Brasil: Ahora sólo faltan 3 reales
0Por Heriberto Paredes (Subversiones AAC)
Desde hace casi 9 años, el Movimiento Passe Livre (MPL) ha luchado por una concepción distinta del transporte público, para este movimiento es necesario retirar a la iniciativa privada y generar las condiciones para que sean los trabajadores los que operen y controlen este sector. Según los planteamientos de este movimiento federado es posible tener un transporte gratuito y de calidad, lo que entra en total desacuerdo con la lógica capitalista que impera en los gobiernos tanto federal como estatales de Brasil. Y del resto del mundo.
Para las ciudades la lógica del capital es la que define las estrategias bajo las cuales se regulan los servicios básicos o se mejoran, no hay una participación de la ciudadanía, ni de parte de los usuarios (que se limitan a eso, a usar) ni de parte de los trabajadores (limitados a operar la infraestructura); quienes deciden los rumbos, en este caso del transporte público, son especialistas en urbanismo, contratistas de empresas constructoras, integrantes de la burocracia gubernamental y por supuesto, grandes inversionistas.
El MPL confronta esta lógica y propone otra que nace de la participación popular, de la eliminación del capital como centro de mando. Hace un año, este movimiento logró detener un aumento de 20 centavos (suena poco aunque represente una fortuna) a través de las manifestaciones masivas que el mundo vio a través de muchas cámaras de medios independientes.
Este 19 de junio de 2014, a una semana de iniciada la Copa Mundial de Fútbol, una nueva convocatoria para salir a las calles movilizó a aproximadamente 4000 personas: #NãoVaiTerTarifa. De manera muy organizada, los contingentes -ente los cuales estaban también el Comité Popular da Copa, Territorio Livre, Luta do Transporte do Extremo Sul, algunos integrantes del pueblo guaraní y, lo que se ha denominado como Black Blocs- salieron desde la Plaza del Ciclista (avenida Paulista) y se dirigieron por pasos a desnivel y calles de diversos tamaños hasta llegar a una de las arterias principales de São Paulo: Marginal Pinheiros.
Además de la demanda de tarifa cero, se exigió la readmisión de 42 trabajadores metroviarios que fueron despedidos luego de la huelga que encabezó el Sindicato de Metroviarios de São Paulo para exigir un alza salarial. Cabe señalar que el movimiento fue reprimido en varias ocasiones y que la huelga, levantada como un gesto de voluntad al diálogo, no tuvo la misma respuesta del gobierno estatal. A partir del 11 de junio se acordó, en una asamblea del sindicato, luchar por la readmisión de estos trabajadores y muchos movimientos, entre ellos, el MPL, se sumaron a esta lucha solidariamente.
Durante toda la movilización se escuchaba la música y la alegría de la Fanfarria del Mal y las consignas de cada contingente –un ambiente que no se vivió en las recientes protestas– al llegar a punto marcado, la gente fue acomodándose para presenciar el acto que sintetiza la opinión de mucha gente sobre los torniquetes, las famosas catracas, símbolo de la imposibilidad de moverse libremente: fueron quemadas en un ritual que afirma la continuidad de la lucha.
Como la temporada lo indica, un juego de fútbol no podía faltar y de inmediato se dispusieron las líneas que definen una cancha, las porterías, los jugadores aparecieron y un torneo expreso fue motivo de aplausos y vivas en mitad de la avenida cerrada. La fiesta prometida tenía lugar como pararte de la estrategia de lucha.
Tal y como se llegó a este punto, de la misma forma los contingentes fueron retirándose, sin embargo en la última parte una serie de destrozos a comercios y establecimientos, bancos (sobre todo cajeros automáticos) y una agencia automotriz (carros incluidos) enrarecieron el ambiente. Mientras que el MPL apelaba a la retirada pacífica, las personas –no vamos a caer en la fácil salida de llamarlos Black Blocs o anarquistas– que reventaban cristales y carros comenzaron un enfrentamiento con la Policía Militar. Lo que sigue es más de lo mismo: demasiados elementos policiacos, sin distinguir entre los manifestantes a quienes se retiraban pacíficamente y quienes estaban confrontándoles, comenzaron a disparar gases lacrimógenos.
Desafortunadamente, los últimos minutos de una gran movilización terminó en la dispersión violenta, la confusión y el miedo.