El Desapego a la Belleza
1Como todo consumo, la belleza merece una cantidad de dinero para adquirirla y no cualquiera puede acceder a los productos que se ofrecen en esta industria
La adaptación es una característica fundamental de cualquier ser vivo para asegurar su lugar dentro del ambiente en el que se desenvuelve. Evidentemente, esto es aplicable para cualquier ser humano, dada nuestra característica de vivir en sociedad.
Por Paula Orellana Cardona
Varios son los recursos que utilizamos no solo para adaptarnos, sino para buscar la aceptación en nuestros círculos de interacción social. Un recurso importante al que acudimos con frecuencia, es la belleza, refiriéndonos a ella como la construcción social e impuesta de cómo debe verse una persona para parecer atractiva y tener éxito, según los modelos occidentales. En una sociedad de consumo, la belleza es un producto que viene enfrascada en perfumes, pastillas, inyecciones, clases de aeróbicos, tacones, fajas, pelo planchado, gelatina en el pelo, silicona, bisturí, etc. Que a veces se enmascara de higiene y a veces de salud, pero que conserva sus dos principales objetivos: buscar la aceptación y la pertenencia.
En línea paralela caminan las clases sociales. Como todo consumo, la belleza merece una cantidad de dinero para adquirirla y no cualquiera puede acceder a los productos que se ofrecen en esta industria. Habrán ofertas claro, pero siempre se encontrarán las diferencias entre una persona que pueda acceder a los “mejores” productos por una suma equivalente a “mejor” y las personas que no. Por ejemplo, no es lo mismo encontrar a un bebé de tez blanca que huela a talco en un espacioso carruaje, a encontrarte a un bebé de tez morena que a huela leña recostado sobre la espalda de su mamá. La percepción será distinta si el olfato de quien huela está dirigido a la idea de belleza que se planteó antes.
Aunque este concepto de belleza nada fluidamente en la construcción de las clases sociales, existe otro escenario. Hay personas que parecen no necesitar adquirir de todos los productos de belleza que se mencionaron antes, puesto que físicamente nacen con atribuciones que les hacen socialmente hermosas. Gozan de privilegios que las posicionan con cierto poder consciente o inconscientemente utilizado para establecerse en círculos sociales -casi- a antojo. Hay toda una construcción social alrededor de estas personas que romperlo parece una misión imposible. “Parece” es la palabra clave.
Desapegarse de estos privilegios es un proceso complejo, largo, incómodo y al principio doloroso desde lo emocional, pero no imposible. ¿Por qué alguien querría desapropiarse de estos privilegios? Antes, para que alguien quiera desapropiárselos, debe darse cuenta que los posee. Ese es un proceso de concientización al que la persona debe de verse inmersa.
Por otro lado, reconocer estos privilegios, es reconocer la injusticia que representan en cuanto a nuestras relaciones sociales y la forma en que contribuyen a marcar las clases sociales. En cuanto a cómo nos podemos relacionar con nuestros pares sin la necesidad de competir un puesto que si bien es bastante imaginario, es bastante real. Asimismo, este reconocimiento a la par de ser complejo, largo y demás, es también liberador.
Claro que este desapego implica señalamientos y críticas insaciables, pero libera quitarse las cadenas de ser partícipe activo de escenas de desigualdad muy bien enmascaradas en perfumes y costosas etiquetas.
Todo este proceso podría catalogarse como agotador. Sin embargo, conlleva un placer y el acceso al placer es un derecho, por lo que es un acto político y al ser un acto político planteo: Hacer uso del derecho de desapegarse de los constructos de belleza, es justicia. Lo es de la misma forma en que los hombres dentro de las posturas feministas se desapegan de sus privilegios como tales. Lo es de la misma forma en que las comunidades se organizan para defender sus territorios por alguien que cree que se pueden comprar.
Cuestionar y criticar la construcción, reproducción y el simbolismo de la belleza es promover esa utopía que nos hace caminar hacia una sociedad sin clases sociales. El texto no sugiere que nos despojemos de todas las aprehensiones hacia nosotrxs mismxs, pero sí pretende un punto de vista que nos permita cuestionar nuestras prácticas y conductas.
¿Quién dijo que cuestionarse es fácil? Y más aún ¿quién dijo que deconstruirse también lo es? Considerando que lo que hay que deconstruir es uno de esos mecanismos de adaptación que aprehendimos por su eficacia: la belleza.
Liberémonos, complazcámonos y hagamos justicia, que se puede todo a la vez.
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