concierto o función. Por lo menos, todos los marxistas de Chiapas que conozco son personas cultas y educadas, respetuosas de los demás. Aparte, no son la mayoría, ni siquiera una minoría grande, pero allí están junto a todos los demás. Por lo que respecta a los Zapatistas, no tienen absolutamente nada con el marxismo, y mucho menos son una “organización terrorista”. ¿Si el gobierno de México jamás los ha catalogado de nada parecido, de donde sacaron semejante estupidez?
El movimiento Zapatista es un movimiento indígena, sin ningún corte de ideología marxista, basado en el respeto a los usos y costumbres de su cultura tradicional; el cual se dio en Chiapas a finales del Siglo XX, cuando en el resto de la República Mexicana se había dado entre 1910 y 1919, cuando Zapata estaba vivo. El movimiento Zapatista de 1994 fue tan “terrorista” que logró cambiar la constitución en materia electoral y lo más importante, en el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas. Basado en los principios de Emiliano Zapata y la Revolución Mexicana, no podría estar más alejada de la ideología Marxista; lo admirable de la izquierda marxista mexicana es como pudo mantener la empatía con un movimiento de “corte conservador”- según me decía un pariente y amigo- “hacer la revolución para no cambiar nada”- Lo que pasa es que los indígenas solo quieren que se les respete y se les deje vivir a su manera. No buscan “tomar el poder y poner el país al servicio de quien sabe qué…
Los zapatistas dieron una imagen hacia el mundo de cómo se lleva a cabo una revolución civilizadamente, ganándose el apoyo y simpatías de mucha gente alrededor del mundo, de todas las orientaciones políticas y clases sociales, no solo marxistas o de la izquierda, porque al fin y al cabo es un movimiento abierto que lucha por la justicia. Es absurdo decir que los Zapatistas son “terroristas” si el Subcomandante Marcos tiene una columna en un diario de México D.F., y publica un montón de libros, en cuenta de poesía, que se venden como pan caliente en las librerías de Chiapas, lo mismo que sus postales, o las de la Comandante Ramona. Ambos personajes, junto con todo el Ejército Zapatista se han producido en figuritas similares a las que se usan para los nacimientos, solamente que con pasamontañas; los hay en grupos, en camioncitos de madera o a caballo, y se pueden comprar en grupo o individuales. Se pueden comprar en todas partes desde boutiks para turistas, hasta con las niñas en el mercado. Supongo que eso no es hacer propaganda al “terrorismo”, ya que forma una buena parte de los ingresos tanto del mercado formal como el informal. Si ese es el caso, Chiapas es un “Estado Terrorista”, que vive de los ingresos que le trae el turismo por ver a los “terroristas”. Afortunadamente Chiapas no está desgarrada por la guerra. Sería terrible, en un lugar donde todos los criollos y ladinos son parientes o compadres y todos son conocidos, pueden imaginarse las consecuencias de un conflicto interno. En lugar de decir tonterías, deberían ver el ejemplo de Chiapas, y como se resuelve un conflicto sin llegar a un baño de sangre.
En cuanto a don Samuel Ruiz, hasta el momento ha sido el más digno sucesor de la sede Episcopal que ocupó fray Bartolomé de Las Casas, y como él, comprometido con la causa indígena. En cuanto al Dr. De la Universidad de Lovaina al que pintan como un monstruo conspirador, fue un personaje distinguido de la academia, y a su muerte fue objeto de homenajes por parte del mundo académico y personalidades del Estado. Ese panfleto recuerda lo más abyecto del fascismo, durante la Guerra Civil Española, cuando entraron las tropas de La Legión, al mando del general Millán Astray, gritando: “muera la inteligencia” y “viva la muerte” en la Universidad de Salamanca, a lo que el Rector don Miguel de Unamuno tuvo el valor de increparlos: “¿Cómo pueden profanar un templo a la inteligencia pidiendo su muerte” y “Viva la muerte, significa muera la vida… solo a un inválido mental como el general se le puede decir una cosa así”
Solamente quiero decir lo que he visto y presenciado personalmente en relación a la agria polémica que se ha vuelto el juicio por “genocidio” contra Ríos Montt y su jefe de inteligencia. Por motivos de estudios y mi trabajo conocí los territorios indígenas del noroccidente de Guatemala y la selva de Chiapas. Cuando estalló el conflicto zapatista de Chiapas, por razones de trabajo estuve en primera línea, así que lo que les voy a contar de Chiapas lo viví de primera mano o lo supe de los actores que vivieron la experiencia.
Como estudioso de la historia, la cultura y la sociedad me permito externar cierto análisis que complementa mis vivencias personales. La cercanía a las principales autoridades del Gobierno del Estado, y algunos Federales, durante esa época me permite hacer una apreciación del movimiento Zapatista desde distintos ángulos.
Yo no sé si hubo “genocidio” o no, pero que masacraron cruelmente a muchísimos indígenas inocentes, eso sí me consta. Específicamente lo que se refiere a chujes, q’anjob’ales, akatekos y poptís (“jacaltecos”), eso sí me consta, como a mucha gente de Chiapas, que vio de primera mano el estado lamentable en que llegaron los refugiados, sobrevivientes de las masacres perpetradas por el ejército guatemalteco. Yo personalmente, fui uno de los que entró a la selva para ayudar a los refugiados. Pude hablar con los sobrevivientes de esas masacres, y hay algo que les puedo decir: los habitantes q’anjob’ales de Xoxtlak, Momolak y Zakchen , no estaban involucrados en el conflicto armado, pero el ejército no les preguntó nada, entró bombardeándolos y disparando indiscriminadamente.
Después de leer ese panfleto me queda claro cuáles fueron las justificaciones para reprimir y masacrar al pueblo. Así como a priori, pasando por encima del Gobierno Mexicano vienen a declarar “terroristas” a la gran mayoría de los indígenas de Chiapas, qué más se podía esperar de estos durante el conflicto armado, que los masacraran sin cuestionarse si fueran inocentes o no.
En cuanto a los ixiles, debo decir que conocí el área desde 1975, antes que abrieran la carretera a Chajul y Cotzal; cuando a Nebaj llegaba una brecha de terracería a donde solamente llegaban camiones de redila. En esos días había tres policías militares de los de antes, con sombrero y uniforme verde olivo, y con subametralladoras Thomphson .45mm.
Cuando abrieron la carretera llegó el ejército con el pretexto de que había guerrilleros por los alrededores y en lugar de portarse como el ejército nacional que llegaba a proteger a su pueblo, se comportaron como un verdadero ejército de ocupación, y trataron a la población civil como el enemigo. Esa fuerza de ocupación abusó de los habitantes locales, faltó el respeto completamente a toda su cultura, desde establecer la base en el cerro sagrado de Juil, hasta el acoso sexual y violaciones, sin dejar de lado el trato abusivo a la población local. Así surgió la gran base de apoyo que nutrió a la nueva guerrilla de los 80, y logró fortalecer al minúsculo grupito de combatientes guerrilleros, que habían sobrevivido al exterminio casi completo llevado a cabo por el general Arana Osorio. Que eso sirva de lección para todos aquellos que andan pregonando que “derrotaron a la guerrilla”, que un ejército convencional si no aniquila completamente a las fuerzas guerrilleras pierde, y un ejército guerrillero que no es aniquilado gana; independientemente del número de bajas y terreno controlado. En pocas palabras, los ixiles que se incorporaron al EGP, lo hicieron como una forma de autodefensa contra una agresión exterior. No recuerdo realmente el año, a principios de los 80, cuando visité por allí la última vez, lo que no se me va a olvidar son los retenes y registros de forma agresiva. Que a la hora de pararte te pongan un Galil en la cabeza… “bájese”… y luego un registro bastante abusivo, con nota y todo de tus documentos y el juego en que si te los devuelven o los retienen… y lo mismo al salir, con el agravante de que el soldado en cuestión, entre prepotencia y burla pregunta: “¿y qué, los dejamos ir mi sargento?”. Ese ejército, en lugar de dar la sensación de protección, que estaba allí para defenderte, más bien daba miedo.
Finalmente, caí preso y consignado a los tribunales de Fuero Especial donde no tuve ningún derecho de defensa en algo que ni siquiera puede llamarse juicio, acusado de “subversivo”, de “atentar contra la seguridad interna del Estado”, con todo un arsenal plantado y testimonios falsos. Afortunadamente por esos días el señor Bush no había puesto de moda la palabrita de “terrorista”, porque seguramente me la hubieran encaramado; por otro lado, el terrorismo en esos días era un monopolio del estado (lo mismo que el narcotráfico incipiente) Por si fuera poco, a los abogados que intentaron defenderme, al primero lo amenazaron de muerte y al segundo lo mandaron a hacerme compañía; igualmente al salir, tuvo que irse al exilio.
En mi caso, después de salir de la cárcel me fui a México y posteriormente de la Ciudad de México me trasladé a Chiapas; específicamente San Cristóbal Las Casas. Eventualmente conseguí una plaza del Gobierno del Estado, que me permitió viajar regularmente a la selva y la región de Ocosingo. Así me agarró el conflicto Zapatista, y debo decir que en lo personal, salvo el hecho surrealista de tener que cruzar las líneas del frente, entre alambradas, sacos de arena y trincheras, con sus nidos de ametralladoras, tanquetas semi-enterradas y artillería de campo, mi actividad siguió igual. Del otro lado estaban las líneas zapatistas, con su caballería patrullando… y el sitio de Toniná en medio en una esquina de la “tierra de nadie”. Ya que no había mucho que hacer durante el tiempo libre, muchos soldados iban a visitar las ruinas, eso sí, desarmados, sus fusiles quedaban en las trincheras, ya que no los necesitaban para una visita cultural.
Esto lleva a otra mentira del panfleto, sobre “la ola de atentados terroristas que asolaron al Estado” francamente, es una tergiversación y mala interpretación de lo ocurrido en el Estado de Chiapas sin conocer el trasfondo histórico y el contexto en que se dio el conflicto. Es lamentable por lo demás la miopía con la que se manipulan los hechos de Chiapas, en lugar de que estos hubieran servido de espejo de un ejemplo para todos los guatemaltecos de cómo se debe resolver un conflicto. El enfrentamiento armado de Chiapas duró una semana, durante la cual se libraron violentos combates, pero ambos bandos vieron que por allí no iba la cosa y decidieron negociar la paz. Se estableció un alto al fuego y se iniciaron las negociaciones. No fue un camino fácil y las negociaciones se prolongaron por algo más de 4 años, con muchas convulsiones y tensiones en distintas comunidades, pero se renunció al conflicto armado y al baño de sangre a la guatemalteca. Es preferible negociar con el pueblo que pagar el costo político del desgaste que conlleva la represión, y eso lo entendieron claramente las autoridades mexicanas. Chiapas debería ser un ejemplo a seguir para los guatemaltecos esa es la forma de resolver un conflicto y no soltando la represión contra el pueblo y provocando mayor conflictividad social que luego desemboca en violencia.
En el caso de Chiapas siempre se apostó por el dialogo y la reconciliación. Ningún bando violó los derechos humanos, ambos trataron de tener la mejor relación posible con la población. Desde que se acordó el alto al fuego se permitió a los zapatistas establecer oficinas en las ciudades del Estado, establecer un centro de prensa y difusión, convocar abiertamente a grupos de apoyo y donantes internacionales con fines humanitarios. Todo lo que algunos denuncian en Guatemala como “terrorismo”, lo permitieron los Gobiernos Federal y del Estado, antes de que siquiera se firmaran los acuerdos de paz. Eso es muestra de civilización, tolerancia y democracia, y lo más importante: sentido común por parte de las autoridades. Si se hubiera tratado el conflicto en Chiapas como se trató en Guatemala, esta sería la hora que el Estado estuviera desgarrado, con los odios y resentimientos que crean otra generación surgida del rencor; un conflicto armado que se hubiera complicado con la llegada de los narcos, y quién sabe si no hubiera estallado la segunda revolución mexicana.
En Guatemala hay quienes que pretenden justificar los crímenes que cometió el estado de ese momento, con que grupos armados al margen de la ley también cometieron crímenes. ¿No es acaso el estado el garante de la ley y protector de sus ciudadanos? En el caso de Guatemala no solamente pasaron por encima de las mismas leyes existentes, sino además por proteger los intereses y privilegios de una minoría y los Estados Unidos de América y otras potencias extranjeras aliadas de estos, fueron capaces de reprimir con la mayor saña y crueldad a su propio pueblo. En Chiapas por el contrario el Ejército Mexicano no masacró a nadie, no arrasó con poblaciones enteras, sus cosechas y sus animales. No despedazó campesinos desarmados y regó con sus tripas el campo. Cuando se dio la masacre de la comunidad indígena de Acteal, perpetrada por un grupo de elementos de las fuerzas de seguridad del Estado, actuando de manera personal, estos fueron rápidamente consignados a los tribunales y condenados por sus crímenes, las víctimas y sus deudos recibieron un resarcimiento económico en pocos meses, que aunque no le devuelve la vida a sus seres queridos, por lo menos muestra el interés de las autoridades por hacer justicia. Es más, sin haber estado involucrados en las matanzas, les costó su puesto a todos los superiores de estos elementos criminales por haber permitido que actuaran fuera de orden. El escándalo llegó a tanto que tumbó al gobierno del Estado y el Congreso local tuvo que nombrar un nuevo Gobernador. En el caso de Guatemala las masacres a la población indígena fueron política de estado.
En el caso del Ejército mexicano se vio un alto profesionalismo y compromiso constitucional, entendido en que el ejército de una nación está para defender a su propio pueblo y no para masacrarlo. De esta forma planificaron su estrategia “contrainsurgente” en el respeto a los derechos humanos y el acercamiento con la población local. Después de los muertos en ambos bandos durante la semana de duros combates, los soldados no mataron a nadie. Donde establecieron sus destacamentos convivieron de manera pacífica con la población local. A diferencia de Guatemala donde el ejército mostró una total incompetencia y una falta completa de capacidad profesional y humana en materia contrainsurgente. Si hubieran hecho las cosas correctamente no estarían hoy en la situación que están: teniendo que pagar campañas millonarias pretendiendo hacer creer a la población que no lo vio o no vivió en ese momento que no hicieron nada malo solo “defendieron a Guatemala”. Lo que sería bueno que explicaran es como salvaron a Guatemala defendiendo los intereses de los Estados Unidos y sus aliados y los de una oligarquía que históricamente le ha dado la espalda al pueblo. Masacrando y reprimiendo a las mayorías para favorecer los intereses de unos pocos no se salva a una nación. Lamentablemente al comparar los dos conflictos no se puede más que hacer notar el profesionalismo y sentido común que prevaleció en México, y la mediocridad, incompetencia y falta de calidad humana de Guatemala. Cuando la Convención de Ginebra establece reglas para el trato de la población civil en una guerra, hay quienes justifican en Guatemala la muerte de niños, ancianos, mujeres y población civil en general, amparándose en que peleaban una guerra para “defender a Guatemala”.
Lo que no logro comprender hasta el momento de ese panfleto, es porqué se metieron con Chiapas si lo que pretendían era mostrar la inocencia de Ríos Montt y demás militares. Lo único que hacen es resaltar el contraste entre la eficiencia, profesionalismo y compromiso con su propio pueblo, y el pésimo papel jugado por las fuerzas armadas de Guatemala. En ese mismo panfleto se muestra una foto, que en su momento dio la vuelta en muchos noticieros y portadas de diarios y revistas, presentando la valentía de las mujeres mayas en la defensa de su territorio, aquí lo pretenden presentar como un grupo de mujeres “terroristas” agrediendo a los soldados. Si notan bien la foto, las mujeres les están impidiendo el paso a su comunidad. Si es un acto “terrorista” que los indígenas defiendan su territorio y sus derechos, los soldados no lo consideraron así. Noten en la foto, que a diferencia de Guatemala donde estarían empuñando las armas, los soldados mexicanos instintivavemente retiran las manos de sus fusiles, porque están tratando con civiles, mujeres y desarmadas. ¿En qué terminó ese incidente en su momento? Los soldados no entraron a la comunidad y nadie salió muerto. ¿Si por hacer una demostración de fuerza para reforzar su autoridad hubieran entrado en la comunidad, qué habrían logrado? A parte de lo que se pierde con el desgaste político que eso causa, no se obtiene nada. La represión solo acarrea odio, y este puede transformarse en violencia, y si esta se organiza, las consecuencias pueden llegar a ser muy graves. Por eso digo, en Chiapas prevaleció la prudencia y el sentido común.
En el caso de Guatemala este incidente hubiera terminado en un baño de sangre que hubiera alimentado el fuego de la violencia. El ejército guatemalteco hubiera entrado a sangre y fuego a la aldea, ¿y después qué? Finalmente habría tenido que irse, y de que serviría entrar a matar. El discurso de ese panfleto más que buscar la “verdad”, refleja las excusas que les llevaron a masacrar a gran parte de la población, especialmente a los pueblos indígenas. Al declarar “terroristas” y por tanto enemigos, a la gran mayoría de la población indígena maya de Chiapas (se salvan los lacandones), demuestran como fue el criterio seguido para la persecución en el caso de los mayas del lado de Guatemala. No sé si hubo “genocidio” pero ETNOCIDIO definitivamente se dio y se sigue. Entendido el término como no solamente como la destrucción física de un pueblo, sino que también la destrucción de su cultura. Cuando elementos de las élites Guatemaltecas niegan la identidad maya de los indígenas nativos y al mismo tiempo pretenden apropiarse de sus restos arqueológicos y las ganancias económicas que generan. El vergonzoso y ridículo acto de apropiación de un evento sagrado maya para exprimirle hasta el último centavo que pudieran sacar, profanando las creencias de muchas personas que viven en las montañas y no participaron de eso. La gran cantidad de faltas de respeto se debió a la crasa ignorancia y el desprecio por la cultura maya; prevaleció el sensacionalismo y la broma.
Hace unos 15 años, cuando trabajaba por el Río Lagartero en un proyecto arqueológico, los mismos habitantes de las comunidades del norte de Barillas nos invitaron a visitar sus comunidades y su cerro sagrado, que a pesar de la larga y agotadora caminata entre la selva y la montaña, me pareció un gran honor. Nos pidieron a mi colega antropóloga y a mí, que escribiéramos sobre ellos, literalmente me dijeron: “durante el conflicto armado nos mataron porque no nos conocían y nos despreciaban, porque no sabían de nuestros ancestros y nuestra antigua cultura.” Dijeron algo así: como no sabían que eran mayas por eso los mataron. Después de despojarlos de todo, tener el descaro de algunos criollos y ladinos de negarles su propia identidad, eso es un acto de etnocidio. La cultura no se transmite por el ADN, es por el aprendizaje, que se inicia en el hogar con la lengua, por medio de la cual se transmite la cosmovisión que marca las pautas de comportamiento. El ADN solamente nos da nuestra parte animal, no nuestra identidad étnica y cultural, para eso está la familia y la comunidad.
Un maestro q’anjob’al me dijo una vez: “mataron a nuestros ancianos por ser los que guardaban la tradición de nuestros antepasados, y a nuestros niños por ser quienes transmitirán la tradición en el futuro.” Personalmente, en vista de las evidencias que he tenido a la vista concuerdo con el profesor.