La mujer que me habita bajo la piel
0Desde mi posición veo claramente la silueta de lo que antes pensaba que era un monstruo. Tiene caderas anchas y senos menudos, es ese el cuerpo que ahora se convirtió en mí. Reversible
Tengo algo extraño dentro. Conforme pasa el tiempo crece ese algo, ese sin nombre, aumenta de tamaño y se impone doblegando mi cuerpo y guiando mis pasos. Tengo algo extraño dentro. Es un gigante anónimo y genérico que se alimenta de lxs demás. Siento que bajo mis uñas y piel hay alguien queriendo salir, buscando costras y heridas abiertas para brotar como pus. Tiene un hedor especial a guardado y sangre putrefacta. No parezco poder defecarlo, toserlo o escupirlo. Lo quiero fuera.
Por Regina Solís
Lentamente se asoma por mis ojos e intenta sacar sus extremidades amorfas. Comienzo a gotear lágrimas. Me duelen las pupilas y no me deja ver. Con un pequeño artefacto puntiagudo corta mis párpados y se apropia de mi rostro. Lo tengo encima y no puedo correr. Se está expandiendo. Primero mi cara, se deslizó sobre mi cuello y hombros para luego lamerme el vientre hasta llegar a mi vagina. Se inserta repetidamente en mí, y yo siento placer. Tengo algo extraño sobre mí. Ahora huele a durazno y siento mi piel cubierta y tersa.
Me ve directo a las pupilas, esas que ahora son del ser. Parece que el gigante anónimo y genérico tiene algo dentro y yo me siento atrapada. Desde mi posición veo claramente la silueta de lo que antes pensaba que era un monstruo. Tiene caderas anchas y senos menudos, es ese el cuerpo que ahora se convirtió en mí. Reversible.
Me habitaba una mujer. Lo que pensaba era pus sin forma, era un ella. Una mujer históricamente agotada. Me habitaba una mujer dependiente, con necesidades emocionales interminables y una imagen propia devastadora. Me habitaba una mujer que asumía la maternidad desde la obligación y abría las piernas sin sentir orgasmos. Yo tenía dentro una mujer infinitamente silenciada que huía de la soledad. Es esa la mujer, el ser extraño de adentro, que me ha robado la identidad escapándose por mis ojos.
Estoy en ella. Busco costras y heridas abiertas para brotar, aunque sea como pus. Deseo salir por su vagina usando como transporte su endometrio no fecundado. Ella llora porque no es madre, yo pateo por dentro para escaparme en coágulos menstruales y renacer.
Tuve que esperar incontables noches hasta poder salir a través de sus uñas. Crecieron, se curvaron y nací de queratina. Yo era una uña pequeña frente a esa gigante mujer sensual con olor a durazno. Me olfateé y me sentí mugre. ¿Cómo podría recuperar mi identidad? Tenía un nudo en el pecho de mi yo uña, y ella tenía un nudo en el pecho de almíbar. Ni ella ni yo habíamos atado nada, el nudo iba creciendo con el paso del tiempo y las personas.
He decidido no luchar contra la mujer que me habita, sería golpearme a mí misma. Pero ya no quiero tenerla. Me recuerda las ganas insaciables de destruir los rumbos descritos por otros alguienes. Por eso he tirado todos los espejos y aprendo de mí y de nosotras, ella y yo, utilizando el tacto para encontrar su boca y dejarla hablar de a poquito para que me cuente su historia.
Lea también:
Frente al espejo