Sobre justicia e ignorancia
0“la justicia es como la serpiente, solo muerde a los descalzos”
Por Diana Vásquez (( Colaboradora del Centro de Medios Independientes de Guatemala ))
Cerca del parque Jocotenango, en la zona 2 capitalina, una pinta nos recuerda que en Guatemala “la justicia es como la serpiente, solo muerde a los descalzos”. Obtener justicia pronta para castigar un delito y reparar a los agraviados se parece más a pies desnudos que se desangran de a poco mientras tratan de ascender en un camino pedregoso y cuesta arriba.El 8 y 9 de mayo, el grupo de teatro salvadoreño Los del Quinto Piso presentó el montaje de La audiencia de los Confines, Primer ensayo sobre la memoria, de la dramaturga salvadoreña Jorgelina Cerritos. A grandes rasgos, la obra trata desde una mirada política y social cómo se relacionan la Historia, la Memoria y la Verdad, tres personajes que se encuentran en un limbo de olvido, en el que esperan que algo suceda para redimir al género humano.
La obra recuerda que en Centroamérica tenemos la memoria corta. Guatemala tiene memoria corta: ¿ya olvidamos que hace dos años algo extraordinario sucedió con la justicia guatemalteca?, ¿habrá gente que le interese?, ¿habrá gente en Guatemala que despertó después del juicio por genocidio?
En materia de justicia, la ciudadanía guatemalteca de a pie se encuentra entre tres muros invisibles. El primero es el de ignorancia, el segundo lo representan los tramitadores, abogados y jueces, y el tercero es la indiferencia.
Esos muros invisibles nos hacen olvidar lo básico: el acusado debe ser vencido en un tribunal con pruebas de que ha infringido la ley. Los términos jurídicos se transforman en formalismos desvirtuados para impedir que los procesos continúen su curso. Recordemos que en el juicio por genocidio, la defensa de los militares retirados solo se encargó de interponer excusas, en lugar de demostrar la inocencia de sus clientes. Claro, en ese caso no había nada que defender, lo que dejó claro la histórica sentencia emitida el 10 de mayo del 2013.
Wolfgang Kaleck, director del European Center for Constitutional and Human Rights (ECCHR), defiende la sentencia contra Ríos Montt:
“Esa sentencia es parte ya de la narrativa global de derecho penal internacional, figura en una línea con la sentencia de Núremberg (Alemania) y hay que defenderla, y no hay que sentarse como espectador y esperar qué hacen las cortes, qué hacen los tribunales, sino hay que participar en esa lucha política y jurídica (…) a todos los otros -los que no son abogados- les toca también movilizarse contra ese tipo de impunidad, esa mezcla entre impunidad y corrupción. Hay que movilizarse en las calles, en las universidades, en el público, y también hay que usar esa sentencia para entender qué paso en Guatemala en los setentas, en los ochentas, para evitar que eso pase en el futuro”.
Con las movilizaciones ciudadanas que empezaron el 25 de abril en la capital se quiere creer que el muro de la indiferencia ya tiene pequeños boquetes que lo hacen frágil. Con el caso “La Línea”, que expuso las desastrosas consecuencias de que los mismos grupos manejen a su antojo los tres poderes del Estado (el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial), la indignación relevó a la indiferencia.
En el ámbito judicial, es indignante que exista un Código de Ética para los abogados en Guatemala cuando sabemos cómo actúan, cuánto dinero representa un caso de impunidad absurda y cuando esos “profesionales” repiten -como fanáticos repiten los versículos de la Biblia- los artículos de las leyes sin que la interpretación humana y contextual ayude a reparar los daños en beneficio de una comunidad, sino se privilegie solo a un individuo o a un grupo que puede comprar y/o extorsionar a todo el sistema de justicia.
Las leyes son un buen negocio en un país pobre. Quienes estudian Derecho muchas veces se creen con una superioridad insolente, porque descubren que la población sobrevive antes de saberse con derechos. Muchos se convierten en tramitadores (transeros) avezados que ya no les importa graduarse porque, al conseguir una firma de un abogado, fácilmente pueden ganarse de Q5,000 a Q10,000. Para qué ganar el examen privado, si se consigue plata con firmas y sellos auténticos de un tipo que jamás vio a las personas involucradas en los casos, ya sean simples papeleos para el DPI, la licencia de conducir o la apropiación ilícita de inmuebles con asesinatos incluidos.
El abogado Édgar Pérez comparte su experiencia frente al litigio malicioso:
“El abogado no se vuelve un auxiliar de la justicia, se vuelve un entorpecedor del sistema de justicia, pero ahí tenemos la complicidad del sistema de justicia. Yo no puedo generalizar, pero desafortunadamente tenemos muchos ejemplos en los cuales la dilación es total y absoluta responsabilidad de los juzgadores, porque yo como abogado puedo tener esa libertad de decir, como bien lo dijo un colega en el juicio por genocidio: ‘Si 500 acciones de amparo tengo que plantear para que este caso no llegue a juicio, 500 acciones de amparo plantearé’. En esa oportunidad protesté por esas palabras; sin embargo, obviamente el abogado estaba en su derecho de ejercer la defensa técnica en favor de su defendido (…) para llenarse las bolsas, porque el cliente tiene la razón”.
Agrega:
“Es importante rescatar que son los jueces los que tienen en sus manos la ley y el orden, los que deben permitir o no, el actuar malicioso de un abogado”.
Pérez asegura que la justicia es un valor y un principio, pero pareciera olvidado, como muchos otros, por los guatemaltecos. Ni la política debe ser solo para corruptos ni el derecho solo para licenciados. La política y las leyes deben ser del pueblo, un pueblo consciente e informado. Pero es ahí donde la ignorancia hace que deleguemos en otros las responsabilidades, que podrían ser oportunidades de desarrollo. ¿Qué sabe la población de derechos? ¿Cuál es la información que tiene de derechos humanos? ¿Acaso solo conoce el derecho a la libre expresión, el derecho a la libre locomoción, el derecho a la propiedad? ¿Conoce esos tres derechos porque son los únicos que los medios de comunicación promueven como derechos? ¿Y los que sabemos un poco de derechos cuánto hacemos por enseñarles a otros?
La corrupción que permite la impunidad es el caldo de cultivo de la violencia. La justicia que no llega es lo que nos arrolla cuando nos asaltan en la calle, cuando violan a una mujer, cuando los niños siguen trabajando sin poder superarse, cuando nos roban “legalmente” los impuestos, cuando tantos mueren de hambre en un país que exporta sus mejores comidas y sus recursos naturales. La justicia no está únicamente en los tribunales, está en los actos sencillos de no sobornar y no violentar al otro, y estará en las calles y en la gente cuando esta sepa que puede exigirla, que puede cambiarla, que puede defender una justicia sin burocracias ni burócratas formados en facultades e instituciones copadas por la delincuencia.