Pussy Riot y Putin: la autonomía del cuerpo y el gobierno infinito
0Por: Gabriela Miranda García
por la ausencia de las desaparecidas y los desaparecidos,
por nuestras periodistas y activistas asesinados, por Marielle Franco,
por las disidencias sexuales que son violentadas ante la ignorancia y la intolerancia (…)
por las indígenas zapatistas en resistencia.
Por nosotras, aquí y ahora,
que enfrentamos cada día el machismo en nuestro país,
en las calles, en el trabajo, en nuestros hogares.
Por la libertad de expresión, aquí, en Rusia
y en cada rincón del mundo.
Levantemos nuestra voz”
Pussy Riot en el concierto de “Vive Latino”, 18 de marzo de 2018
Con un 70% del electorado a su favor, Vladimir Putin está seguro de que no tiene opositores, aún cuando este sería su tercer periodo presidencial para hacer un total de 24 años; el candidato que le siguió en la contienda electoral obtuvo apenas un 12%, pero se equivoca, Putin tiene opositores.
El presidente de Rusia tiene grupos opositores a su gobierno fascista y patriarcal, grupos que no están contendiendo por el poder en las urnas, en una democracia imposible. El grupo de punk y mujeres activistas Pussy Riot[1] es un fuerte ejemplo de esto. Las mujeres que componen el colectivo manifiestan claramente su rechazo al gobierno de Putin y han sido perseguidas, criminalizadas y encarceladas por ello.
La disputa de las Pussy Riot contra el gobierno y el Estado ruso en general es política en todas direcciones. Estas mujeres confrontan abiertamente la censura moral, sexual y gubernamental.
Las declaraciones de Putin sobre las disidencias sexuales, la participación de las mujeres, la agresión en contra de estas, son sin duda de una ignorancia abrumadora pero también abrumadora es su violencia y agresión. Podemos hablar de los crímenes del gobierno ruso, de su corrupción, de sus amenazas globales, pero no, vamos a dirigir este texto a la oposición de estas mujeres, a su fuerza y a su disputa política: el cuerpo y el deseo no autorizado.
Las artistas y activistas de Pussy Riot han puesto en evidencia que la represión de un estado inicia por la represión de los cuerpos, por la restricción de su autonomía, de su libre movilidad, de su oposición política. No hay garantía de protección para las mujeres malas, por ello ante cualquier agravio en contra de las mujeres, el estado y sus instituciones se lavan las manos responsabilizándolas a ellas, hasta hacerlas culpables.
La represión de los cuerpos es paulatina y voraz, en una sociedad estigmatizante y criminalizadora como en la que vivimos, las personas hemos sido sometidas desde el control de nuestro cuerpos. De mil maneras: tenemos vergüenza de mostrar nuestras piernas flacas, miedo de que nos violen, restricción para tener sexo, angustia de engordar, temor a llegar a viejas, cuidado por parecer vulgares. Pero también existe un control estatal que restringe la libre movilidad y la autonomía: la prisión, la escuela, la clínica, la religión. Todo, todo aporta para controlarnos y para vigilar y para que vigilemos y controlemos a otras personas, todos y todas custodiamos los cuerpos, nadie podemos decir que no.
Por ello, es desde la pelea de la vulva desde donde se colocan estas mujeres, ellas son la evidencia de que no están adaptadas a esta sociedad, que no existe la totalización, que las urnas nos son sinónimos de democracia ni mucho menos de estabilidad, que este mundo y el gobierno de Putin, de Trump, de Juan Orando Hernández, pueden reventar en cualquier momento, esto lo dicen con la furia de los cuerpos.
El control estatal de los cuerpos de las mujeres es el inicio y la confirmación de la desigualdad y nadie debe estar dispuesta a soportarla. Se pone en evidencia que la pelea de la vulva, del coño, del amor, del deseo es una lucha política. A todo el mundo le aterroriza y rechaza las amenazas globales rusas, pero a ninguna potencia mundial les importa la persecución estatal en contra de un grupo de chicas, es ahí donde gobiernos rusos, norteamericanos, coreanos, israelíes, ingleses coinciden: en el control de los cuerpos y su sometimiento, es así que la seguridad global es solo una pantomima.
Los cuerpos que hacen cambiar al mundo, son los disidentes, los que escapan a la censura, a la esclavitud, a la heteronormatividad. El mundo cambia gracias a los cuerpos insolentes, impertinentes, alzados, el mundo ya no cambia en las urnas, es evidente que no podemos pedir al opresor su buena voluntad para emanciparnos.
Putin no es el único que contendió el 18 de marzo de 2018, también lo hicieron las Pussy Riot, en un concierto en México, no lo hicieron como él, en contra de un candidato con pocas posibilidades, lo hicieron en contra de un mundo que desprecia el descaro de su lucha política, de su emancipación como mujeres, de su voz y de su cuerpo opositor.
[1]Pussy Riot es un grupo de punk y colectivo feminista ruso, que ocupa los espacios públicos, en evidente oposición y denuncia al gobierno de Vladimir Putin. Se caracterizan por llevar pasamontañas y vestidos de colores, que contrastan con el tono generalizado del ambiente.