Contra actos de guerra, actos de amor
0Luis Carlos Pineda
Pensaban que podían tapar el sol con un dedo, con treinta y tres abogados, con treinta millones, con treinta mil amparos. Pensaban que podían ocultar la verdad bajo la tierra, pero la tierra reina madre vida nos devolvió los huesos que mayas y mestizos y de otros lugares lejanos dignificaron y enterraron con permiso y comenzando a sanar las heridas de la gente.
Pensaban que el pueblo de Guatemala estaba derrotado y se contentaría con los informes y las exhumaciones. Incluso con las sentencias de las cortes de allá lejos.
Ellos, -que estudiaron en el norte y que bajaron con las bolsas llenas de dólares y balas, y se creyeron blancos, mestizos que se soñaron criollos, arios. Los perros del patrón – nos pensaron ignorantes. Impotentes. Rotos sueños.
Nosotros –que desde que se terminó la lucha armada- hemos respondido a sus balas con acciones legales, con resistencias pacíficas, con poemas, con danza, con canciones. Nosotros, los de siempre, los descendientes de quienes han regado la tierra con su sangre, estamos aquí despiertos y de cara al sueño. Son verdaderas mis palabras, lo sé.
Y sé como ustedes que ellos de nuevo tienen miedo.
Porque es la primera vez en muchos años que se de nuevo se juntan pueblos mayas y mestizos y emprenden de nuevo abrir la brecha amarga de la historia. Porque es la primera vez que en los tribunales se juzgan a los altos autores del Horroroso Ejército Nacional y su Victoria. Porque este país ya no es lo mismo. Ni nuestro imaginario ni nuestros corazones.
Porque ellos, también los de siempre, los que tanto nos han jodido, tuvieron que escuchar palabra por palabra a los testigos y escuchar lo que ellos mismos lograron invocando a la barbarie. Porque ellos, también los de siempre, tuvieron que escuchar palabra por palabra las acusaciones y finalmente la verdad de lo innegable.
Todavía quieren tapar el sol con un dedo, con un cañón, con un monopolio, con ridículos asuntos comerciales. Pero esto es imposible. Tendrán que destruir todo de nuevo porque esto se reconstruye naturalmente: todos y todas sabemos que la historia es una espiral que pega chicotazos. Y el chicotazo está alcanzando a los que jamás pensaron en la historia. Ellos creen que son grandes, pero grande es el pueblo que ha sobrevivido durante más de quinientos años. He aquí la grandeza que habita nuestras montañas y nuestros valles.
Cuando levanten piedras las mineras: como hormigas llegaran quienes resisten. Querrán llenar de nuevo los campos de cadáveres. Pero no podrán porque este es otro tiempo y es otra la espiral. Claro que sentimos miedo, tenemos nervios, carne, corazón, pero el miedo no nos ha detenido nunca.
En cambio aquellos que intentaron escribir la historia suya temen, pues de las fosas han salido hablando las calaveras de los inocentes, pues de los archivos han salido caminando los papeles, pues la memoria se abalanza ahora que se abre la milenaria biblioteca del pueblo que archiva los recuerdos por costumbre, por la costumbre, para la costumbre. Nosotros tenemos el universo por delante. Ustedes una vida que mide solamente lo que mísera ambición.
Al dictador no le alcanzarán los años para pagar su condena, no le alcanzaría el cuerpo para pagar todos los daños.
Lo símbolos colegas…
Sabemos perfectamente, gracias a que mientras ustedes acumulaban riquezas nosotros estudiamos, que las decapitaciones, las violaciones, las desmembraciones, y todos los otros horrores estuvieron diseñados para incrustarse en nuestro imaginario y quebrantarnos. Pero hoy comienzan a pagar por eso y nosotros a sanarnos.
En este país que solamente se le hace una valla a los militares y a los muertos, entre flores hombres y mujeres mestizas, hombres y mujeres de otros lados, aplaudimos la victoria y reivindicación de aquel valiente pueblo maya.
Porque nosotros, los que estamos acostumbrados a desgarrarnos las gargantas sin que se nos escuche, los y las que estamos acostumbrados a que nos reciban con garrotes, con gases, incluso hasta con balas, nosotros, que hemos entregado la vida a otras causas que son en el fondo nuestra causa y solamente hemos recibido rechazo, hace unos días en medio de un verdadero tribunal sentimos por primera vez como la violencia no era necesaria.
La policía llegaría, esta vez no para asaltarnos, llegaría a llevarse al genocida. Es verdad, tembló la tierra antes y al final agua nos regaló el cielo. En verdad, fue maravilloso, cuando en medio de la tensión el cantautor nos regaló su voz y en ella se escuchó la voz de Otto René, y una vez más pagamos, agradecimos, nos unimos, nos protegimos con canciones.
Porque esta vez, por primera vez, sentimos que la justicia es más grande que cualquiera porque una pequeña parte de esa justicia somos nosotros. Porque una vez más, podemos sentir que podemos confiar en nuestro jueces.
Acostumbrados a la derrota, a la frustración, a la vejación cotidiana, hoy, algo se ha vuelto más liviano, o llevadero, o feliz.
La danza también se hace presente, cuando danzan las mujeres ixiles al salir del palacio de justicia, y nosotros también danzamos luego, los de siempre y donde siempre, pero algo ha cambiado, se nota en un brillo de los ojos, la sonrisa, eso que trataron de quitarnos y tratarán de arrebatarnos nuevamente.
Pero ahora, gracias al pueblo valiente, y a los abogados y abogadas valientes, y las juezas y los jueces valientes, gracias a muchos esfuerzos invisibles de personas sencillas e invisibles pero imprescindibles como el aire, este canto de libertad comienza.
Porque es solo el principio. El primer nudo. El primer gran combate.
Tienen miedo y se alían y nos estudian, y hacen comunicados, y pasquines y sueltan a sus perros y contratan nuevos y renuevan o reinventan escuadrones de la muerte.
De este lado, seguirán los juicios y esperamos las condenas. Seguirán poemas danzas y canciones. Seguiremos. Con la sapiencia que ni siquiera el primer combate definitivamente se ha ganado. Llamados y llamadas a defender el primer paso al tiempo que se inicia el nuevo paso. Paso a paso. No nos arrebataron ni la memoria ni la historia. Ni esta sed implacable de justicia.
Debemos defender lo ganado y seguir empujando. Debemos pelar duro, pero jamás usar sus armas. Ni las de fuego ni las del imaginario. Ellos difaman, tergiversan, confunden, nosotros no, no erremos el camino compañeros, compañeras.
Estamos comenzando, que comenzamos hace siglos, pero estamos comenzando a defender nuestros derechos. Cosa que debemos defender con igual fiereza hacia fuera como hacia adentro. Ellos utilizan la lucha para su beneficio personal, nosotros nos debemos a una gran colectividad que debe superar todos los ismos y cambiarlos por los verbos que sabemos.
Ya no queremos el poder absoluto para el pueblo, queremos ser, decir, administrarnos y vivir como queremos. Y no hay más derecho que eso. Sabemos que quieren llenar nuestros campos de cemento y las aguas de cianuro y ya sabemos…
Nosotros sabemos perfectamente lo que sucederá si pasan. Ellos apenas comienzan a entender lo que les pasará cuando se unan todas nuestras conciencias, cuerpos y cerebros. Los símbolos compañeros, hemos sabido bregar bien con eso.
Por que nos enseñaron dictado de tiza y chicotazo de bandera monja blanca escudo nacional y todo eso. Pero no fue suficiente para lavarnos el cerebro. Nada será suficiente. Y en cambio, enarbolamos el inasible símbolo del amor, por nuestras tierra y nuestra vida, la de todos y todas, porque nosotros tenemos algo que ellos no pueden entender.
La sangre derramada en cualquier punto es también mi sangre porque en el fondo somos uno unidos al magma corazón que nos sostiene.
Ellos solo quieren a su familia acaso, y sus cuentas bancarias, de seguro.
Ellos nacieron para el oropel y finalmente para la bartolina.
Nosotros tal vez para el sacrificio, pero también para la flor.
Hoy, nuestras palabras tal vez sean las mismas, pero nosotros no, por lo tanto están llenas de luz, y nos iluminaran en lo que termina esta larga noche, como nos ilumina nuestra piel que ama, nuestro ser que se levanta en la mañana y entra en comunión con la tierra madre bajo los pies y la tierra madre más allá del cielo. Que nuestra estatura no se mide ni por el lapicero ni por el azadón y que lo diga el vuelo del pichón que hasta la copa del árbol le comunica nuestro sueño: hemos de heredar a nuestros hijos lo que nos heredaran nuestros padres, libros, ideales, trincheras desde el pensamiento, será la misma herencia, pero ojalá, y que la fuerza y la vida nos alcance, hemos de heredarles una esperanza verdadera pulida con esta lucha de obsidiana eterna.
Esto no es en contra de algunos, es a favor de un pueblo. Esto no es para defender un etnia, es para asegurar el futuro de todas.
Este es el principio, solamente el principio.
Para cada uno de sus actos de guerra
tendremos millones de actos de amor.
Guatemala, mayo 2013